Davis y Clark.
Dios no había
llamado a Israel a una santidad que pudiera alcanzarse aparte de Su poder y
gloria. Los llamó a venerarle, a santificarle y a distinguirle por encima de
todos los dioses de las naciones paganas. Israel era la posesión de Dios en
virtud de una gran obra de separación en Egipto que usó para apartarlos de todas
las demás naciones. Como pueblo apartado habían de santificarle mostrando las
virtudes de Aquel que los llamó de la oscuridad. Era imperativo que Moisés
santificara a Dios ante los ojos de esta nación santificada. Dios estaba
profundamente preocupado con esto.
El comportamiento
de Moisés se quedó corto de este propósito. La postura de Moisés no fue
distinta de la de los magos de Egipto. Dios no pretendía que este viaje se
convirtiera en el show mágico de Moisés. Dios quería que el pueblo conociera
que solo El es Su proveedor en todas las necesidades de ellos, en Sus riquezas
en gloria, y no un hombre que tuviera grandes poderes espirituales. En breve,
la proeza ministerial de Moisés se convertiría en un estorbo.
Estaba acostumbrado a jugar un papel muy importante
que sirvió durante un tiempo a los propósitos de Dios. Pero ahora Dios le
estaba pidiendo que se echara atrás y que se apartara ante los ojos del pueblo,
para distinguirle a Él de Su profeta, de su vara, del sacerdote y de todos los
demás instrumentos que Él había usado previamente. La roca había de tener
preeminencia en este día. Por causa de este acto de incredulidad, este acto de
auto-afirmación, “hemos de sacaros agua”, y más tristemente lo que representaba
a los que observaban, ni Moisés ni Aarón entrarían en el reposo de Dios. ¡Estas
cosas nos sirven como ejemplo y amonestación a nosotros hoy! ¿Cómo viviremos
entonces?
Pedro nos exhorta:
“Santificad al Señor en vuestros corazones…” (1ª Pedro 3:15).
Considerando lo que acabamos de aprender, ¿Cómo santificamos a
Dios en nuestros corazones y ante los ojos de los demás? Tenemos que
arrepentirnos de nuestra mentalidad de “hemos de sacaros agua”. Tenemos que
dejar nuestra propia obra. Pablo escribió, “Porque nosotros somos la
circuncisión, los que adoramos a Dios en Espíritu y nos regocijamos en Cristo
Jesús, y no tenemos confianza en la carne” (Filipenses 3:3). No tenemos
suficiencia excepto la suficiencia de Dios.
Vemos en la vida de Pablo lo que significa santificar al Señor. Si
santificar al Señor es venerarle viviendo plenamente por Su vida y recursos, si
es vivir solamente por el agua que fluye de la Roca, Cristo Jesús, entonces
Pablo tenía pocos compañeros. Considera sus palabras, “no que seamos
competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino
que nuestra competencia proviene de Dios…” (2ª Cor. 3:5). “Y poderoso es Dios
para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre
en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.” (2ª Cor.
9:8).
De la Ley al Reposo - G.Davis y M.Clark
1 comentario:
uenas reflecciones en su blogg. Pastor Juan Cordova, New York
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