Michael Clark
En Cristo, Dios ha
establecido en orden un nuevo sacerdocio con Jesús como su Sumo Sacerdote.
Si, pues, la perfección
fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley),
¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de
Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el
sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Heb. 7:11-12)
Por tanto, hermanos
santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo
sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le
constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanta
mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la
casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo
todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios,
como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo
sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la
confianza y el gloriarnos en la esperanza. (Heb. 3:1-6)
En la Iglesia del Nuevo
Testamento no hay tal cosa como este sistema de casta que llamamos clérigos y
laicos. Lo que tenemos ahora es una lacra de la iglesia que el Emperador
Constantino designó debido al sacerdocio pagano de Roma aproximadamente en el
311 dC. De eso vino la Iglesia Católica. Lo que dice el Nuevo Testamento es que
todos nosotros somos sacerdotes ante Dios. Pedro escribió:
Acercándoos a él, piedra
viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por
medio de Jesucristo.
Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois
pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero
ahora habéis alcanzado misericordia. (1 Ped. 2:4-5; 9-10)
Cuando alguien lo llama
laico, líder laico, persona laica, etc., ¿no lo hace sentir como si fuese uno
más del montón, o un ciudadano de segunda clase en el reino de Dios? Bueno,
esta no es la forma en que Jesús lo ve a usted. La Escritura ha estado diciendo
esto todo el tiempo:
No mintáis los unos a
los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido
del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta
el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni
incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo,
y en todos. (Col. 3:9-11)
Eso es correcto, ¡TODO
de Jesús es TODO en nosotros! ¡La plenitud del sacerdocio de Cristo ha sido
puesta a disposición en todos nosotros! Se necesita de todos nosotros para
manifestar la plenitud de Cristo, no solo uno o dos en cada cuerpo de la Iglesia
(Vea 1 Cor. 12:12-30). Es una afrenta a El que a sus santos se les haga sentir
que no son nada sino solo servidumbre cuya tarea es apoyar una casta de
sacerdotes que gobierna sobre ellos.
No se olvide que todos
tenemos igual acceso a nuestro Sumo Sacerdote.
Porque hay un solo Dios,
y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio
a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido
tiempo. (1 Tim. 2:5-6)
Yo creo que estamos en
la “Segunda Reforma”. Dios está restaurando el sacerdocio y la responsabilidad
de ministrar de vuelta en las manos de todos los creyentes en Cristo. Estamos
oyendo al Espíritu decirnos que no hay tal cosa como clérigos/laicos en la
iglesia de Dios del Nuevo Testamento.
La Le y la Iglesia - Michael Clark
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