Clayton Sonmore
Hubo un tiempo en que Dios dijo a Su Pueblo: "Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra" ¿Dónde estaba esta tierra que padecía por esa situación espantosa y deplorable? Era Israel, la Tierra Prometida por Dios, la gloriosa patria que Él había separado para Su pueblo escogido, situada en medio de lo que entonces se llamaba "el fértil o medialuna creciente"; hermosa tierra ésta que fue bendecida con un clima ideal y abundante agricultura. La tierra de Israel había manado "leche y miel" casi continuamente desde los días de Moisés. Esta nación, sin embargo, estaba en grave peligro de juicio de Dios..., porque un anatema estaba escondido en las tiendas de Su pueblo, ya que:
1. ¡Sus profetas estaban profetizando falsamente! Los mismos hombres ungidos por Dios para que hablaran por Él, estaban expresando sus propios pensamientos y diciendo mentiras. Y si esto no fuera suficientemente malo...
2. ¡Sus sacerdotes estaban gobernando de acuerdo con su propia voluntad y sus propias normas, obedeciendo la guía de los falsos profetas! Los ministros de Dios, designados para servirle en el Lugar Santo de Su Templo, se habían unido a los falsos profetas para descarriar a Su pueblo. Aún más allá de este horror de los horrores, en lugar de buscar la purificación y la corrección para sí mismos y para sus líderes......¡ Al pueblo de Dios le gustaba que esto fuera así! A Su pueblo especial le gustaba ser engañado muy profunda y realmente por sus falsos profetas y sus perversos sacerdotes. Ellos lo mezclaban todo, "lo precioso con lo vil" y se sentían felices de ello (Jer. 15:9). Jeremías, un verdadero profeta de Dios, advertía con un amenazador juicio.
Sin embargo el pueblo, antes de arrepentirse y purificarse, se volvió contra Jeremías encerrándolo en prisión. ¿Estaba Dios hablándole solamente al laico y al pobre de la sociedad judía de aquellos tiempos (620 a. C.)? No, la mayoría de los semejantes de Jeremías vivían bastante lujuriosamente en la, apartada de Dios, Ciudad Santa de Jerusalén. Aún los más pobres de ella guardaban cuidadosamente Su Ley, adoraban con regularidad en el hermoso y santo Templo de Salomón, ayunaban y oraban según estrictas costumbres, guardaban religiosamente las numerosas fiestas, diezmaban escrupulosamente y daban a los demás...En verdad este pueblo hacía con regularidad toda clase de obras religiosas, buenas ciertamente e, incluso, grandes.
Con frecuencia se encomendaban unos a otros en su piedad, en diligente y generoso servicio "para el Señor". Después de todo, ¿no eran ellos el pueblo escogido de Dios? Jerusalén, su capital, era el lugar para el Templo de Dios y Su Espíritu Santo habitaba en él.
Seguramente ¡Dios estaría muy contento con ellos y no permitiría que nada malo les pasase !Pero Dios no estaba contento con ellos en modo alguno. Jeremías, el verdadero profeta, seguía advirtiendo que los días de Jerusalén estaban contados, si ellos no se arrepentían.
Por medio de él y otros profetas verdaderos Dios estaba haciéndole una embarazosa pregunta a Su pueblo escogido: ¿Qué harán ustedes cuando llegue el fin? ¿Por qué estaba Dios tan dolido con estos antiguos judíos? Porque ellos estaban tan ensimismados en sus propias formalidades, que no podían ver su propio mal. Su soberbia y su presunción eran tan altisonantes, que no podía oír la tenue y suave voz de Dios hablándole a sus corazones. Vivían por tradiciones religiosas y por rituales, negándose obstinadamente a humillarse, a orar y a buscar el rostro de Dios.
Por medio de Sus profetas Dios llamaba claramente la atención sobre los malvados caminos, tanto de sacerdotes como de congregaciones. Conque solo se hubiesen apartado de esos caminos, Él habría sanado rápidamente su Tierra; pero no se acercarían a Él en busca de corrección, así que casi todos se estaban muriendo en una condición de pecado y de perversidad. Se habían convertido en enemigos de Dios y, peor aun, ¡estaban en peligro de ser condenados al infierno para siempre! Para advertirles sobre su ruina inminente y sobre el grave pecado de Jerusalén, Jeremías, con gran indignación fustigaba a sus conciudadanos: "Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso.
¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?" (Jer. 5:30-31) ¿Cree que eso era solamente para los rebeldes judíos de hace más de 2.500 años y que no tiene nada que ver con usted? ¿Cree que Dios no nos habla hoy en día y que además todos Sus profetas están muertos? ¿Cree que su iglesia es diferente, porque tienen toda esa gran membresía y un pastor que habla con la verdad? ¿Cree que en verdad lo tienen todo bien organizado, que su iglesia hace realmente cosas meritorias y, en verdad, se aman los unos a los otros? ¿Cree usted en que quizás tengan alguna que otra camarilla, como así es normal? ¿Cree estar seguro de que Dios aprecia realmente su culto, sus inmensos y hermosos edificios y su expansión? ¿Cree que en su iglesia pasan tantas cosas buenas que eso debe significar que obran bien y que, con seguridad, el Espíritu Santo debe estar muy contento con ustedes? ¿Cree que quizás otras iglesias sigan a los falsos profetas o a ministros que buscan su propio provecho, pero ustedes no? ¿Cree que su iglesia solo recibe a los escogidos, al pueblo de Dios? ¿Piensa que Dios dará a su iglesia Su protección tanto como a su ciudad? ¿Piensa que ¡no hay absolutamente ninguna razón para que el señor se aflija por ustedes!? En fin, ¿piensa que jamás serán juzgados como esos necios y tercos judíos ¡que perdieron su Templo y su Ciudad por no querer escuchar a Dios!?Dios le había dicho a Jeremías que Él perdonaría a toda la ciudad de Jerusalén solamente con que allí viviera un hombre justo, una sola persona justa ¡y toda la ciudad sería perdonada! Jeremías buscó diligentemente por toda esa ciudad, la más religiosa y devota del mundo antiguo; buscó entre los ricos y los pobres, entre los LAICOS y los sacerdotes (¡No se mencionan en la Palabra y, por tanto, en el Reino de Dios, nada como aquello de dar lugar a algo llamado LAICOS!).
¡Pero no se encontró un solo hombre justo! Piense en esto: ¿Es usted realmente más prudente y más devoto que los judíos del tiempo de Jeremías, que fueron entregados por Dios a los captores babilónicos? ¿está usted absolutamente seguro de que esta palabra de Jeremías no se aplica en su caso ni a las estructuras a quien usted sostiene con regularidad como creyente en Jesucristo? Jesús mismo advirtió: "Porque vendrán muchos en Mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán [usando falsamente Mi autoridad]" (Mt 24:5).Existen muchos engañadores que llaman a Jesús "el Cristo, nuestro Salvador..." y falsamente proclaman que hablan en Su nombre. ¿No se encuentran ciertamente estos falsos profetas entre los católicos y los denominacionales y también entre los pentecostales y los carismáticos? Si usted cree que no, considere solamente algunas de las palestras (escenarios) del engaño de las que se habla en estas páginas. Este engaño ha ocurrido en las décadas pasadas entre las filas de las comunidades religiosas ¡que a menudo se han seguido como avanzadas espirituales!
Maestros del Engaño - Clayton Sonmore
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