Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


10 de enero de 2012

TEMPORADA EN EL DESIERTO


John Bevere

Usted se acuerda de cuando, en completa frustración, sólo balbuceaba su nombre, y su presencia inmediatamente se manifestaba? Pero ahora, en el desierto, usted quiere gritar: "Dios! Dónde estás?" "He ahí que, si me adelanto, allí no está; si torno para tras, no lo percibo. Si opera a la izquierda, no lo veo; se esconde a la derecha, y no lo diviso" (Job 23:8, 9).

No es así que usted llora? Usted anhela oír a Dios y todo lo que consigue es oír sólo un gran silencio! Usted ora, y su oración no pasa del techo, usted grita: "Dios! Dónde estás?" Y, como Job, mira para todos los lados buscando Dios y no lo percibe.

Usted ni entrevé lo que Dios ha hecho a su favor. Bienvenido al desierto! Quédese sabiendo, sin embargo, que usted no está solo, y sí en buena compañía. Usted anda por donde anduvo Moisés... el mismo Moisés criado como príncipe en el palacio de Faraón. Moisés que tenía una visión de liberación de su pueblo de la esclavitud del Egipto. Aquel Moisés que pastoreo unas pocas ovejas en un canto aislado del desierto durante cuarenta años.

Usted tiene la compañía de José... José, el preferido del papá... José, con sueños de liderazgo y conquistas. José, aún joven, echado en una cisterna y después vendido como esclavo por sus hermanos. José, echado en la fétida prisión de Faraón...Usted está sentado al lado de Job... El hombre descrito por las Escrituras como "el mayor de todos los del Oriente" (Job 1:3). Job, que perdió todo: bienes, hijos, salud y el apoyo de la esposa.

 Pero, lo más importante es que usted estará acompañado del Hijo de Dios, Jesús, que después de recibir del Padre el testimonio de que era su Hijo, después de recibir el Espíritu Santo, se fue para el desierto a enfrentar las fuerzas de las tinieblas. La lista de viajantes del desierto es extensa, pues el desierto es el lugar por donde pasa todo hijo de Dios.

Nos gustaría evitarlo; buscamos un atajo o desvío, pero ellos no existen. La ruta de la tierra prometida pasa, ineludiblemente por el desierto y la tierra no podrá ser conquistada si no le atravesáramos. Si quisiéramos entrar en la tierra prometida, necesitamos entender el tiempo en que vivimos.

 Conociendo los tiempos

"De los hijos de Isacar, conocedores de la época, para que sepan lo que Israel debía hacer..." (1 Cr 12:32). Porque conocían el tiempo de Dios, los hijos de Isacar sabían lo que debían hacer, el paso a continuación.

Aquellos que entienden los tiempos y las épocas del Espíritu de Dios por descontado conocerán lo que Dios quiere hacer, y le obedecerán. Por otro lado, aquellos que desconocen los tiempos y las épocas de Dios, no sabrán lo que Dios está intentando realizar en la vida de ellos, y consecuentemente, no actuarán correctamente. Jesús habla de ese tema en Lucas 12:54-56:

"Dijo también a las multitudes: Cuando vedes aparecer una nube en el poniente, inmediatamente decís que viene lluvia, y así acontece; y, cuando vedes soplar el viento sur, decís que habrá calor, y así acontece. Hipócritas, sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo y sin embargo, no sabéis discernir esta época?" (Lucas 12:54-56).

Usted sabe que el agricultor no cosecha en la época del plantío. Es obvio que él tiene que sembrar en la época del cultivo para poder cosechar en la época de la siega. El cultivo en la época correcta es crucial para obtener una buena cosecha. Si el agricultor planta antes o después del tiempo, no tendrá una buena cosecha, pues las semillas lanzadas en la tierra necesitan adecuarse al suelo y al clima para que se desarrollen. La humedad y el calor, la helada y el frío vendrán antes de la época de la cosecha. Para usufructuar todo lo que el Creador coloca a su disponer, el agricultor necesita entender los tiempos y las épocas. Él sabe la hora de sembrar, cuando arar y el momento correcto de cosechar.

Así aún acontece con La Iglesia: estamos preparándonos para una gran cosecha, y para que recibamos los beneficios de los cuidados de nuestro Supremo Agricultor; Jesús, tenemos que conocer los tiempos y las épocas. Queremos cosechar, pero la época de la siega no llegó; el agricultor aún está limpiando la tierra y podando los ramos.

Jesús reprendió a los judíos por que buscaban las cosas erradas en la hora errada. La Escritura dice: "Todo tiene su tiempo determinado, y hay tiempo para todo propósito bajo el cielo" (Ec 3:1). Nuestro objetivo con este libro es compartir la comprensión de que existe un tiempo especial, con un propósito crucial... en que vivimos en tiempos de desierto, en que trabajemos duro y podemos las plantas, para que los frutos se puedan dar. El propósito del desierto en la vida del creyente es el de prepararlo para algo importante que vendrá.

El desierto tiene su lado bueno, especialmente para aquellos que obedecen a Dios! Hay un propósito con el desierto: Entrenarnos y prepararnos para un nuevo mover del Espíritu Santo. Si esa verdad no estuviere impregnada en nosotros, cuando entremos en el desierto, podremos comportarnos indebidamente. Sin percibir, las personas comienzan a hacer cosas erradas, si usted es tentado en hallar una ruta de escape al desierto antes de percibir la razón de Dios (es decir de haber sido colocado en aquella situación, del porqué del desierto en su vida), usted estará quedándose durante largo tiempo en los lugares yermos. El resultado es que usted pasará a enfrentar dificultades, frustraciones y derrotas, a menos que entienda que fue Dios quién lo llevó al desierto y que él es quien está cuidando de usted. Fue esto lo que aconteció con el pueblo de Israel. Porque no entendieron la razón por la  que fueron llevados hacia el desierto, toda una generación murió antes de entrar en la tierra prometida. Dios quería probarlos, prepararlos y entrenarlos en el desierto, pero el pueblo no entendió de esa manera, creyendo que Dios los estaba probando. Por eso el pueblo murmuró, reclamó y constantemente pecó.

Cuando llegó el momento de que dejaran el desierto, entrando definitivamente en la tierra prometida, dieron oídos al informe de los espías miedosos. Llevados a escoger entre las promesas de Dios a su favor, acompañadas de la capacitación divina, y la visión humana acompañada de la incapacidad humana, escogieron la última, despreciando al propio Dios. Creían que no podrían heredar la tierra que manaba leche y miel, como Dios había prometido, por eso Dios les dijo: "Voy a daros lo que vosotros merecéis". "Estas cosas les sobrevinieron como ejemplos y fueron escritas para advertencia nuestra, de nosotros a otros sobre quienes los fines de los siglos han llegado" (1 Co 10:11).

Actuaron erróneamente por que desconocían la naturaleza y el carácter de Dios. Y lo que parecía ser una jornada corta en el desierto, se prolongó por "toda la vida".

Aquellos que saben que para entrar en la tierra prometida necesitan atravesar el desierto, enfrentan las dificultades con alegría, sabiendo que además de ese lugar seco e inhóspito, la "tierra prometida" los aguarda. Esa visión de la gloria futura los capacita para terminar la jornada, les da coraje para enfrentar los obstáculos, a fin de que sean "perfectos e íntegros, en nada deficientes" (Santiago 1:4). Dios está preparando vasos útiles para su servicio, aptos  para que reciban el nuevo mover de Espíritu Santo.

El Desierto no es lugar de reprobación

En este libro, trataremos de lo que es y de lo que no es el desierto. Hablaremos del propósito, beneficios y juicios que de ahí advienen. Oro a Dios a fin de que los ejemplos, las ilustraciones y las palabras instructivas que el Espíritu Santo me llevó a compartir con usted lo ayuden a caminar sabiamente en esta tierra, durante el tiempo del desierto por el cual usted tendrá que pasar.

Tomemos como ejemplo a nuestro Señor Jesús, que enfrentó con éxito los días de su entrenamiento en el desierto. En Lucas 3:22, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en la forma visible de una paloma y se oye al Padre proclamando:

 "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco". Él no sólo lo proclamó para que todos supieran que Jesús era su Hijo; Dios insistió en anunciar que tenía placer en él. Aun así, en Lucas 4:1, "Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue guiado por el mismo Espíritu, hacia el desierto". Sólo ese hecho debería recordarnos que la razón por la que somos llevados hacia el desierto no es porque fuimos desaprobados o porque estamos siendo probados por Dios. Jesús fue aprobado por Dios y llevado al desierto! Necesitamos dejar eso bien claro inmediatamente en el inicio de este libro.

Ese es un asunto que necesita ser comprendido antes de que prosigamos adelante!

Otro punto que tiene que ser entendido es que Dios no lo trajo a usted para el desierto dejándolo solo y haciéndolo blanco fácil para la acción de Satanás. La segunda generación de los hijos de Israel que vivió en el desierto recibió de Dios la siguiente promesa: "acuérdate de todo el camino por el cual el Señor, tu Dios, te guió en el desierto estos cuarenta años..." (Dt 8:2).

Entienda bien: el Señor no para de actuar en nuestra vida sólo porque estamos en el desierto. Él nos conduce por él, y sin él nunca llegaríamos al otro lado! Además, el desierto no es un lugar donde somos dejados, "como en una estantería", hasta que él nos vuelva usar, no es así que Dios actúa con nosotros. Al contrario, el desierto es un periodo de tiempo en el cual él actúa en nosotros constantemente. Usted conoce la expresión "no se ve la flor a través de los árboles?" De la misma forma se da con el desierto: Es difícil ver la mano de Dios actuar en nosotros cuando estamos en el desierto.

 El Tercer punto que debe quedar bien claro es este: el desierto no es un lugar de derrota, por lo menos para aquellos que obedecen Dios! Jesús, débil y hambriento, sin nadie a quién recurrir y sin nadie que lo animara; sin ningún consuelo o manifestación sobrenatural, durante cuarenta días, fue atacado por el Diablo en el desierto.

Jesús derrotó al Diablo usando la Palabra de Dios. El desierto no es un lugar de donde los hijos de Dios salen derrotados; es lugar de victoria.

Como dice la Escritura: "Gracias, sin embargo a Dios, que en Cristo siempre nos conduce en triunfo..." (2 Co 2:14). Mientras peregrinaba en el desierto, el pueblo de Israel era constantemente hostilizado por las naciones de alrededor. La orden era: ¡Luchen! Los israelitas derrotaron los amorreos (Nm 21:21-25), los madianitas (Nm 31:1-11) y el pueblo de Basa (Nm 21:33-35).

Si el propósito de Dios para con ellos fuera la derrota, no ordenaría que defendieran su posición. Sin embargo, muchos no consiguieron entrar en la tierra prometida, murieron antes. No era eso lo que Dios pretendía; las muertes ocurrieron a causa de la desobediencia del pueblo. Espero que esta breve disertación sirva para dejar bien claro que la razón del desierto en nuestra vida no es porque fuimos desaprobados, o porque fuimos olvidados por Dios. El desierto tampoco es el lugar donde Dios nos lleva y nos deja vagando solos.

Es un lugar de victoria, si sólo obedecemos y  creemos en Dios!
Victoria en el Desierto - John Bevere

No hay comentarios.:

"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry