Davis y Clark
La completa estrategia de ofensiva de Satanás puede ser
resumida en una palabra, y esa palabra es el anticristo. Anticristo es
una palabra compuesta que consiste en Anti (an-tee’), la cual significa
en contra, opuesto a, antes, en vez de, en lugar de (algo), y Cristo (Khris-tos’),
El Mesías, o el ungido. La palabra anticristo implica mucho más que la
postura contenciosa y combatiente de Satanás hacia Cristo. Manifiesta una
conspiración diabólica. Es un espíritu absorto y dirigido por una
ambición de reemplazar a Cristo para sentarse en su lugar en vez de El. Los
apóstoles del primer siglo habían sido enseñados por Jesús mismo que este
espíritu del anticristo se manifestaría a través de aquellos que más tarde
vendrían diciendo “Yo soy el Cristo”, o “Yo soy el ungido” (Mat. 24:5 y 23). Y
tan solo unos años después de la resurrección y ascensión de Cristo, el apóstol
Juan pudo ver claramente que este espíritu, ambicioso de reemplazar a Cristo,
ya estaba ahora en el mundo.
“…y este es el espíritu del
anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.” (1 Juan
4:3)
“Esta aquí”, decía Juan. “El Espíritu el cual vosotros
habéis oído que viene- el espíritu del anticristo.”
Desde los días de Juan hasta ahora, este espíritu
perverso ha infectado y afectado el curso histórico de los eventos a través de
la historia de la iglesia, asumiendo abiertamente manifestaciones cada vez más
atrevidas y militantes. Lo que una vez estuvo en forma más ilusoria y
encubierta, ahora se manifiesta abiertamente y a la luz del día, y nadie puede
detenerlo. Poco a poco Cristo ha sido reemplazado, y la voz del espíritu Santo
fue silenciada por la preferencia a la retórica del hombre.
Es importante notar aquí que el título “Vicario de
Cristo” dado al Papa viene del título “Vicarius Christi” usado por el emperador
Constantino. “Vicario” significa “un substituto”. Así, el título “Vicario de
Cristo” significa “un substituto de Cristo” o en lugar de la Cabeza. Considere
esta frase del papa Pio XI:
“El sacerdote es, efectivamente, otro Cristo, o en otra
forma, él mismo es una continuación de Cristo.”
Los católicos creen que cada sacerdote es un “alter
christus” (un cristo transformado). Y mientras que no reconocen el sacerdocio
de todos los creyentes, ellos separan a las personas en dos clases, sacerdotes
y parroquianos.
Dentro de este marco, el lugar lógico del sacerdote es entre los parroquianos y
Cristo. Así, en la creación de una casta especial de ministros gobernantes, el
Clero, hay una reducción del resto de la congregación al estado un laicado
pobre y ordinario, infiriendo a las sucias masas. Satanás sabía que este estado
de dicotomía
efectivamente crearía el escenario para un masivo reemplazo de Cristo. El
reemplazaría a Cristo con otros mediadores, con Cristos vicarios, o vicarios,
como son llamados comúnmente. De un solo golpe, él reemplazaría el sacerdocio
del creyente y de Cristo. ¿Cómo lo haría? Metería al clérigo; el nuevo e
improvisado substituto tanto para Cristo y sus verdaderos sacerdotes, el
sacerdocio de todos los creyentes. El clérigo cerraría el reino de los cielos a
los hombres, deteniendo a cualquiera que ose pasar, poniendo intereferencia
entre Dios y los hombres y rápidamente matando a todos los que osen
relacionarse directamente con Jesús.
La figura de arriba, sacada de una publicación católica,
claramente muestra el paradigma (modelo) sacerdotal. Usted notará que ellos
tienen muchos mediadores entre Dios y los hombres. Hay un Cristo que está
ilustrado de llevar vestiduras sacerdotales, intercediendo en el cielo.
Inmediatamente debajo de él están los sacerdotes terrenales, quienes interceden
entre Cristo y la gente. Y por debajo de ellos están los devotos y sirvientes
parroquianos, quienes se comunican a través del sacerdocio ordenado.
Yo, Michael, crecí en este sistema. Pasé años siendo
entrenado en “la Fe”, como se la llama. Parte de ese entrenamiento fue en cómo
y a quien orar. Se me dijo que hay muchos intercesores, diferentes porque cada
uno tenía propósitos diferentes. Por ejemplo, si uno estaba perdido o viajando,
debíamos orar a San Cristóbal por nuestra seguridad. El, entonces, iba a Jesús
a llevar nuestra petición. También se me dijo que no podía orar directamente al
Padre (así se anulaba la oración del Padrenuestro), porque él solo oía las
oraciones de Jesús. De hecho que era bastante cuestionable que Jesús mismo oiga
mis oraciones así que era mejor orar a María, su madre, porque el Hijo siempre
oye a su madre. Ahora hay aún más movimiento para hacer a María la co-redentora
en igualdad a Jesús.
Ahora los protestantes son muy rápidos para arrojar piedras a tales
actividades, llamándolas blasfemias. La sola idea de que alguien pueda
reemplazar a Cristo, como el único mediador entre Dios y los hombres, es
ridícula. Con todo, ellos no se dan cuenta que la misma práctica del pastor
tradicional, se originó en el sacerdocio romano. Están ciegos ante las
similitudes que existen entre el sacerdote y el pastor. “El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra…” (Juan 8:7). Es tiempo de
sacar la viga de nuestro propio ojo.
La Gran Reforma quería restaurar a la Iglesia a la simplicidad de la fe en
Cristo como único camino para la salvación. Pusieron las escrituras en manos de
los creyentes, y así abrieron la posibilidad al hombre común de confirmar la
palabra de Dios por ellos mismos. Al hacer esto, muchos, una vez más,
encontraron la voz de su Pastor en la palabra escrita. Pero con todos estos
maravillosos cambios, la reforma no llegó muy lejos. El sistema papal de una
clase especial de sacerdotes y la necesidad de edificios especiales para
congregarse y adorar, todavía permanecen intactos.
El pastor tradicional puede servir efectivamente en reemplazar a Cristo,
como lo hace el vicario. Ambos sirven como mediadores a través de los cuales
deben pasar todas las cosas que vienen o van a Dios. El pastor es todavía el
centro de toda la actividad de la Iglesia. Muy poco se hace sin su supervisión
personal. “Voy a consultar esto con mi pastor” es la frase común de aquellos
que se encuentran incapaces de tomar decisiones propias. Esto hacen los
creyentes debido a años de ceder sus derechos y responsabilidades como
sacerdotes e intercesores ante Dios. Esta contante interferencia de
intermediación es la distracción que continúa bloqueando la senda hacia el
Señor, oscureciéndolo con otros Cristos. Jesús dijo:
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así
como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
…y habrá un rebaño, y un pastor. (Juan 10:14-16)
Esto nos lleva a la pregunta que con frecuencia se hace: ¿Quién es tu
cobertura? El concepto Protestante de cubrir es una derivación de la enseñanza
papal de sucesión apostólica. Si no hubiese sido por 1000 años de
condicionamiento papal, nunca hubiésemos adoptado este engaño. Tanto la
cobertura vicaria como la pastoral reducen efectivamente al creyente a una
relación vicaria con Dios. Adoran a Dios por medio de otros, a través de estos
sacerdotes y pastores ordenados, los cuales por su misma posición “cierran el
reino de los cielos a los hombres”. Los parroquianos o laicos son enseñados a
no recibir nada que no haya sido aprobado primeramente por el sacerdote o el
pastor. Así como el sacerdote es un mediador estacionado entre el pueblo y Dios,
así también lo es el pastor o la cobertura. Los que se resisten a someterse a
estas coberturas son llamados rebeldes. Y también es muy claro que este sistema
de responder a otros, fue creación del hombre con el propósito de controlar las
masas en el nombre de Dios.
Es interesante que toda la enseñanza sobre la cobertura es mencionada por
el apóstol Pablo en su primera carta a la Iglesia en Corintio. Aquí en el
capitulo 11, Pablo explica que “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza
cubierta, afrenta su cabeza”. Continúa diciendo “Porque el varón no debe
cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios…” con todo, la
declaración más atrevida contra esta falsa doctrina de la cobertura, está en el
versículo tres, donde Pablo dice: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón… y Dios la cabeza de Cristo”. Nuevamente vemos que hay UN
SOLO Mediador entre Dios y la humanidad, y ese es Jesucristo. (1 Tim. 2:5)
La religión hace que sea una rebelión relacionarse directamente con Cristo.
En la opinión del hombre, usted simplemente no puede hacer eso sin una
cobertura. Oh querido Cristiano, si usted aun no se ha unido a la ilustre
fraternidad de los “herejes” que osan relacionarse con Cristo directamente,
usted está viviendo muy por debajo del lugar que es suyo por derecho como
coheredero en Cristo.
Ni Jesús ni los apóstoles enseñaron que ningún hombre debe ser nuestra
cobertura. De hecho, Pablo y sus compañeros no demandaban esto para nada, por
el contrario, recomendaban “… a toda conciencia humana delante de Dios”. (2
Cor. 4:2) En esto, él muestra que no está usurpando esa unidad y ligadura entre
el creyente y su Señor. Pablo también escribió que sobre los asuntos de
conciencia, cada hombre debe estar “plenamente convencido en su propia mente”
(Rom. 14:5). La esencia de la fe es que cada hombre debe estar conectado con
Dios mismo sin ninguna interferencia humana.
Cuando se lidera a los hombres, usted puede insistir que ellos sigan sus
instrucciones al pie de la letra. Esto se hace en cada nivel de la sociedad y
el hombre sigue la letra de la ley. No obstante, esto no produce una genuina
obediencia del corazón, sino una obediencia que es totalmente externa. Usted ve
a menudo esto cuando maneja su automóvil. La señal dice “Límite de velocidad 100 Km. por hora”, y uno ve
que otro vehiculo va a 120.
Estos conductores no están convencidos de la legitimidad de la velocidad
indicada. Ellos no han sido completamente persuadidos en su sus mentes. Para
que uno siga a su Señor con una genuina obediencia del corazón, debe haber un
cambio de corazón que procede de una relación solamente con Dios, enseñada de
El y no de los hombres. Sin esta conexión directa del corazón a la voluntad de
Dios, estando plenamente persuadidos por El, cualquier esfuerzo para obedecer
es presunción, no fe. Cualquier acción que tomemos, que no sea el resultado de
la fe del hombre entre él mismo y Dios, fruto de haber sido persuadido en su
corazón, no es fe, y debido a esto, yerra el blanco establecido por Dios.
Forzar una obediencia prematura, antes de que el individuo haya resuelto
completamente el asunto en su corazón ante Dios, es dañar su conciencia. Y la
persona que está forzando una obediencia externa sobre otra, está haciendo que
la otra se pierda por la propia comida de quien impone a la fuerza esa
obediencia.
Si un hombre tiene un mediador humano que le está dictando la voluntad de
Dios, tal hombre no estará plenamente convencido, porque con esta clase de
obediencia habrá una correspondiente falta de gracia que es necesaria para
obedecer plenamente. La gracia es un don que viene solamente de Dios y no de
los hombres. Solo Dios puede cambiar el corazón de un hombre y así cambiarlo a
la semejanza de Cristo. Muchos han sido remodelados a la imagen de un hombre a
quien obedecieron como resultado de esta falsa cobertura, pero nuestro único
modelo como creyentes, es Cristo.
Es entre Dios y el individuo como tan bien lo señalo Pablo, “¿Tienes tú
fe? Tenla para contigo delante de Dios” (Rom. 14:22). Pablo continuó
diciendo, “…y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Rom. 14:23). Cada
hombre debe tener fe, y la debe tener para sí mismo ante Dios. Entonces es
lógico que cada uno de nosotros deberá dar cuenta de sí mismo ante Dios. Allí
no habrá excusas, nadie a quien culpar por habernos guiado fuera del camino. No
podemos culpar al Pastor fulano o mengano que dijo tal o cual cosa. Es nuestra
responsabilidad el pesar todas las cosas; probar los espíritus.
Porque se nos ha encargado la responsabilidad de ocuparnos en nuestra
propia salvación (Fil. 2:12). Si vivimos, debemos vivir ante el Señor; porque
“en él vivimos, nos movemos, y somos “…y si morimos, para el Señor morimos.
Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Rom. 14:8)
Nuestra vida es para ser vivida ante el Señor, no ante el hombre, o a través
del hombre. Pablo escribió “Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús…” (Rom.
14:14 - BJ) Pablo tuvo que decir esto a los entremetidos de sus días de quienes
dijo que menospreciaban a otros cristianos.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos [cada uno personalmente]
ante el tribunal de Cristo.
Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda
rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí. (Rom. 14:10-12)
“Sí, cada uno de nosotros dará cuenta personalmente a Dios.”
Vemos en el pasaje arriba mencionado que cada creyente es
responsable personal y directamente ante el Señor, y un día estará de pie para
dar cuenta. Esta responsabilidad es la única de la cual deberíamos de preocuparnos.
Por eso en el versículo cuatro de este mismo capitulo, Pablo aclara todo el
asunto de la responsabilidad, escribiendo: “¿Tú quién eres, que juzgas al
criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme,
porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.” Ahora dígame, ¿le
parece esto extraño a la noción de estos días con respecto a la responsabilidad
de dar cuentas?
En comparación, el Papa, de quien se pensaba era infalible, era considerado
como el apropiado “director y juez de todas las conciencias”. Y con respecto a
los abusos como resultado de esto J. A. Wylie escribió:
Pero ¿cual acción es aquella que no implica una obligación? No hay nada que
un hombre pueda hacer – salvo aquello que pueda dejar sin terminar – en lo cual
los intereses de la religión no estén más o menos involucrados, y en los cuales
el Papa no tenga un pretexto para atraer hacia su dirección. El puede
prescribir la comida que un hombre debe comer, la persona con la cual debe
comercializar, al amo al cual debe servir, o al empleado a quien debe
contratar.
Uno puede casarse solo con quien el sacerdote está de acuerdo; y no puede
enviar a ningún niño a una escuela la cual el Papa ha desaprobado; a él se le
debe decir cuan a menudo debe venir a confesarse, y que proporción de sus
bienes dar a la Iglesia; por sobre todo, su conciencia debe ser dirigida en el
importante asunto de su ultima voluntad y testamento. No puede enterrar a sus
muertos a no ser que esté en buenos términos con la Iglesia.
¿Le suena familiar esto? Esto es algo parecido al mismo lenguaje usado en
el movimiento del discipulado de las décadas de los 70 y 80. A ellos también se
les dijo con quien casarse, cuándo tomar sus vacaciones, cuándo podrían llevar
a sus esposas al cine, y cuánto podían gastar en palomitas de maíz. Inclusive
se les dijo a qué escuelas debían enviar a sus hijos. Mientras las palabras pastorear
y discipulado cayeron en desgracia, debido a los abusos de este
movimiento, tenemos hoy en día el mismo engaño envuelto en una palabra
susurrante: dar cuenta.
Si su relación con Dios no es lo suficientemente poderosa para producir la
vida correcta, entonces ningún esfuerzo humano de dar cuenta a alguien le va a
ayudar. Si Su gracia no tiene efecto sobre nuestra voluntad, y no amamos al
Señor lo suficiente como para obedecerle sin necesidad de que un hombre nos
mire por sobre los hombros, ¿Qué clase de salvación es esa?
¿Pero no dijo Pablo a los ancianos de la iglesia de Éfeso que el Espíritu
Santo les dio autoridad para gobernar sobre
los otros miembros? ¿No dijo Pablo “…sobre
el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos…”? (Hch. 20:28 - NC) La palabra griega en,
traducida sobre en este versículo, está incorrectamente traducida. En
ocurre 2782 veces en el Nuevo Testamento y en ningún otro lugar se traduce como
sobre. ¿Por qué? Alguien quiso justificar su erróneo derecho de gobernar
sobre la herencia de Dios. La traducción correcta de la palabra en es entre,
en, por, o con. Nunca puede ser traducida correctamente
como sobre. Los ancianos del primer siglo estuvieron entre, no sobre.
No sabían nada de ser la cobertura de los hombres.
Por más de 1900 años, hemos visto las tendencias características de este
espíritu del anticristo manejando globalmente el asunto de intercambiar a
Cristo por la religión. Vemos trabajar al espíritu del anticristo substituyendo
por otro Jesús, otro espíritu, y otro evangelio
A los que Pablo acusaba de predicar a otro Jesús, ésos eran los cristianos
del primer siglo conocidos como los Judaizantes. Los Judaizantes no iban a
ceder su identidad ni su orgullo nacional como los custodios de la Ley de Dios.
Por eso, con el fin de justificar su religión, tuvieron que crear un cristo
para preservar los puntos de vista de su propia religión. El hombre religioso
ha creado una figura de Cristo como un austero y terrible conquistador. Han
creado un cristo a su propia imagen, reflejando sus propias ambiciones. La
servidumbre de Cristo, siendo el más poderoso argumento contra la tiranía, fue
ocultada para justificar su propio deseo de control y subyugación de otros.
Debido a esto, ellos ilustraron a un Cristo juzgador para justificar su propio
despotismo. Con el fin de exaltarse a ellos mismos tuvieron que distorsionar el
ejemplo de Cristo y redefinir Sus propósitos por medio de la creación de
doctrinas en las cuales su supuesto derecho de reinar fuera asegurado. Esto es
por lo cual el llamado “arte cristiano” de la era papal, raramente, sino nunca,
mostraba a Cristo como un siervo.
Estos Judaizantes a los que Pablo acusaba de predicar otro Jesús, no
estaban contentos con el Mesías humilde y servidor, el cual era, de hecho, una
ofensa para ellos. Ellos tendían a unirse al consenso mesiánico de esos días.
El suyo era un Mesías conquistador, y era una ley irrevocable, que usted tomará
la semejanza del Cristo que ve y sirve. Estos hombres servían a un cristo
religioso, controlador, y legalista – otro cristo – un cristo que pone a uno
bajo ataduras, no en libertad. El suyo era un cristo que imponía miedo en los
corazones del hombre, dejándolos temblorosos a los pies de la montaña, como
sucedió con los hijos de Israel en el desierto. Cubriremos esto con mayor
detalle más adelante, pero por ahora es suficiente decir que el miedo es el
combustible principal de la religión. Deja al hombre acobardado ante un Dios
vengador.
Reemplazando a Jesús - G.Davis y M.Clark
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