Gene Edwars
Esta práctica forma hasta tal punto parte de nuestras vidas que a duras penas podemos imaginar o escuchar un mensaje cristiano de cualquier otra manera.
¡Pero sigue siendo pagano en origen! Cuando el orador pagano pisaba un escenario de un anfiteatro griego o romano llevaba a cabo un ritual bastante extraño (pero reconocible.)
Primero caminaba hacia el centro del escenario, daba la espalda a la audiencia, y se ceñía una toga de orador. Luego se daba la vuelta, encaraba a la audiencia y abría un pergamino. ¿Un pergamino? Sí, un libro. ¿Qué libro?
Normalmente era uno de los escritos de Homero. ¡Resulta que los escritos de Homero y otros escritores populares de la literatura grecorromana habían sido meticulosamente divididos en capítulos! ¡Cada frase de ese capítulo tenía un número!
El dividir el Nuevo Testamento en capítulos y versículos nació con esta práctica grecorromana, y también la práctica de leer la Escritura antes de predicar el sermón. Todo esto se infiltró en la fe cristiana hacia el 400-500 d.C. Intenta traer hoy un mensaje desde un púlpito de raíces paganas, con el concepto pagano de un coro tras tuyo, y un mudo laicado sentado en bancos de inspiración pagana, y entonces, con todo eso, intenta predicar sin leer primero algún capítulo y versículo del Nuevo Testamento.
En algunos sitios la gente se levantará y dejará la iglesia (edificio paganamente inspirado denominado) porque no estabas tú siendo verdaderamente bíblico antes de predicar tu sermón de oratoria de influencias grecorromanas.
La práctica de leer las Escrituras antes de un sermón encuentra sus raíces en hábitos grecorromanos de discursos paganos formulados en los anfiteatros griegos y romanos. ¡Piensa en ello, querido estudiante de la Biblia! ¿Qué nos atrevemos a decir del capítulo y del versículo? Algún día nuestros hijos puede que digan que quizás fuera el mayor daño de todos. ¿Por qué? Esta práctica pagana de despedazar cartas vivientes en capítulos y frases numeradas nos ha hecho perder todo el sabor de la literatura cristiana del primer siglo.
Detengámonos por un instante y tomemos aliento. Sabiamente se ha dicho que los problemas de la fe protestante y evangélica no están en sus enseñanzas y doctrinas, sino en sus prácticas. Todas nuestras prácticas evangélicas nos llegaron por puro accidente. No arrastran ninguna relación con la experiencia cristiana del primer siglo.
La mayoría de nuestras prácticas (1) existen por casualidad, (2) son paganas en su origen, (3) empezaron rondando la época de Constantino y durante la Reforma.
Prácticamente toda práctica nuestra llegó a raíz de un accidente en la historia de la iglesia, o bien en brazos del paganismo. Simplemente piensa. Has estado haciendo todas estas cosas desde que te salvaste. ¿Hay algún candidato para una revolución? Continuemos nuestra búsqueda de las auténticas raíces históricas de nuestras prácticas evangélicas. ¡Se pone peor! ¡Mucho peor!
Más Allá de lo Radical - Gene Edwars
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