John Bevere
"Hermanos, no quiero que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron por el mar, habiendo sido todos bautizados, así en la nube como en el mar, con respecto a Moisés.
Todos ellos comieron de un sólo manjar espiritual y bebieron de la misma fuente espiritual; porque bebían de una piedra espiritual que los seguía. Y la piedra era Cristo" (1 Co 10:1-4).
Pablo afirma que todos los israelitas eran hijos de la alianza, descendientes de Abraham. Todos peregrinaron bajo la protección de la nube de Dios, fueron bautizados en Moisés, un tipo de Cristo, nuestro Redentor y todos participaron del alimento y del agua que era Cristo. Claro está, por lo tanto, que la nación de Israel era un tipo de la iglesia del Nuevo Testamento.
Varias veces Pablo utiliza la palabra "todos", como a decir:
"No estamos hablando de los impíos, hermanos, estamos hablando del pueblo de Dios". Y él a continuación afirma: "Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos, razón por qué se quedaron prostrados en el desierto. Ahora, estas cosas se hicieron ejemplos." (1 Co 10:5, 6).
He aquí las cinco principales razones que llevaron al pueblo a desagradar Dios:
1. El pueblo era ambicioso e inclinado al mal.
2. El pueblo también era inclinado a la idolatría.
3. Era pueblo inmoral que se prostituía constantemente.
4. Vivían tentando al Señor
5. Murmuraban contra el Señor.
Después, Pablo continúa diciendo: "Estas cosas les sobrevinieron como ejemplos y fueron escritas para advertencia nuestra, de nosotros otros sobre quienes los fines de los siglos han llegado" (1 Cor 10:11).
Si tales ejemplos fueron dejados en la Biblia como forma de instrucción para nosotros, necesitamos entenderlos. Esas cinco áreas del pecado muestran que había un problema, o una raíz profunda a ser tratada en la vida del pueblo. El autor del libro de Hebreos describe las mismas cosas, apuntando hacia la causa del pecado del pueblo.
"Por eso, me indigné contra esa generación y dijo: Estos siempre fallan en el corazón; estos tampoco conocieron mis caminos" (Heb 3:10). La fuente del error estaba en el corazón de ellos, razón por qué sus obras eran malas! Si la persona tiene el corazón recto delante de Dios, todo lo que haga se alineará con la voluntad de él. Si el corazón no fuere recto, la persona se queda de este lado del llamamiento divino. Su blanco debe ser alcanzar el premio de la soberana vocación de Dios, conociéndolo mejor. Con un punto errado, acertaremos el blanco errado.
Pablo dijo en Filipenses 3:13, 14: "Hermanos, en cuanto a mí, no juzgo haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidándome de las cosas que para atrás se quedan y avanzando para las que delante de mí están, prosigo para el blanco, para el premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús".
Para que alcancemos la soberana vocación de Dios en la vida, de entrada necesitamos concientizarnos de que aún no lo alcanzamos; que no llegamos a perfección y que necesitamos continuar esforzándonos, transformándonos y creciendo en Dios. Es común que personas que alcanzan una posición cómoda en la cual se acomodan, ya no hacen el menor esfuerzo para "proseguir". Firman sus patrones personales comparándose a los demás o se acomodan en una posición de confort. Es aquí que dejan de buscar a Dios por lo que Él es, buscándolo sólo para conseguir su ayuda y favor. Pierden el objetivo, el blanco se queda "fuera de foco" y comienzan a errar en el corazón.
A veces, esas personas buscan escalar posiciones en la Iglesia, pensando en la fama y en la popularidad. Pierden el énfasis en Dios y la colocan en sí mismas.
El pueblo de Israel no recogía a Dios, por eso no conoció sus caminos. Se quedaba cautivado viendo a Dios operar maravillas y quienes no se cautivarían? Vibraba con cada milagro realizado, porque los milagros le traían beneficios personales. El blanco para las personas eran ellas mismas, y no Dios! Y si Dios no se manifestaba con poder, se desviaban.
Si Moisés estaba en la cumbre del monte, hacían fiesta; se quedaban contentos con los beneficios de la salvación. El pueblo no tenía deseo ardiente de conocer más de Dios. No había interés en "proseguir" y fortalecer una relación más íntima con Él.
En cierta ocasión, Dios ordenó que Moisés descendiera del monte y consagrara al pueblo, porque El habría de manifestarse en el Sinaí delante de todo el pueblo, y hablaría con ellos como había hablado con Moisés. El día cuando Dios se manifestó en medio de truenos y relámpagos, el pueblo huyó. “Todo el pueblo presenció los truenos, y los relámpagos, y el sonido de la trompeta, y el monte humeante; y el pueblo, observando, se estremeció y se quedó de lejos. Dijeron a Moisés: Háblanos tú, y te oiremos; sin embargo no hable Dios con nosotros, para que no muramos" (Ex 20:18, 19). Intercedieron delante de Moisés:
"Por favor, hable usted con Dios y nosotros obedeceremos a todo lo que El le diga" (paráfrasis). Eso indica que querían sólo recibir de Dios, dejando de lado cualquier relación con él. El pueblo optó por querer obedecer los mandamientos de Dios, sin relacionarse con Él.
Como mantenerse fiel a alguien que usted no conoce, con quien nunca se encontró? Las personas recogían una fórmula y no una relación, razón por la que Dios les dio los diez mandamientos. Sin embargo, año tras año, y un siglo después, fueron incapaces de guardar los mandamientos de Dios. Dios avisó de antemano que ellos no obedecerían sus leyes grabadas en tablas de piedra, y por eso planeó escribirlas en el corazón de ellos.
Con eso en mente, necesitamos analizar la Iglesia en nuestros días. Cuantos, por mejor malintencionados que sean, buscan obedecer a los mandamientos de Dios? Sufrimos bajo el yugo de promesas no cumplidas, hasta que el peso se queda tan pesado que apenas conseguimos erguir la voz en oración.
Corremos detrás de nuestros pastores, de amigos, de compañeros de trabajo, esperando que intercedan ante Dios en nuestro favor, trayendo una palabra de Dios para nosotros. Somos como el pueblo de Israel que quiere obedecer las leyes sin una buena relación con El Señor. Erramos en nuestro corazón! Jesús dijo en Juan 14:21:
"Aquel que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y aquel que me ama será amado por mi Padre, y yo también le amaré y me manifestaré a él".
Yo siempre leía ese texto bíblico creyendo que el Señor estaba diciendo: "John, si usted obedece a mis mandamientos, estará probando que me ama". Entonces, cierto día, sentí de Dios que debería leer el texto nuevamente. Al leerlo, el Señor me dijo: "Usted no entendió el sentido del texto. Léalo de nuevo". Leí otra vez el texto. Leí el mismo texto unas diez veces y tuve que confesar al Señor, diciendo:
"Me perdona, Señor, me perdona la ignorancia y me muestra el sentido del texto".
Dios me dijo:
"John, no estoy afirmando que guardando los mandamientos usted estará probando que me ama. Sé cuándo una persona me ama o no. Lo que yo quiero decir es que, si una persona me ama de todo corazón, estará capacitada a cumplir mis mandamientos". Obedecer a los mandamientos es fruto de una relación, y no del cumplimiento de la ley! Yo veía los mandamientos como una ley y Dios me mostró la importancia de la relación. La relación viene antes de la ley!
Dios no se revela a través de leyes y mandamientos. No se encuentra a Dios en métodos; el Dios Todopoderoso no puede ser hallado en una fórmula! Y esa es la percepción que muchos tienen del Señor.
Sustituyen la relación con Dios creando fórmulas, como los siete pasos para la sanidad, los cuatro pasos de la salvación o los cinco pasos para la prosperidad y para el bautismo en el Espíritu Santo.
La imagen que las personas tienen de Dios es aquella adquirida en base a promesas, donde se cita una promesa siempre que se necesita de una respuesta divina. No es de admirar que los miembros de nuestras iglesias se hayan en tantos problemas con el pecado! Por qué los mandamientos son tan difíciles de ser obedecidos? Porque el error está en los corazones!
Vamos a comparar de la siguiente manera. Usted alguna vez sintió que estaba apasionado? Cuando me enamoré de Lisa, mi esposa, pensaba en ella noche y día. Ella nunca salía de mis pensamientos. Hacía de las tripas corazón para poder verla todos los días. Ella daba un suspiro y yo imaginaba que ella quería alguna cosa.
Yo paraba el coche, y entraba en la primera tienda pensando en agradarle con lo que ella deseara. Yo no necesitaba esforzarme para hablar a mis amigos sobre ella... yo la elogiaba en todos los lugares. Todo el mundo sabía que yo estaba apasionado por ella!
El intenso amor que sentía por ella me animaba a hacer lo que ella deseara. Yo no hacía aquellas cosas para probar que la amaba; las hacía porque estaba apasionado por ella.
Algunos años después de casado, comencé a dar mayor atención a otras cosas, como el ministerio, y me era difícil hacer cualquier cosa por ella. Confieso que ya no pensaba en ella como antes. Comencé a darle presentes sólo en Navidad, en el aniversario de bodas y el día de su cumpleaños... y necesitaba hacer un esfuerzo tremendo! Nuestro matrimonio entró en crisis.
Nuestro primer amor estaba muriendo! Y, debido al hecho de que la intensidad del primer amor ya no existía, todo se hacía más difícil para mí. Dios, en su misericordia, me permitió ver a qué punto había llegado y graciosamente reencendí la llama de nuestro amor, salvando nuestro matrimonio. A la luz de ese hecho podemos entender lo que dijo Jesús:
"Tengo, sin embargo, contra ti que abandonaste tu primer amor. Recuerda, pues, de donde caíste, y arrepiéntete y vuelve a la práctica de las primeras obras; y, si no, vengo a ti y moveré de su lugar tu candelero, en caso de que no te arrepientas" (Ap 2:4, 5).
El comportamiento de Moisés era bien diferente al del pueblo de Israel. Él no se contentaba solo con adorar a Dios.
Al ver la manifestación de la presencia de Dios, se aproximó aún más. "El pueblo estaba de lejos, en pie; Moisés, sin embargo, se llegó a la nube oscura donde Dios estaba" (Ex 20:21).
Moisés ejercía un gran liderazgo entre el pueblo y conseguía mantener su autoridad sobre una congregación de casi tres millones de personas. A pesar de haber visto tantos milagros, Moisés no se daba por satisfecho sólo con los milagros, él quería conocer mejor al Señor. Preste atención al tipo de oración de Moisés después de haber presenciado tantos milagros: "Ahora, pues, si hallé gracia a tus ojos, te ruego que me hagas saber en este momento tu camino, para que yo te conozca... si tu presencia no va conmigo, no nos hagas subir de este lugar... Entonces, él dijo: Te ruego que me muestres tu gloria" (Ex 33:13-18).
He ahí el clamor de Moisés! Él está diciendo: "Señor, no me quedaré satisfecho hasta que te conozca mejor". Para conocerlo íntimamente necesitamos conocer sus caminos. A aquellos que le buscan, Dios les revela sus caminos, no sólo su poder. Obviamente, aquellas personas que conocen el corazón de Dios, caminarán bajo el manto de su poder. "... Pero el pueblo que conoce a su Dios se hará fuerte y activo" (Dn 11:32).
En el inicio de mi ministerio, yo solía tomar una o dos horas en oración todas las mañanas. Oraba más o menos así: "Dios, úsame para la salvación de almas, que pueda para sanar a los enfermos, expulsar los demonios..." Día tras día repetía la misma oración, sólo con palabras diferentes. Me sentía impotente y clamaba Dios, diciéndole que quería tener un gran ministerio.
Cierto día, sin embargo, Dios habló conmigo, diciendo: "hijo, sus oraciones son egoístas". Me llevé un susto. "Por qué usted quiere hacer todo eso?", me preguntó. "Siempre oigo la misma oración repetitiva: úsame, úsame; usted es el centro de sus propias oraciones". Y él continuó: "No creé usted que más que sanar enfermos y expulsar demonios, mi propósito es tener comunión con usted". Al seguir, me mostró cosas que jamás olvidaré... Judas expulso demonios y sano enfermos!
Es eso así! Cuando Jesús envió a sus discípulos, Judas estaba en medio de ellos; con todo él traicionó a Jesús. Mis objetivos estaban fuera de foco. “El blanco de la soberana vocación de Dios es conocer al Señor Jesús el Cristo"
(Filipenses 3:10).
Algunos años atrás, mi esposa tuvo la misma experiencia mientras oraba, preparándose para una reunión, el Señor le dijo: "Lisa, Yo no uso las personas; Yo derramo sobre ellas mi unción, Yo las sano, las transformo y las llevo a ser mi imagen, pero nunca las uso". Dios le preguntó: "Lisa, usted ya se sintió usada por alguien?" Ella respondió: "Sí". El Señor continuó: "Y como se sintió?" Ella le respondió: "me sentí traicionada!"
El Señor continuó hablando con ella: "Muchos obreros lloran delante de mí, pidiendo que yo los use; úsame para sanar; úsame para salvar las personas...” y yo hago lo que me piden, pero después, ellos se hacen tan ocupados con el ministerio, que me olvidan y me quitan del corazón.
Nunca se esfuerzan en conocer mis caminos, y edifican reinos para sí mismos. Cuando comienzan a enfrentar problemas, claman a mí, pero se sienten ofendidos cuando no respondo a sus oraciones.
Acontece, Lisa, que tales personas jamás mostraron interés en conocerme. Después de algún tiempo, notan que estaban sólo siendo usadas por mí, se quedan enfurruñadas conmigo y me abandonan, porque no me conocían".
Imagine una mujer cuyo único interés es el de producir hijos para su marido, sin ningún interés por conocerlo íntimamente. Los únicos momentos de intimidad acontecerían en la hora de hacer hijos. Parece absurdo, pero en nada difiere del tipo de relación que tenemos con Dios, clamando "úsame, úsame" cuando ni relación con Él tenemos. Cuando tenemos intimidad con Dios, los hijos vienen de forma natural, tal cual en la relación hombre y mujer. Y por eso que Dios dice en Daniel 11:32:
"... pero el pueblo que conoce a su Dios se hará fuerte y activo". El pueblo judío tenía un corazón vuelto para el mal, era inclinado hacia la idolatría, vivía una vida de inmoralidad sexual, murmuraba y provocaba Dios. Esa era la raíz de sus pecados. El pueblo no buscaba ni anhelaba lo que era correcto. Buscaba la criatura, en vez de al Creador.
Un buen ejemplo de alguien que, en pleno desierto tenía el corazón para con Dios, era Josué. Cuando Moisés subió al monte Sinaí, Josué se quedó al pie del monte, pues quería quedarse lo más cerca posible de la presencia del Señor. Cuando Dios se encontraba con Moisés en el tabernáculo, Josué se quedaba en las proximidades para poder ver la presencia del Señor, y aún después de Moisés dejar el lugar, Josué permanecía junto al puesto.
"Hablaba el Señor a Moisés cara a cara, como cualquiera que habla a su amigo; entonces, volvía Moisés para el campamento, sin embargo el joven Josué, su servidor, hijo de Nun, no se apartaba del puesto " (Ex 33:11).
Observe atentamente las palabras de Pablo: "Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos, razón por la que se quedaron prostrados en el desierto" (1 Co 10:5).
Por qué los israelitas murieron en el desierto? Porque tenían a sí mismos como blanco, y no a Dios. Examinando el libro de Josué (la historia de la segunda generación, la que entró en la tierra prometida), observamos que las cinco áreas de pecado, tan fuertemente manifestadas en la generación anterior, ya no aparecían con frecuencia entre ellos.
Aconteció una única vez con Acán, y el liderazgo de Israel inmediatamente actuó, eliminando el mal de entre el pueblo. La segunda generación fue diferente, pues sus padres murieron en el desierto poco antes de que llegaran a la tierra prometida. Los hijos de aquellos que murieron en el desierto actuaron diferente: ellos querían la presencia de Dios!
El desierto sirve para manifestar los motivos de nuestro corazón, separando el egoísmo de la generosidad. Pida al Espíritu que separe y pese los motivos de su corazón, separando las cosas que entorpecen su comunión con Dios de aquellas que lo impelen a proseguir. Hágase un siervo prudente, recogiendo las cosas que benefician la relación con Dios, sabiendo que todas las demás cosas vendrán como resultado de esa relación con Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario