Jhon Bevere
Estamos en el umbral... y el Hijo de Dios expone la hipocresía de nuestro corazón inundándonos con su pasión...
"He ahí que yo envío mi mensajero, que preparará el camino delante de mí; de pronto, vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros recogéis" (Mal 3:1).
Vimos, en el capítulo anterior, que ese mensajero no es sólo un hombre, pero si la unción profética que preparará el camino del Señor. Malaquías dijo que el Señor, a quien buscamos, pronto vendrá a su templo. Su templo es la Iglesia. Él no dice que vendrá hacia su templo. Antes de venir hacia su templo, él vendrá a su templo, su Iglesia... para juicio, purificación y avivamiento.
Oséas ilustra eso muy bien:
"Venid, y hagamos para el Señor, porque él nos arrebató y nos sanará; nos hirió y nos vendara" (Oseas 6:1).
Este será el mensaje que los profetas anunciarán, preparando el camino del Señor. Su mensaje será: "Iglesia, volvamos hacia el Señor". Cuál es el sentido de "él nos arrebató, y nos vendara"? El texto tiene el sentido de juicio!
"Porque la ocasión de comenzar el juicio por la casa de Dios (su templo) es llegada; ora, si primero viene por nosotros, cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y, si es con dificultad que el justo es salvo, donde va a comparecer el impío, sí, el pecador?" (1 Pedro 4:17, 18).
Antes de juzgar a las naciones, Dios habrá de juzgar su "nación santa" (1 Pedro 2:9). Fue así que Dios hizo con su pueblo en el desierto, que fue "juzgado" por Dios en el desierto, antes de poseer la tierra prometida. Eso es profético.
No basta apuntar con el dedo para el mundo, diciendo:
"Arrepiéntanse y conviértanse"; la gran cosecha de los últimos días no acontecerá sin que primero Dios purifique la Iglesia de sus pecados. Jonás es una figura de la Iglesia. Estamos durmiendo en el barco, y nuestra desobediencia es la causa de toda calamidad.
Dios está usando el mundo para decir: "Despierta, Iglesia, estás en pecado!" Él usó los marineros paganos del navío, donde estaba Jonás, para despertarlo de su inercia. Los reporteros, la Reserva Federal y el mundo en general han visto la ganancia, la codicia, el orgullo y la inmoralidad de la Iglesia.
Si usted quiere saber cómo la Iglesia debe proceder, pregunte a los pecadores. Lamento informarle que el mundo tiene una visión más aguzada de nuestra responsabilidad que nosotros mismos. Y son ellos que gritan contra nuestra hipocresía. Llegó el momento de que despertemos, como Pablo nos exhorta: "Haceos a la sobriedad, como es justo, y no pequéis; porque algunos aún no tienen conocimiento de Dios; esto digo para vergüenza vuestra" (1 Co 15:34).
Dios trató con la desobediencia del profeta, purificándolo en el vientre del gran pez. Jonás clamó a Dios arrepentido, diciendo: "desechado estoy de delante de tus ojos; más aún, veré en tu santo templo” (Jonás 2:4) Después de alinear su corazón con el de Dios, él fue nuevamente capacitado a cumplir su llamamiento, que era el de predicar el arrepentimiento al pueblo de Nínive. La Iglesia Americana anda en busca de señales. La palabra de Dios afirma que las señales deben ser la marca de los que creen, pero parece que entendemos de otra manera. Las personas andan a la caza de dones y de la unción del Espíritu, en vez de que buscar el corazón de Dios.
Dios dice: "Seguid el amor y buscad, con celo, los dones espirituales..." (1 Co 14:1). Como digo, la Iglesia modificó el énfasis. Seguimos los dones (señales) espirituales y buscamos, con celo, el amor! Las personas se dirigen más de mil kilómetros para asistir a un culto de milagros. Sin embargo, no dan lugar para que Dios trate con su ira, amargura, falta de perdón y división en su corazón. En una reunión, vi como las personas corrían al frente para ser ministradas, y el Espíritu de Dios habló a mi corazón.
Él me dijo: "Una generación mala y adúltera pide una señal; y ninguna señal le será dada, sino la de Jonás" (Mateo 16:4). Veamos lo que significan estas dos condiciones: "mala" y "adúltera".
La generación mala busca señales que satisfagan sus necesidades personales y no tiene interés en estar más cerca de Dios. En Hechos 8, tenemos el episodio de Simón, que quería recibir el poder de Dios con intenciones perversas. Vea lo que dice el texto: "Entonces, les imponían las manos, y recibían estos el Espíritu Santo”.
Viendo, sin embargo, Simón que, por el hecho de imponer los apóstoles las manos, era concedido el Espíritu Santo, les ofreció dinero, proponiendo: Concededme también a mí este poder, para que aquel sobre quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Pedro, sin embargo, le respondió: Tu dinero sea contigo para perdición, pues juzgaste adquirir, por medio de él, el don de Dios.
No tienes parte ni suerte en este ministerio, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de tu maldad, y ruega al Señor; tal vez te sea perdonada la motivación del corazón; pues veo que estás en hiel de amargura y lazo de iniquidad" (Hechos 8:17-23).
Simón quería la unción, pero no, el carácter de Dios. Su corazón era amargado, y él vivía prisionero de los lazos de la iniquidad. No había en él intención de tratar con las motivaciones de su corazón. Sin embargo, se cautivó con la posibilidad de recibir la unción de Dios en su vida. Era tanta su codicia que se dispuso a pagar lo que fuera necesario para poseerla. Él tenía buenas intenciones en cuanto al ejercicio del ministerio, pero, en el fondo de su corazón, quería promoción y reconocimiento.
No necesitamos salir a la caza de la unción; es un don de Dios, gratuito, que no necesita ser conquistado o aprendido. Es un don, es un presente! Y gratuito; de lo contrario, no sería don.
No necesitamos sobornar a Dios con los dones o con el desempeño de ellos. Él nos da por amor y compasión, en respuesta a nuestras necesidades. Cuando usted se encuentra bajo la unción de Dios, percibe que ella le es dada para beneficio de las personas a su alrededor, y no en beneficio propio.
El adúltero es alguien que tiene una alianza con una persona, pero se envuelve con otra. Así es la Iglesia:
Ella anda de amistad con el mundo, al mismo tiempo que se enorgullece de pertenecer a Dios, y de tener sus pecados lavados en la preciosa sangre de Jesús. Ella es adúltera. "Pedís y no recibís, porque pedís apenas, para que derrochéis en vuestros placeres. Infieles (adúlteros), no comprendéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Aquel, pues, que quisiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios" (Santiago 4:3,4).
La amistad con el sistema que gobierna lo inmundo es adulterio espiritual, que afecta nuestra fidelidad al Señor Jesús. Así como juzgó a Jonás, el Señor está juzgando la Iglesia, instándola al arrepentimiento y a una vida de mayor comunión con él:
"Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo (la cena del Señor), come y bebe juicio para sí. He ahí la razón por qué hay entre vosotros muchos débiles y enfermos y no pocos que duermen (están muertos). Porque, si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. Pero, cuando juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo" (1Co 11:29-32).
Necesitamos entender que este asunto va más allá de sólo beber un pequeño cáliz de vino, o comer un pedazo de pan, sin haber confesado los pecados. No hay poder en el vino y en el pan, y sí en lo que estos elementos representan.
Jesús dijo en Juan 6:56, 57:
"Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo, en él. Así como el Padre que vive me envió, e igualmente yo vivo por el Padre, también quien de mí se alimenta por mí vivirá" . Necesitamos entender que el pan y el vino son sólo señales externas de una alianza interna. Permanezca en Cristo y aliméntese de él, pues él es la fuente de vida.
No viva alimentándose con los placeres del mundo, pero si con cada palabra que procede de la boca del Señor. La dieta alimenticia del creyente es diferente de aquella que el mundo adopta. "No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios; no podéis ser participantes de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios" (1 Co 10:21).
Jesús debe ser nuestra única fuente de alegría y vida! El mundo entró en la Iglesia, embotó nuestro discernimiento espiritual, y pasó a ser visto como cosa normal. He ahí la razón de haber tantos hermanos en la Iglesia enfrentando situaciones desagradables. Son personas débiles, enfermas, y algunas hasta mueren prematuramente.
Puede ser resultado de una dieta débil, por que hayan mezclado la mesa del Señor con la del mundo. Un alimento quita el sabor y los nutrientes del otro, hasta que ambos pierden el sabor. Déjeme, sin embargo, hacer una declaración de suma importancia. El hecho de que un creyente enflaquezca, enferme o muera prematuramente no significa, necesariamente, que esté en pecado. Pablo dijo que ese era el caso de muchos, no todos los casos. Además de eso, tenemos que asumir la responsabilidad de que el mundo ha entrado a la Iglesia.
No es bueno apuntar con el dedo acusador, lo que por sí sólo revelaría un espíritu juzgador, pero debemos examinarnos a nosotros mismos. Pablo dice: "Porque si nos juzgáramos (griego = diakrinó) a nosotros mismos, no seriamos juzgados (griego = krinó)". La primera palabra "juzgar" significa separar completamente, como cuando separamos o removemos lo vil de lo precioso.
La segunda significa, juzgar o condenar. Él continúa: "Pero, cuando somos juzgados, (griego = ferino - punidos o condenados), somos disciplinados por el Señor, para que no fuéramos condenados con el mundo". Esa es la misericordia de Dios. Él no quiere que seamos condenados con el mundo, por eso, de entrada nos juzga, a fin de llevarnos al verdadero arrepentimiento, como hizo con Jonás. Observe la afirmativa de Pablo de que es el Señor quien nos juzga.
Jonás se sentía muy apenas en el vientre de aquel pez, pero Dios está más preocupado con nuestra condición que con nuestro confort. A veces, cuando mis hijos no consiguen despertarse por la mañana, los irgo de la cama y los sacudo, dejándolos en una posición de desconfort, hasta que quedan despiertos. No estará Dios intentando despertarnos? Oséas dice: "Venid, y volvamos al Señor, porque él nos despedazó y nos sanará; hizo la herida y nos curará. Después de dos días, nos dará vida; al tercer día, nos levantará, y viviremos delante de él" (Oseas 6:1, 2).
Que es lo que Oséas quería decir con la expresión "después de dos días”? Sería bueno usar el pasaje paralelo de 2 Pedro 3:8 donde dice: "... para el Señor, un día es cómo mil años..." Oseas, por lo tanto, está hablando que, después de dos mil años (el tiempo de existencia actual de la Iglesia), Él nos dará vida. De entrada él juzga y purifica, después cura y reaviva.
El tercer día (o mil años) es el reino milenario de Cristo, cuando Él reinará por mil años sobre la Tierra, y nosotros reinaremos con Él. Vivimos en el exacto momento del cumplimiento de esa profecía. Continuemos:
"Conozcamos y prosigamos en conocer al Señor" (Oseas 6:3). Proseguir con cual fin? éxito, ministerio, matrimonio feliz, bendiciones de Dios, sanidad y prosperidad? Dios nos perdone! Prosigamos en conocer al Señor! Saúl buscaba un reino; David a Dios. Cuando usted busca al Señor, no por aquello que Él hace o podrá hacer, pero por aquello que Él es, usted descubrirá los secretos escondidos en él. En ese lugar secreto, los dones son dados gratuitamente, y nunca tomados de vuelta.
Saúl perdió el reino exactamente porque se esforzaba demás para mantenerlo. Sin embargo, el reino fue dado a David, y fue destronado por Absalóm, el reino volvió para David, porque le había sido entregado por Dios! recuerde una cosa: El Señor llevará su Iglesia a juicio, con el único objetivo de purificarla y avivar a su pueblo.
"Conozcamos y prosigamos en conocer al Señor; como el alba, su venida es correcta; y él descenderá sobre nosotros como la lluvia, como lluvia tardía y temprana que riega la tierra " (Oseas 6:3).
El Señor afirma que su venida acontecerá, queramos o no. Es tan correcta que es comparada al sol que nace, todas las mañanas, siempre a la misma hora Así, su juicio inminente vendrá para refinar y reavivar. Como el alba, que viene cada mañana, Él vendrá! Él vendrá, esté la Iglesia preparada o no. Vendrá repentinamente como la lluvia y como la lluvia temprana y tardía. La lluvia primera vino en los días de Juan Bautista, pues "todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan" (Mat 11:13).
Juan el Bautista alertó sobre el inminente juicio, renovando y avivando. Los que no dieron oídos a la alerta de Juan, y continuaron burlándose del pueblo de Dios, fueron juzgados. Jesús vino a su templo y los expulsó, volcando las mesas y derrumbando en el suelo el dinero de los cambistas (un símbolo de su sistema o estructura religiosa).
Al confrontar esa organización religiosa inoperante, Jesús estaba pavimentando el camino de una nueva forma de adoración. Jesús ministro las necesidades personales, oponiéndose ferozmente a los fariseos hipócritas y a la religión que practicaban.
Estamos nuevamente en el umbral de otra separación, cuando el Hijo de Dios expondrá la hipocresía de nuestros corazones e implantará en nosotros su compasión por el pueblo. "Sed, pues, hermanos, pacientes, hasta a la venida del Señor. He ahí que el labrador aguarda con paciencia el precioso fruto de la tierra, hasta recibir las primeras y las últimas lluvias " (Santiago 5:7).
Estamos cerca de recibir las últimas lluvias. Una vez más, los profetas de Dios son levantados, alertando al pueblo del juicio inminente que vendrá. Después de purificada y purgada, la Iglesia entrará en un periodo de gran derramamiento del Espíritu Santo. Este derramamiento del Espíritu será tan grande que los acontecimientos ocurridos y registrados en los Hechos de los Apóstoles serán pequeños, comparados con lo que vendrá.
Dios dijo:
“Alegraos, pues, hijos de Sion, regocijaos en el Señor, vuestro Dios, porque él os dará en justa medida la lluvia; hará descender, sobre vosotros, la lluvia temprana y tardía (el primer mes)" (Joel 2:23).
Dios está diciendo que la primera lluvia sera poca en relación a la última! En otras palabras, lo que vemos en el libro de Hechos es pequeño, comparado con el avivamiento que estamos próximos a experimentar. Dios siempre reserva el mejor vino para el fin! Eclesiastés 7:8 dice: "Mejor es el fin de las cosas que su principio..." A través del profeta Hagéo, el Señor dijo: "La gloria de esta última casa será mayor que a de la primera... y, en este lugar, daré la paz..."
(Hagéo 2:9).
Él se refería al templo puesto inmediatamente después del cautiverio, pero la profecía tiene que ser entendida llenamente. La gloria del Señor en la última Iglesia será mayor que la que había en la primera Iglesia.
No concuerdo con aquellos que afirman que vivimos en pleno avivamiento. Creo que vivimos en una confusión. Somos como el valle de los huesos secos en la visión de Ezequiel. Con todo, hay una esperanza, pues Dios pregunta al profeta: "hijo del hombre, acaso, podrán revivir estos huesos? Respondí: Señor Dios, tú lo sabes" (Ez 37:3).
La respuesta fue, Sí. Y Dios dijo a Ezequiel: "Profetiza a estos huesos y diles: Huesos secos, oíd la palabra del Señor... he ahí que haré entrar el espíritu en vosotros, y viviréis... Profeticé como él me hubo ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie, un ejército sobremodo numeroso" (Ez 37:4, 5,).
Dios está preparándose para derramar de su vida y soplar de ella sobre el cuerpo inerte de la Iglesia. Sí! Esta Iglesia se levantará una vez más; que sus miembros se afirmen sobre sus pies cual ejército victorioso y glorioso. La Iglesia será tal cual ejército, cuáles personas que disciplinan las inclinaciones de la carne, viviendo sólo en el poder de Dios!
Somos como aquel valle de huesos secos aguardando la palabra profética que nos revivificará. Nadie necesitará decir que llegamos al avivamiento; será tan evidente, que las personas dirán: "Lo que ocurre es lo que fue dicho por medio del profeta Joel" (Hechos 2:16). El Señor vendrá a su templo.
De entrada, juzgando, purificando y después recibiéndonos en un abrir y cerrar de ojos. Cuando entendamos que Dios llevará a su Iglesia al desierto para juzgarla y purificarla, estaremos atentos a su modo de trabajar y en cómo Él hará todo eso.
Victoria en el Desierto - Jhon Bevere
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