Javier Vargas
Se ha presentado el bautismo como la puerta de entrada al redil del cristo romano, que se inicia con una petición predeterminada que hacen los padres al funcionario romano, que con antelación ha manifestado: “Que pedís a la iglesia de Dios”, a lo cual los padres deben responder: “el bautismo y la vida eterna”. Catecismo 977 Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y a un bautismo de tipo espiritual (que más adelante se aclara):
Romanos 6:4 “Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como el Cristo resucitó de los muertos a gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.”
Observemos como aquí, lo importante era que el eunuco entendiera lo que leía para poder creer de todo corazón y ser bautizado, curiosamente el sistema Romano quiere apilar en sus catedrales a miles de personas que no conocen ni entienden las escrituras, pues de ser así quedaría al descubierto su sacra mentira, por lo tanto, apelan a una fórmula abyecta de ritos pomposos con vestiduras y sombreros monárquicos y descrestantes, vasijas de oro relucientes, ornamento pulcro en medio de incienso y música sacra, y lo que se puede considerar un descaro; volver, por orden de Joseph Ratzinger alias Benedicto XVI, a la nefanda práctica de realizar la misa en latín. Es inconcebible que al rebaño, fuera de que se le miente, se le tenga que mentir en otra lengua. Esta práctica había perdido su vigencia hace tan solo contadas décadas. De esta manera, el mero rito desprovisto del verdadero contenido, no puede trasmitir al individuo una nueva naturaleza que le permite al hombre comunicarse con Dios.
El bautismo por si solo no engendra un nuevo nacimiento en el Espíritu, sino que actúa como una manifestación pública, que da testimonio de una regeneración donde ya existe. En ese sentido, la manifestación pública del bautismo actúa como lo hace un sello en un título valor, donde por lo general, al final del documento, se coloca una señal de aprobación a un contenido que es claro y preexistente.
Reflexionando sobre el contenido del capítulo primero de este escrito, no podríamos aceptar que un rito tan tirado de los cabellos pueda místicamente remediar una enfermedad o pecado congénito y mortal, consistente en que cada persona decida por cuenta propia qué es el bien y el mal, asunto este que separó la criatura de su Creador. Cuando un infante muere sin el bautismo canónico, no tiene que hacer antesala en el limbo, pues no tuvo oportunidad de “disfrutar” de la amarga sabia del árbol de la ciencia del bien y del mal, por lo tanto, nunca estuvo en pecado, aunque en su herencia espiritual se encuentre lo que Roma llama la mancha del pecado original, lo que si es original (novedoso) es esa doctrina que no tiene respaldo en la Biblia.
La doctrina romana implícitamente le dice al prosélito, algo así, como que no se devane la cabeza entendiendo lo que es materia de la teología romana, pues lo único que se requiere es hipotecar la conciencia a una santa católica, apostólica y romana, que canónicamente le dará el bautizo a través de un representante sacerdotal, sin importar cuanta ignorancia tenga el individuo de la doctrina de Cristo, ni mucho menos qué moral tenga. Así encontramos que muchas personas que han descendido a las pilas bautismales se encuentran aun sin regenerarse, pero eso si, a la hora de la muerte, se le hace una misa para que a los dolientes no les queden dudas que el finado descansó en la "paz del señor".
De esta manera, la iglesia romana trivializa las verdades fundamentales del cristianismo, y reduce la evangelización, al hecho de que miles en el mundo se bautizan sacramentalmente. Cuan triste es ver cómo los debates de la teología han girado alrededor de asuntos tales como: si el bautismo debe ser por aspersión o inmersión, cuando la verdad es que no importa que tan emparamado se sale de un rito de esta naturaleza, sino se nace de nuevo es imposible comprender y obtener la salvación.
El verdadero bautismo a la luz de la escritura, consiste en sepultar la vana manera de vivir que adquirimos en el mundo (manera esta que rechaza la enseñanza de Dios), para levantarnos con el firme propósito de vivir conforme al propósito de Dios, sin importar si usted ha sido o no objeto de la ceremonia, pues el verdadero bautismo es morir a nuestros apetitos para vivir la vida de Dios.
Aunque Judas debió haber sido bautizado, sólo le bastó amar más las monedas que al Señor para perderse. Pareciera ser este, un vivo ejemplo de una religión que sacrifica la sustancia del mensaje por la de su propia gloria.
Tal sería la importancia que nuestro sumo sacerdote Jesús le dio al rito, que no bautizó sacramentalmente a nadie.
Juan 4:2 “Aunque Jesús no bautizaba sino sus discípulos”.
El bautismo tal como lo conoce la sociedad ha sido el resultado de manipular hábilmente el evangelio con el propósito de entrar al sistema católico a las personas desde pequeñas, creando de la manera más infame, una falsa esperanza de ir al cielo y de haber iniciado correctamente la relación con Dios; esto es una tarea temeraria, que de paso anestesia la necesidad espiritual de Dios quien tiene el poder de justificar al pecador por medio de Jesucristo. Con esto del bautismo se cumple lo dicho por el profeta jeremías:
Jeremías 5:31 Los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso ¿que, pues, haréis a su fin?” “Los profetas profetizan mentira (cultos y misas donde se vacía el evangelio de los contenidos fundamentales, dejando en la clientela un falso sentimiento de piedad), y los sacerdotes dirigen por mano de ellos (por una doctrina de manufactura romana que tomó de Cristo lo necesario para enfrentarlo); y mi pueblo (lo que ellos llaman despectivamente laicos y que se encuentran ciegos) así lo quiere (por su fanático desinterés por la Verdad ) ¡que, pues, haréis a su fin (buscar al Señor de la Verdad).”
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