Dios ha puesto límites
en todas las relaciones; límites los cuales ni aún El va a traspasar. Cuando
cruzamos esas líneas nos volvemos intrusos y violadores infringiendo los
derechos y responsabilidades de otros. En términos simples, juzgar es usurpar la incorrecta incautación o ejercicio de
autoridad o privilegio, que pertenece a otro.
En Romanos 14 Pablo
muestra una cuidadosa reverencia hacia estas limitaciones puestas por Dios y
exhorta al resto de la comunidad de creyentes a hacer lo mismo. El siguiente
pasaje revela muchas de estas limitaciones:
¿Tú quién eres, que
juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará
firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. (Rom. 14:4)
Se cree comúnmente que
el juzgar al cual Pablo se refiere es la de un creyente criticando a otro. Este
punto de ver simplista de ninguna manera captura el significado que Pablo
estaba trasmitiendo a estos creyentes Romanos. La palabra griega para Juzgar es
krino, la cual implica mucho más que criticismo. Krino habla de
la disposición de entrometerse, de aquellos que se inmiscuyen en asuntos más
allá de su esfera de responsabilidad. Thayer da la siguiente definición:
“krino… mandar, gobernar, presidir con el poder de dictar decisiones
judiciales, porque era la prerrogativa de reyes y gobernantes el emitir
juicios.” Vamos a usar esta definición en el pasaje arriba mencionado.
“Quiénes
son ustedes, para mandar, gobernar, presidir con el poder de dictar decisiones
judiciales, de pronunciar una opinión con respecto a lo correcto o incorrecto,
de emitir juicios sobre el siervo de otro?” El juicio en referencia aquí es el
de ponerse usted como gobernador o dirigente, el emitir juicios o elegir por
otros, pronunciar opiniones con respecto a lo correcto o incorrecto así como
servir bajo la conciencia o guía de otro hombre. Si usted lee completamente
Romanos 14 usted descubrirá que éste era el asunto al cual Pablo se dirigía.
El no está escribiendo
para resolver diferencias por medio de establecer un consenso uniforme entre
los creyentes por medio de este mismo edicto, sino para exhortarlos a resolver
sus disputas individualmente por fe, entre ellos mismos y Dios; y en asuntos
dudosos parar de imponer sus opiniones individuales sobre cada uno. El hacerlo
así es usurpar al Maestro (Dios). Pablo no establece credos o estatutos para
forzar uniformidad entre ellos, porque haciendo eso, él hubiera sido culpable
de hacer lo que él estaba exhortando a los creyentes romanos a no hacer,
estableciendo sus opiniones como una ley. El era cuidadoso en no tomar el lugar
de Cristo en la vida de los santos.
Pablo alentaba a cada
creyente a vivir su vida dando cuenta directamente al Señor y de permitir lo
mismo a sus hermanos creyentes. Observe como él trató con los santos con total
fe en el Padre para guiarlos.
El que hace caso del
día, lo hace para el Señor; y el
que no hace caso del día, para el Señor
no lo hace. El que come, para el Señor
come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de
nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea
que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y
resucitó, y volvió a vivir, para ser
Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas
a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice
el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.
(Rom. 14:6-11)
Es ante su propio Amo
que individualmente el creyente está de pie o cae. Es para el Señor que él vive
o muere. En asuntos de fe, cualquier función de intermediación otra que la de
Cristo – el único mediador entre Dios y los hombres – es una invasión. El
engaño más grande de la religión es que promueve esta interferencia de intermediación,
engañando al creyente para vivir hacia el hombre, no hacia Dios. Mediadores,
quienes dicen representar al creyente ante Cristo y son vistos como vicarios de
Dios, trayendo “la palabra de Dios” a las masas sin entendimiento, imponiéndose
ellos mismos sobre la familia de Dios. Más aun, se espera del parroquiano que
mire a estos hombres por guía y aprobación en asuntos espirituales.
En algunos casos su
aprobación inclusive es requerida para perdón de los pecados. Estos mediadores
son considerados los guardianes de todas las cosas ortodoxas. Como tales ellos
tienen la última palabra de qué es aceptable entre los creyentes. Si bien esto
puede parecer ordenado y seguro para algunos, es de hecho, un estado de
desorden en el cual el creyente individual no vive mas para el Señor
sino para las expectaciones del hombre. Esto es lo que Cristo llamó “temor de
los hombres.”
No importa que estos
mediadores esperen un comportamiento piadoso y que de esta manera, parezcan ser
una fuerza para bien en la tierra. Lo que importa es que ellos se convierten en
la voz de la conciencia, los interpretes de la mente de Dios, diciendo a la
gente lo que es o no correcto y, haciendo esto, usurpan el lugar de Dios en los
creyentes, cortándolos de una vida vivida hacia Dios. De acuerdo con Pablo,
esta interferencia es una usurpación de la relación del siervo (el creyente)
hacia su Amo (Dios). Si bien los creyentes tienen influencia los unos sobre los
otros, la verdadera fe debe ser resuelta solamente entre el creyente y Dios.
La gran realidad del
Nuevo Pacto es que cada creyente será enseñado por Dios (Is. 54:14). Dios
también habló de esto a través del profeta Jeremías. “Y no enseñará más ninguno
a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos
me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jer.
31:34). El autor de Hebreos quita cualquier duda de que esta profecía sea
descriptiva de las formas por las cuales los creyentes se deben relacionar con
Dios y entre ellos bajo el Nuevo Pacto. (Ver Hebreos 8:11)
Estamos en lo cierto de
que Pablo tenía esto en mente cuando escribió, “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo
delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que
aprueba (Rom. 14:22). No puede haber ninguna duda de que Pablo estaba pidiendo
a los creyentes romanos a guardarse sus opiniones para ellos mismos, de parar
de tratar de decidir sobre la vida de los otros, parar de forzar sus puntos de
vista sobre otros acerca de cosas dudosas. El único que puede gobernar al
siervo es el mismo Amo. Dios es su maestro. Los creyentes pueden ejercer
influencias de amor, provocándose unos a otros al amor y a las buenas obras,
señalando a cada uno hacia el autor de la vida, pero nosotros no tenemos la
prerrogativa de reyes.
Es ante nuestro Amo que
individualmente cada uno de nosotros esta de pie o cae. Pablo mas adelante hace
hincapié en este punto refiriendo a los creyentes el juicio final en el cual
cada creyente dará cuenta a ese Uno a quien verdaderamente deben dar cuenta.
Toda rodilla se doblara y toda lengua confesara a Dios; cada uno de nosotros
dará cuenta de sí mismo a Dios. De esta manera Pablo concluye: “Así que, ya no
nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo
u ocasión de caer al hermano. (Rom. 14:13)
En 1 Ped. 4:15, Pedro
hace una mención similar:
“Así que, ninguno de
vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo
ajeno…”
En el pasaje de arriba
Pedro menciona cuatro causas de padecimientos que deben evitarse. Todos sabemos
que es malo asesinar a alguien. Esto se da por hecho. También sabemos que es
inaceptable robar a otros. Claramente, estas cosas no son actividades
cristianas. Tampoco es aceptable ser un malhechor. ¿Pero qué acerca de esta
palabra entremetido? ¿Qué es y porqué es fuente de padecimiento? La
palabra griega traducida entremeterse es allotrioepiskopos.
Albert Barns escribió;
“Eso [allotrioepiskopos] significa, propiamente, un inspector de cosas
extrañas, o de las cosas de otros… el significado más obvio, y el comúnmente
adoptado, es eso que ocurre en nuestra traducción: uno que se entremete en
aquello que no le concierne; esto es, uno que hace de sacerdote en los asuntos
de otros, quien intenta controlar o dirigirlos como si fuesen suyos” (Notas en
la Biblia).
Vemos por estas
escrituras que hay claros límites que gobiernan todas las relaciones en la familia
de Dios. Violar estos límites es ser un entremetido y trasgresor. Primero está
la provisión de Dios y su soberanía sobre sus Hijos en forma individual.
Después está la responsabilidad de cada individuo como creyente de ceder la
imaginable respuesta de fe a su Señor, para ser enseñado por Dios y para dar
cuenta directamente a El; vivir para el Señor. No hay lugar para ningún
entrometido intermediario, ya sea que se llamen a sí mismos sacerdote o pastor.
Aquellos que violen estos limites relacionales, haciéndose a sí mismos señores,
toman dominio sobre la fe de otros. ¡Esto es estar en un lugar terrorífico!
Aun Pablo, de quien se
piensa fue el mayor de todos los apóstoles, no trasgredió estos limites.
No
que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo;
porque por la fe estáis firmes. (2 Co. 1:24)
Aquí está el contraste.
¿Cuál elegiremos? ¿Nos dejaremos estar bajo el dominio del hombre? ¿O estaremos
firmes en fe ante Dios como siervos ante nuestro Amo? ¡Es nuestro Amo
quien nos hace estar firmes! Pablo no vio a los creyentes como si le
pertenecieran a él sino que se consideraba unido en servidumbre a todos los
creyentes lo cual esta en perfecta observancia con las enseñanzas de Jesús.
Así que, ninguno se
gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea
Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por
venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. (1 Co. 3:21-23)
Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark
1 comentario:
Dicen los sacerdotes o los pastores al que cree en cristo ustedes no están preparados para recibir a cristo y de esta manera engañan al creyente. Más es claro que para estar con Jesús no es necesario tener un título basta con que lo busques en tu corazón y le permitas habitar en el pues el se encargará de guiarte hacia el verdadero camino.
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