Javier Vargas
1 Juan 2:18 "Hijitos, ya es la hora postrera; y así como oísteis que el anticristo viene, así han surgido ahora muchos anticristos, por lo cual sabemos que es la hora postrera".
Siempre ha sido importante y cautivador conocer aspectos sobre el anticristo, de manera que frecuentemente es el tema central de las discusiones y doctrinas sobre los tiempos postreros, pero ha pasado por desapercibido que, por ejemplo, este versículo funciona como una analogía "... y así como oísteis que el anticristo viene, así han surgido ahora muchos anticristos..." (1Jn. 2:18).
Es cierto que el inicuo (el anticristo) vendrá por obra de satanás, pero también es cierto que mientras ese tiempo se cumple hay muchos anticristos operando para preparar la venida de este inicuo, quien encontrará a una iglesia contaminada y apostata que no le resistirá en los más mínimo, sino que por el contrario, se complacerá en las todas propuestas seductoras del reino de este mundo y de estructuras babilónicas que este anticristo ofrecerá, y que obviamente estarán mezcladas en velos de humanismo y formas de cristianismo.
Dichos anticristos, que como dicen las escrituras (escrituras: es la manera como Jesucristo llama a la biblia, de tal modo que cuando en estas cartillas se nombre la palabra “escrituras”, se refiere a la biblia) no son pocos sino “muchos” (numerosos, cuantiosos), Saldrán nada menos que de nosotros mismos, del seno de la misma iglesia, por ello las escrituras continúan diciendo:
1 Juan 2:19
"Salieron de nosotros (los anticristos)*, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros".
En algunos versículos bíblicos encontrarán unas palabras entre paréntesis, como ésta*, que no hacen parte del texto bíblico sino que son notas propias que pretenden facilitar o aclarar algunos significados.
Así parezca inesperado y aterrador, no solo es necesario conocer cuál o cuáles de nuestros supuestos hermanos son anticristos, sino primordialmente preguntémosle al Señor algo más delicado: ¿Soy parte de esos anticristos? ¿Acaso hay algo en mí de la naturaleza del espíritu del anticristo? ¿Hago parte, como edificador o prosélito, de una congregación donde operan anticristos y sus dogmas?
Ya es tiempo de dejar de mirar las escrituras, y en general la Palabra de Dios* hacia afuera de nosotros mismos y hacia afuera de mi iglesia (mi grupo de congregación), ya que a nosotros nos parece que quienes están afuera de la iglesia (o de nuestra congregación) son los que necesitan ser lavados, pero son los que están dentro de la iglesia (o de nuestra congregación) los que necesitan ser limpiados, porque es necesario que el Señor borre todo nombre de anticristo en medio de su verdadera casa, es necesario que borre los nombres que han hablado no por el Espíritu de Cristo, sino por el espíritu del anticristo.
(* Palabra de Dios: Jesucristo es la Palabra de Dios o el Verbo de Dios (Jn.1:1); es un error, que no cometió el Señor, llamar a las escrituras “la palabra de Dios”; las escrituras fueron inspiradas por Dios pero no por eso son Dios, no son Cristo, son testimonio de El (Jn. 5:39-40); las escrituras al ser un libro espiritual son letra muerta mientras no sean abiertas y reveladas por el Espíritu de Dios, y aunque es el libro por excelencia, son poca cosa delante de la grandeza del Verbo de Dios, es decir, de Cristo.)
No tener claridad sobre esta diferencia, no permite la existencia de un verdadero discernimiento y revelación cuando el Espíritu de Dios nos habla de “la Palabra de Dios”. Así que para estas cartillas cuando se mencione la frase “la Palabra o el Verbo de Dios”, se está refiriendo a Cristo Jesús.
Cuando el Señor da su palabra, no solo lo hace para dar testimonio a los de afuera, Él nos habla, también y esencialmente, a nosotros, ya que es muy fácil y destructivo señalar el pecado, la esclavitud, la mezcla y la desviación de los demás y hacer juicio, cuando el Señor quiere mostrar que aquello que vemos en los demás está primero en nosotros, por esto, el Señor nos ha dejado parábolas como la del fariseo y el publicano:
Lucas 18:9-14
”A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
El fariseo representa, no solo a la persona con el espíritu de la religiosidad, sino también, a la iglesia farisea; y lo mismo ocurre con el publicano, quien representa a la persona y a la iglesia arrepentida y rendida, que ha sido alumbrada por la Luz de Cristo y que por eso, toma la Palabra de Dios hacia dentro de si mismo. Se ponen de manifiesto entonces dos tipos de personas y dos tipos de actitudes en su iglesia.
El fariseo es el hombre y la iglesia con el espíritu de la religiosidad la cual cree que es justa, cree que no es engañada, y que además, toma toda la exhortación siempre hacia al frente de si mismo o hacia afuera de su congregación.
El publicano, quien representa al hombre y a la iglesia rendida que al haber sido iluminada por la luz de la verdad de Cristo, se humilla reconociendo que de verdad no es justa, que de verdad es engañada y que las doctrinas y exhortaciones son primeramente para dentro de si mismo y de su grupo de congregación.
Los anticristos aunque también lo hacen fuera de la iglesia del Señor, primordialmente operan dentro de la llamada iglesia del Señor, porque es “la iglesia” a la que quieren desviar y hacer adulterar, de tal manera que es completamente evidente que en medio del pueblo de Dios hay dos presencias:
La presencia del Cristo vivo, y también la presencia del anticristo; toda presencia que no sea la presencia de Cristo, es la presencia del anticristo, todo lo que no es la unción del Espíritu de Cristo, es la unción del anticristo, y muchos de su pueblo han buscado identificarse con lugares donde mora el anticristo porque son engañados y seducidos por los encantos de babilonia, anhelando la presencia de otros cristos, la presencia de otros sanadores, la presencia de otros maestros que con poder, señales y prodigios mentirosos predican ese atractivo pero muerto evangelio del reino de este mundo y del hechicero gobierno de la hermosa y espiritual ciudad ramera de babilonia.
Y todo aquel que anhele otra presencia, anhela la presencia del anticristo.
Lo interesante es que para alumbrar este trono que se está configurando ocultamente para el anticristo y la apostasía, el Señor, en otro versículo que se lee a continuación, no señala particularmente a los anticristos ya que su palabra no depende del tiempo porque está viva (además son muchos), sino que identifica el carácter o naturaleza de los anticristos, de tal manera que puedan ser reconocidos en cualquier tiempo, lugar, institución y persona, y es lo que fundamentalmente tratará de exponer esta cartilla:
Algo acerca de la identidad, carácter o naturaleza del espíritu del anticristo, y por lo tanto, de los anticristos.
1 Juan 2:22
"¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo"
Primeramente es mentiroso y anticristo aquel que niega que Jesús es el Cristo, pero entonces la pregunta es, ¿qué es negar que Jesús es el Cristo? Realmente pocos niegan de labios que Jesús es el Cristo, por ejemplo, para los evangélicos y cristianos es un hecho absoluto, para la religión romana católica también lo es (aunque tienen doctrinas alternativas, como la de la virgen) y para otras religiones como el islamismo e igualmente para la religión ecuménica (la religión satánica de los tiempos postreros) se acepta también que Jesús fue alguien especial de Dios.
Pero esto no se trata de lo que aceptamos de labios o de lo que sabemos o enseñamos como asentamiento o aprobación mental, sino de lo que hay en el corazón, y por lo tanto, de lo que hacemos como una vivencia o como una obra. Así que cuando el Señor Jesús abre esta escritura en cada corazón es sencillo comprender el mensaje espiritual que allí se encuentra para poder reconocer por lo tanto, que no se trata de un mensaje extremadamente sellado y complejo, sino de un problema de la soberbia humana.
Negar que Jesús sea el Cristo en realidad es pretender realizar la obra que Jesucristo ya hizo o que solo Él puede hacer hoy en día con su Espíritu. Confesar que Jesús es el Cristo, el Cordero de Dios, significa reconocer, aceptar, y fundamentalmente vivir, que la obra perfecta de salvación ya fue hecha y que la santificación y evangelización será realizada por el mismo Señor Jesús, con su Espíritu, de tal manera que nosotros solo necesitamos recibir en gracia de ésta obra perfecta, rindiéndonos y entrando al reposo de su salvación y señorío.
Así que toda religión, congregación, persona o doctrina (sobre todo cristiana) que siga realizando y ofreciendo holocaustos para presentarse supuestamente digno delante de Dios, que persista en hacer sacrificios y obras para agradar a Dios y pagarle, que continúe intentando cumplir la obra que ya fue hecha en Cristo Jesús de manera perfecta, o que pretenda hacer la obra que solo El con su Santo Espíritu puede hacer, es declaración evidente de anticristos, y eso es lo que debemos mirar en nosotros, ¿cuánto de esa vanidad hay en mí para que el Señor me considere anticristo? Qué engaño tan sutil y qué trampa tan inteligente y astuta tiene articulada satanás en la iglesia; invitar a los creyentes a completar con sus propios esfuerzos y medios una obra que es perfecta, cuando en realidad lo que ayudan es a consumar algunas de las varias cosas que busca el misterio de la iniquidad:
Consolidar y maquillar la imperfecta suplantación de la obra del anticristo para preparar su venida y poner a funcionar su gobierno.
Formar el carácter del anticristo.
Traficar con almas para cumplir con las metas económicas que las religiones se han trazado para satisfacer su insaciable apetito de dinero y de poder, y que finalmente, se ha convertido en el medio para levantar su propio nombre.
Creo que es razonable reflexionar que todo mandamiento de hombre, toda palabra de hombre, todo gobierno y todo señorío de hombre en medio de la iglesia, es anticristo, pues está en contra del gobierno y del señorío del Cristo de Dios, la cabeza de la iglesia.
El problema es que el espíritu del anticristo, a través de anticristos, ha dicho una palabra que Jesús no ha pronunciado y ha traído confusión.
Primero esta el sacerdocio del hombre intentando agradar y ayudar a Jesucristo, y luego, el sacerdocio rendido, que anhela y busca de continuo la presencia, la manifestación y el gobierno de Jesucristo.
En estos tiempos finales muchos cristos y hombres se levantarán en medio de la casa del Señor para gobernar con la doctrina, los mandamientos y las estructuras del anticristo, oculto tras hermosos llamados y compromisos religiosos.
Pero la presencia de Cristo en medio de su iglesia ha de sacar a la luz las obras del anticristo. Así suene duro, difícil de creer y sobre todo, fuera de las tradiciones cotidianas de la estructura de la babilonia cristiana, es trascendental comprender que toda obra de hombre, toda congregación con nombre de hombre y ataviada con obras de hombre, toda denominación (división del cuerpo), toda institución cristiana con nombre de hombre, toda palabra de hombre, toda interpretación de hombre, todo evangelio de hombre, todo ministerio de hombre o designado por hombre, toda fuerza y esfuerzo de hombre, toda edificación de hombre, y en general, todo sistema, estructura, estrategia, medio y molde de hombre o del mundo para la iglesia de Cristo, viene a ser del carácter del anticristo, ya que todo aquello que no sea la manifestación de la presencia y de la palabra y del gobierno de Jesucristo o que se oponga a El, es anticristo, porque niega que Jesús es el Cristo, el ungido de Dios; incluyendo aquellas doctrinas que insisten en colocar intermediarios y que nos hace recurrir a la biblia como el único y absoluto camino de salvación y santificación, y no a Jesucristo, quien es verdaderamente el Salvador, el Señor y la Palabra de Dios.
Recuerda que todas estas cosas se tratan de esconder en “el evangelio", por eso dicen las escrituras que "salieron de nosotros pero no son de nosotros" (1Jn. 2:19), es decir, siempre habrá la excusa de que servirá para la obra del Señor, y se pretenderá encubrir tras las mismas escrituras, por eso parecerá santo, humanista, sublime y bueno.
2 Corintios 11:13-15 “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros (anticristos) se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin (muerte) será conforme a sus obras (muertas).”
Recordemos pues que "satanás se disfraza como ángel de luz”, pero ya sabemos (aunque lo importante es vivirlo) que Cristo ya hizo toda la obra, El no necesita que hagamos nada por El, únicamente recibir en gracia y estar en su reposo para vivir esta obra perfecta en rendición escuchando su voz y recibiendo su palabra de vida para salvación y santificación, de tal manera que llenos de su obra, podamos ser verdaderamente portadores y mensajeros (en su llamado) de esa Bendición, de esa Palabra, de esa Verdad, de esa Justicia y de ese Camino que solo está en Cristo, y que tanto necesitan en este tiempo otras personas (He. 4:10-11).
Ahora, si usted es un religioso o prosélito (incondicional) de una institución o congregación, o un edificador de religiones y congregaciones humanas con mucho que perder, y al cual quizás, le están afectando seriamente estas palabras, probablemente estará pensando o pronto se le ocurrirá, que en las escrituras el mismo Jesucristo nos dice que haremos sus obras y que eso justifica todo ese activismo religioso.
Lo que ocurre realmente es que como llevamos la simiente de la vanidad y la soberbia, nos seduce entender que este mensaje es un llamado a que vayamos a hacer con nuestros esfuerzos y recursos las obras que el Señor ya hizo o que solo El con su presencia puede hacer, y por eso nos deleita salir a predicar el evangelio con nuestras estrategias mundanas, nos agrada pretender pagarle al Señor lo que hizo por nosotros, nos embelesa edificar grandes iglesias, nos atrae tomar seminarios bíblicos para aprendernos las escrituras de memoria (como si esto fuera lo máximo), nos seduce asombrar los creyentes usando los dones a nuestro parecer (sanar enfermos, echar demonios, etc.), y en general, nos absorbe hacer todo lo que implica a veces ser cristianos (según el hombre).
Pero realmente lo que ocurre es que son la altivez, la vanidad, y de cierta manera el engaño, los que nos ciegan para que no podamos comprender y vivir que la más importante obra de Cristo fue negarse a si mismo.
Reflexiona esto de verdad en el Espíritu de Dios:
Cristo, quien a pesar de ser el Hijo unigénito del Dios de los cielos, vivió en carne como un hombre que renunció y murió a todo.
Jesucristo, el Hijo de Dios, vivió como un hombre sometido y unido a su Padre.
Jesucristo, el Ungido de Dios, vivió como un hombre justo porque creyó y buscó siempre a Dios.
Jesucristo, Dios hecho carne, siendo perfecto y pudiendo hacerlo todo, no inició su ministerio hasta cuando el Espíritu vino sobre El, y lo guio y ciñó a la cruz y a todo su ministerio.
Jesucristo, a quien le fue dado todo poder y autoridad, aceptó mansamente su camino de cruz (morir a si mismo), jamás edificó algo por si mismo y resistió en silencio todos los escarnios, vituperios, falsedades y tentaciones para que bajara de la cruz y luchara en su propia poderosa fuerza.
Jesucristo, el Hijo del Creador, no vino a hacer sus propias obras, sino únicamente las de su Padre, Dios.
Jesucristo aceptó rendido el ser llevado a la cruz, y siendo el mismo Hijo de Dios soportó hasta la muerte, pero al tercer día resucitó y vivió entre los muertos. Esa fue su principal obra, dejar que la voluntad de su Espíritu, y por lo tanto de su Padre, fluyera y lo hiciera todo, por eso Él dice que solo habla lo que ve cerca del Padre (Jn. 8:38), que hace las obras del Padre (Jn. 10:37), El no vino a hacer su voluntad (a pesar de que por ser el Hijo de Dios lo podía hacer y bien) sino que vino a hacer la voluntad de Dios.
De manera que fue su Padre y su Espíritu quien predicó, edificó, sanó, multiplicó, evangelizó, levantó muertos, echó demonios, quien lo llevó a ser tentado, quien lo llevó como cordero hacia la muerte y quien lo resucitó, y Cristo únicamente rindió su voluntad, rindió sus obras, rindió su gobierno, confiando y obedeciendo a su Padre; y era propósito del Señor Jesús ser ejemplo de todo lo que un hombre debía hacer para ser acepto por El mismo.
Ciertamente a nosotros (los que en Cristo anhelamos hacer parte de su iglesia verdadera, de su esposa amada) solo nos corresponde negarnos a nosotros mismos y entrar al reposo para que el Viviente se manifieste, de lo contrario seremos anticristos o nos prestaremos para consolidar sus engaños.
El reposo del Señor no consiste en esa doctrina de quietud y pereza física que en algunos lugares aún se predica y practica, sino consiste en la completa rendición de corazón de nuestras habilidades físicas y capacidades mentales, de tal manera que se anhele la manifestación de la presencia de Jesucristo reconociendo que es el único que puede dar vida.
Mientras tanto el misterio de la iniquidad reside en todo aquello que se opone y se levanta en contra de la manifestación de la presencia de Cristo, en todo aquello que se opone al conocimiento pleno de Dios en Jesucristo, y en todo aquello que intenta falsificar y suplantar la obra y el gobierno perfecto de Cristo.
Creo que a esta altura se aclara un poco más el panorama con relación a la naturaleza o carácter del espíritu del anticristo y de los anticristos, que contradictoriamente a lo que siempre nos ha hecho ver el mundo y la religión, no es el opuesto al carácter de Cristo, sino por el contrario, una falsificación, es decir algo sublime a los ojos que pretende asemejarse mucho a Cristo.
El carácter de los anticristos no es el de un conjunto de personas desadaptadas, patéticas, hostiles, malas y diabólicas (física y comportamentalmente), sino todo lo contrario, un conjunto de personas humanistas muy religiosas que se muestran como ovejas por fuera, bellas y piadosas, pero en cuyo corazón opera la vanidad de querer desechar a Cristo pretendiendo imitarlo o ayudarlo indignamente desde sus propias capacidades, fuerzas y obras.
Eso quiere decir que el espíritu del anticristo no es la manifestación de lo contrario o antagónico a Cristo, sino la manifestación oculta de aquello y de aquellos que consideran que no necesitan de Cristo y de su obra, y que por eso, se prefieren a si mismos.
El Ministerio de la Iniquidad- Javier Vargas
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