John Bevere
Frecuentemente, sin darnos cuenta, buscamos a Jesús por motivos equivocados. Sin querer, lo usamos como la "lámpara de Aladino". Nosotros lo reducimos a una fuente de ayuda para los momentos de crisis.
El Señor, tu Dios, te guió en el desierto estos cuarenta años, para humillarte, para probarte, para saber lo que estaba en tu corazón... “(Dt 8:2).
Imagínese en una situación así: usted es un judío recién liberado de la esclavitud y acaba de tener una experiencia terrible e impresionante, pasando por en medio del mar, en medio la dos enormes paredes de agua.
Usted corrió con todas sus fuerzas intentando alcanzar el otro lado, salvo y libre. Mirando hacia atrás, usted vio el momento en que aquellas enormes paredes de agua cayeron sobre los enemigos, ahogándolos en las profundidades del mar.
Salvo y seguro en el otro margen, usted se juntó al bloque de los que bailaron y se alegraron por tan grande liberación delante del Señor. Con Dios a su lado, usted se imaginó invencible! Un pensamiento le ocurre: Nunca, jamás, abandonaré al Señor ni dudaré de su Palabra!
Pero ahora el escenario cambió. Varios días se pasaron desde el gran milagro del mar abriéndose, y usted ya está cansado, con sed, hambriento y enfrentando un calor insoportable. Aún ni llegó a los límites de la tierra "prometida"; al contrario, anda errante por el desierto en medio de las serpientes y escorpiones. Usted ahora no está bailando, cantando y regocijándose delante del Señor, proclamando que Él "lanzó en el mar al caballo y sus jinetes".
Vea bien, usted está insultando a su líder y gritando a todo pulmón: "Por qué nos trajiste del Egipto para este desierto? Quieres matarnos a nosotros y a nuestros hijos de sed y hambre?"
Reflexione conmigo. Usted cree que Dios lo quitaría poderosamente de Egipto para dejarlo a usted errante, confuso, sediento, hambriento y sujeto a morir en el desierto? Que propósito tenía Dios en mente?
Así como el Señor condujo al pueblo de Israel de Egipto para el desierto, de la misma forma él lo guía. Fue Dios quién lo condujo, y no el Diablo. Y existe un propósito para este tiempo de sequedad. Dios quiere humillarlo y probarlo para ver si su corazón es perfecto delante de él. Él quiere conocerlo mejor. "Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te sostuvo con el maná... “(Dt 8:3). Dios humilló al pueblo, dejándolo pasar hambre. Sin embargo, la declaración siguiente parece sin sentido: Dios sostuvo a aquel pueblo con el maná. Como hizo al pueblo pasar hambre, si este mismo pueblo era alimentado con el maná?
Analice conmigo. El maná es el mejor de los alimentos; es la comida de los ángeles. Elías recibió fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches, después de comer dos tortas hechas por los ángeles. Y había maná en abundancia en el desierto. Un cargamento llegaba del cielo todas las mañanas.
Nunca nadie perdió la hora del almuerzo...y eso, durante cuarenta años, comenzando con la jornada en el desierto, hasta divisar la tierra prometida. Entonces, por qué Dios dijo que dejó al pueblo "pasar hambre"? De qué tipo de hambre Dios está hablando? Necesitamos entender el asunto, examinando la manera como el pueblo vivía en el desierto.
Hagamos una comparación con nuestro día-a-día. Supongamos que todos los días en el desayuno usted tenga sólo un pedazo de pan. En el almuerzo, pan, y pan de nuevo para la cena. Sin mantequilla, mermelada, mortadela, jamón, queso, mayonesa, sardina... sólo pan.
Pero vea bien. No estamos hablando de días, semanas o meses. Estamos hablando de cuarenta años teniendo, como dieta alimenticia, el pan. En cierta ocasión llevé un grupo de cincuenta y seis jóvenes, en una misión de ocho días a Trinidad, en Caribe. La iglesia que nos hospedó en Trinidad suministró las comidas. Nos trataron como a príncipes, a pesar de darnos pollo para comer todos los días. Lo preparaban de diversas maneras empapado, con arroz, a la salsa, frito, a la milanesa, churrasco, relleno, pero siempre era pollo!
Después de comer pollo durante ocho días, no consentíamos ni oír más nada sobre la gallina. Queríamos comer alguna cosa diferente. Teníamos hambre de otro tipo de comida. Uno de los jóvenes, inmediatamente que llegó a casa, preguntó a la madre lo que ella había preparado para el almuerzo. "Pollo", respondió la madre. Él prefirió comprar una hamburguesa al vendedor de la esquina.
Después de ocho días comiendo dos comidas diarias a base de pollo, estábamos desfalleciendo. Imagínese comer la misma cosa durante cuarenta años! No fueron cuatro años; fueron cuarenta años! Fue así que Dios los hizo tener hambre. Dios no dio lo que el pueblo deseaba, les dio sin embargo, lo que necesitaban. Ellos tuvieron hambre de otras cosas.
Nos cautivamos al saber que sus ropas y calzados nunca se gastaron. Pero, imagínese usando la misma ropa durante cuarenta años! Usted estaría siempre fuera de moda! Sin ropas nuevas, sin tiendas, sin centro comercial... las mismas ropas y calzados todos los días... Nada nuevo en cuarenta años!
Tenían lo que necesitaban: casa y comida, protección contra el frío y el calor, pero no lo que deseaban! Tenían hambre de ver nuevos paisajes.
Durante cuarenta años, veían todos los días el mismo escenario: arena, piedras, cactus, tierra seca. Ninguna palmera, arroyos de aguas transparentes, florestas, árboles, lagos adornados de pinos y flores... sólo el desierto!
A la luz de lo que hablé, veamos nuevamente el texto: "Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te sostuvo con el maná, que tú no conocías, ni tus padres conocían, para enseñarte que no sólo de pan vivirá el hombre, pero de todo lo que procede de la boca del Señor vivirá el hombre" (Dt 8:3).
Que hizo Dios? Los dejó hambrientos de todo lo que pudiera satisfacer los antojos de la carne, y jamás privó Al pueblo del "arroz con judía", del sostén fundamental. Su objetivo? Probarlos.
En qué consistía la prueba? Dios quería probarlos para saber si lo amaban más que todo lo que dejaron atrás; si lo deseaban más que a las cosas del mundo; si tendrían hambre y sed de su presencia, y no de los placeres y el confort del mundo!
Vea lo que dijeron: Y el populacho que estaba en medio de ellos vino a tener gran deseo de las comidas de los egipcios; pero lo que los hijos de Israel hicieron fue llorar y también dijeron: "Quién nos dará carne a comer? Nos acordamos de los peces que, en el Egipto, comíamos de gracia; de los pepinos, de los melones, de los ajos silvestres, de las cebollas y de los ajos. Ahora, sin embargo, se seca nuestra alma, y ninguna cosa vemos sino este maná " (Nm 11:4-6).
Tenían añoranzas del Egipto y de las cosas que allí poseían (el Egipto representa el sistema mundano).
La esclavitud del Egipto, con todo el sufrimiento, les era preferible a esa situación que vivían en el desierto.
Comenzaron a reclamar y a murmurar, pidiendo carne. Dios los oyó: "Les concedió lo que pidieron (carne, codornices)...comieron y se hartaron a valer; pues les hizo lo que deseaban. Sin embargo no reprimieron el apetito. Tenían aún en la boca el alimento..." (Sal. 106:15; 78:29, 30).
Recibieron lo que querían, pero pagaron un precio muy alto! Con la carne, les vino el deseo del alma. Ese "deseo" los dejó incapacitados. No pasaron la prueba de Dios; consecuentemente, nunca entraron en la tierra prometida! No había problema ni pecado en pedir carne. El problema era la motivación del pedido que revelaba la insatisfacción del pueblo para con Dios; su pedido traía a tono el intenso antojo por las cosas antiguas.
Siempre que se acordaban de las comidas del Egipto, sentían agua en la boca! Creo que, estos días, Dios llevó su Iglesia hacia el desierto. Espiritualmente, América es una tierra árida y sedienta. Llegó el momento de que seamos probados. Una vez más Dios quiere ver si su pueblo quiere recoger su faz o su mano.
La faz representa la naturaleza de Dios y su carácter. Su mano representa provisión y poder. Si usted recoge sólo su mano, ciertamente no verá su cara. Si busca su rostro, por descontado conocerá su mano!
Los fariseos no reconocieron el rostro de Dios en la persona de Jesús. Anhelaban el sueño de ser liberados del dominio romano y esperaban solo eso de Jesús. Para ellos, en las manos de Jesús estaba la liberación del yugo político. Tenemos que ser diferentes de ellos. Si tuviéramos el corazón en Dios, si lo amáramos, si lo obedeciéramos, y buscáramos su rostro en medio del desierto, él levantaría los precursores que como Josué, llevarían al pueblo para la tierra prometida, participando de la cosecha de las naciones. Dios está irguiendo la "generación Josué" y como en aquellos días, el lugar del entrenamiento es el desierto.
El desierto, con toda su aridez, elimina los murmuradores, los rebeldes y los que contienden; la purificación es hecha de la misma forma en que se separa la paja del grano.
Aquellos que recogen sólo los beneficios de la promesa y no recogen al "dueño de las promesas", por descontado morirán en el desierto. Una cosa es recoger al Señor por aquello que Él puede dar; otra bien diferente es recogerlo por aquello que Él es! En el primer caso, se recoge el beneficio, y el motivo es el egoísmo.
Una relación débil e inmadura es todo lo que se espera como fruto de esa motivación. Ahora, cuando se recoge al Señor por aquello que Él es, se construye una relación sólida, fuerte, durable!.
"Cuando, pues, vio la multitud que Jesús no estaba allí ni sus discípulos, tomaron los barcos y partieron para Cafarnaúm en busca suya. Y, habiéndolo encontrado en el otro lado del mar, le preguntaron: Maestro, cuando llegaste aquí? Les respondió Jesús... vosotros me buscáis, no porque visteis señales, pero porque comisteis de los panes y os hartasteis" (Juan 6:24-26).
Las multitudes salieron en busca de Jesús y lo encontraron en el otro lado del mar de Galilea. Jesús, mirando las multitudes que habían rodeado el lago para encontrarlo, reprendió al pueblo porque este lo recogía no a causa de las señales que había hecho, y sí porque se habían hartado de panes y peces.
Tenemos que preguntar: "Para que sirven las señales?" Ellas dan la orientación del rumbo a ser seguido. Una señal nunca apunta para sí misma, pero indica algún lugar o cosa.
Jesús sabía que el pueblo lo buscaba, no porque habían visto señales y milagros, que indicaban la presencia del Mesías, pero si porque querían llenar el estómago. En nuestros días, acontece la misma cosa: Las personas buscan a Jesús por motivos errados. Buscamos a Dios a causa de las bendiciones, y no porque le amamos. A los ojos del pueblo, Jesús es sólo un producto con "mil y una utilidades". Nosotros lo reducimos a un producto de mercado!
Usted debe haber tenido amigos que lo buscaron sólo cuando necesitaban alguna cosa, no es así? Peor aún; usted conoce a alguien que buscó su amistad sólo por intereses personales? Quién sabe si él quería vivir bajo el techo de su influencia, dinero, bienes materiales o posición? No había amor verdadero o cariño especial por usted, era sólo por interés. Si usted ya experimentó una amistad así, sabe lo que es sentirse usado! Y esa actitud egoísta permea la sociedad y la propia Iglesia. El egoísmo está por detrás de la gran cantidad de divorcios en todo el mundo. Incluso en la iglesia los jóvenes se casan con fines egoístas.
Fallan por que no reconocieron que la boda es una alianza de amor, y no un contrato. Se casan pensando en los beneficios que el cónyuge podrá traer a su vida. Si el cónyuge no corresponde a esa expectativa, se casan nuevamente con otra persona, ignorando que, a los ojos de Dios, la alianza es mucho más importante y mucho más fuerte que un contrato.
Existen muchas personas descontentas en la iglesia; son personas que perdieron el primer amor. Muchos miembros de las iglesias están desviándose y abandonando la fe. Quieren al Señor sólo por aquello que Él puede hacer por ellos y no por lo que Él es.
Mientras Dios les da lo que quieren, se sienten felices y animados, pero en la hora de la prueba, los motivos de su corazón vienen aflorando. Siempre que el foco principal sea el individuo, viene la murmuración. Eso fue lo que aconteció con el pueblo de Israel. En el momento en que fue liberado de las zarpas de Faraón, el pueblo se regocijó sobremanera e hizo una gran celebración! "La profetisa Myriam, hermana de Aarón, tomó un tamborín, y todas las mujeres salieron detrás de ella con tamborines y con danzas. Y Myriam les respondía:
Cantad al Señor, porque gloriosamente triunfó y precipitó en el mar al caballo y su caballero" (Ex 15:20, 21).
El pueblo se quedó impresionado con la grandeza del poder de Dios. El corazón de ellos vibraba de alegría porque habían sido libertados del Egipto. Sin embargo, sólo tres días después, en el desierto del Sur, encontraron aguas amargas y comenzaron a murmurar. "Y el pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: Que hemos de beber?" (Ex 15:24). El pueblo inmediatamente se olvidó de que Dios, que dividió el mar Rojo, podría hacer de las aguas amargas agua potable! Se olvidó también de que Moisés era el mismo líder de tres días atrás. No obstante, Dios purificó aquellas aguas y el pueblo sació su sed.
Algunos días después, murmuraron por que no tuvieron que comer y lamentaron: "En el Egipto era bien mejor"! "Toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; les dijeron los hijos de Israel: Mejor es que hubiéramos muerto por la mano del Señor, en la tierra del Egipto, cuando estábamos sentados junto a las ollas de carne y comíamos pan a hartar! Pues nos trajisteis a este desierto, para que matéis de hambre toda esta multitud" (Ex 16:2, 3).
Ahora murmuraban contra Moisés y Aarón. En el versículo ocho, Moisés muestra el error al pueblo:
"Vuestras murmuraciones no están contra nosotros, y sí contra el Señor". Y la historia es siempre la misma: En la hora en que enfrentamos las dificultades del desierto, hallamos a alguien en quien colocar la culpa. Generalmente se acusa al liderazgo, a la familia y a los amigos. Muchos de nosotros, por temor, nunca hablaríamos contra Dios directamente.
Por qué entonces murmuraron contra Aarón y Moisés (y por lo tanto contra el Señor)? En el modo de pensar de ellos, Dios los había desapuntado. Dios está colocando el plomo y midiendo con su corazón, el corazón de la Iglesia en América. Es tiempo de que busquemos al Señor para que seamos encontrados fieles!
Victoria en el Desierto - John Bevere
No hay comentarios.:
Publicar un comentario