Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


30 de marzo de 2013

FORTALEZAS DE LA MENTE



Charles E. Newbold Jr.


Estas idolatrías del Yo son fortalezas de la mente. Una fortaleza espiritual es la preocupación por un objeto, una persona, o una institución, con ira o temor; con un fetiche, una adicción o un pecado. Una fortaleza espiritual es cualquier cosa que nos fascine, domine nuestras mentes, y nos haga comportarnos obsesiva y compulsivamente. Estas son cosas que gobiernan sobre nosotros. Aparentamos no tener ninguna fuerza para hacer algo con respecto de las mismas. Y sin embargo, no podemos negar que estas cosas son dañinas a nosotros o a otros.

Una fortaleza espiritual puede también ser la parrilla de salida por la que vemos cosas. La iglesia es una de tales fortalezas de la mente.  Nos han lavado el cerebro para llegar a creer que la iglesia, tal y como la conocemos y practicamos, es lo que deberíamos hacer. Jamás hemos conocido otra cosa que la iglesia tal y como la practicamos. Así que cuando digo que la  iglesia es un ídolo y una fortaleza en tu mente, puede que te sea muy difícil creerlo.

No puedes verlo. Incluso si lo vieras, te cuesta trabajo aceptarlo por causa de tu mente o forma de pensar. Sin embargo, una vez que ves el engaño, recibes la verdad y comienzas a caminar en la luz, comienzas a notar como cambia tu mente. La fortaleza está siendo derribada.

Sacar a la novia de Cristo de la iglesia no es una tarea fácil porque la iglesia es una fortaleza en su mente.  Dios tiene que sacar a la iglesia de nosotros, y también tiene que sacarnos a nosotros de ella. Lenguaje extraño, ¿cierto? Porque a la par que Dios trata de sacarnos de la iglesia, nosotros estamos tratando de meter gente en ella. Si tratamos de abandonar la fortaleza de la iglesia antes de que haya sido sacada de nosotros, simplemente regresaremos a ella.

Navidad. La Navidad es una de esas fortalezas de la mente. No había sido celebrada de ninguna forma antes del siglo tercero. Alexander Hislop explica: “Mucho antes del siglo cuarto, y antes de la era cristiana en sí, los paganos celebraban un festival  en ese preciso momento de año, en honor del nacimiento del hijo de la reina Babilonia de los cielos; y puede que presumiblemente, para conciliar a los paganos, y para engrosar las filas de los adheridos nominales del Cristianismo, el mismo festival fuera adoptado por la iglesia Romana, dándole el nombre de Cristo” {7} Tomaron esta celebración estrictamente pagana y pusieron a Jesús en el centro de la misma.

Roma instituyó una misa que era llamada la misa de Cristo (Christ-Mass, en inglés), y que luego se abrevió a Christmas (“Navidad”, en Inglés”). La navidad siempre ha sido, es y siempre será una fiesta pagana. Ha crecido a lo largo de los siglos para convertirse en el insulto encantado, mágico, lleno de mercadería, a Dios, que es hoy día. Somos hipnotizados por ella. Enganchados a ella. Esclavizados por ella. En deuda con ella. Dennis Loewen añade: “La navidad es otro ejemplo de lo poderoso que es el falso espíritu de fornicación. Hay un espíritu de la navidad. Es cálido. Es maravilloso; es bueno... Pero no es de Dios”.

El mundo ama la Navidad tanto como la aman los cristianos. ¿Qué nos dice eso? Una celebridad “cristiana” dijo en un programa de televisión nacional que la navidad son tres cosas: “decorar, dar regalos y comer”: Debemos saber que lo que ama el mundo no puede ser de Dios. El apóstol Juan nos exhorta: “No améis el mundo, ni las cosas que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, y los deseos de lo ojos, y la vanagloria de la vida, no es del Padre, sino del mundo” 1ª Juan 2:15-16.

El hecho de que lo que la mayoría de la gente hace en Navidad tenga sus raíces en este festival de invierno pagano, debería ser en sí razón más que suficiente para que los Cristianos no lo celebraran—el árbol y las luces, las velas, el muérdago, el intercambio de regalos,  el tronco en la chimenea, los pasteles, el pavo, la borrachera e incluso la fecha del 25 de Diciembre. El hecho de que esta época del año sea completamente centrada en las compras hoy, debería añadir a nuestro desprecio por esto. Sin embargo, el verdadero bofetón a Dios es que amamos estas cosas del alma mas que a la obediencia a ÉL. Son fortalezas emocionales en nuestras mentes. Nos faltaría un juicio sano si creyéramos que podemos celebrar estos días y épocas tenazmente, y ser libres de su cautividad.

La idea de no celebrar la Navidad produce tal afrenta a los demás, que la mayoría no podría sacrificarla incluso estando convencidos de que era una abominación para Dios. Se nos considera leprosos por no seguir con ella. Agradamos a los hombres más que a Dios.

He escuchado el cliché en mi niñez, de “devolver a Jesús a la Navidad”. Con frecuencia se inscribe de la siguiente manera: “Pon a Cristo de vuelta en la Navidad” (en inglés, la palabra “Navidad” se inscribe con frecuencia como X-mas, la “X” simbolizando a Cristo). Incluso aunque la “X” probablemente  signifique la letra griega chi que aparece en Christ (Cristo en inglés), tenemos la tendencia a pensar en ello como si quitásemos a Jesús.

Durante años he estado pensando en esto y ahora me atrevo a decirlo: en lugar de devolver a Jesús a un festival pagano al que Él, en primer lugar, nunca perteneció, saquémosle de ahí completamente y devolvámoslo al mundo al que pertenece. Después de todo, la Biblia nunca demandó esta celebración, y Jesús nunca habría impuesto una atadura enloquecedora sobre nosotros. Pablo escribió: “Para libertad Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” Gálatas 5:1. Eso es lo que tenemos que enseñar a nuestros niños.

La Navidad es uno de esos “lugares altos” que la mayoría de nosotros aparentan no estar dispuestos a derribar, incluso sabiendo como Dios pueda sentirse al respecto. Nuestras mentes están ya decididas. “Me gusta la Navidad”, me dijo una madre joven. El resto de su frase lo podemos imaginar, “Así que voy a seguir con ello”. Construimos escenas de los pesebres en nuestros jardines y levantamos Papá Noeles luminosos junto a ellos. Buddy, en una caja registradora, ilustraba esta mezcla de forma muy simple. Tenía un gorro de Papa Noel sobre su cabeza y una cinta de W.W.J.D. (Siglas en Inglés de la frase: ¿Qué haría Jesús?) alrededor de su cuello. Buddy, Jesús no habría llevado ese gorro.

Después de decirle a una anciana el por qué yo ya no celebraba la Navidad, ella respondió, “Pero no pienso en dioses paganos cuando miro mi árbol de Navidad. Yo pienso en Jesús”. Eso me pareció razonable. Pregunté a Dios al respecto. El contestó: “¿Qué pensarías tú si cogieras a tu esposa en adulterio y ella te contestara, ‘pero cariño, estaba pensando en ti todo el tiempo’!”

Mucha gente se justifica, “lo hacemos por los niños”. Si la Navidad es idolátrica para los padres, entonces por qué los padres quieren sacrificar a sus hijos a estos ídolos?”

Semana Santa. La Semana Santa es igualmente idolátrica y escalofriante. Muchos cristianos usan el término Semana Santa con cariño, y en asociación con la preciosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sin considerar el hecho de que Semana Santa (“Easter” en Inglés) es la palabra Inglesa para la diosa Ishtar (también llamada Astarte y Eostre en otras culturas paganas). Ishtar se celebraba como la reina del cielo. Mucho de lo que hacemos en Semana Santa tiene su origen en el paganismo. La fecha de la celebración de la Semana Santa no coincide regularmente con la resurrección de Jesucristo, que ocurrió tres días después de la Pascua. La Cuaresma, los cultos al amanecer, la decoración de los huevos, los conejitos, son todos ellos abominaciones no sujetas a la Escritura, para Dios.

Entonces, ¿Cómo llegamos a practicar todas estas cosas? Alexander Hislop escribe, “para conciliar los paganos con el Cristianismo nominal, Roma, siguiendo su política normal, tomó medidas para amalgamar los festivales paganos y cristianos, y mediante un ajuste muy complicado pero ingenioso del calendario, no resultó ser una tarea difícil en general, conseguir que el Paganismo y el Cristianismo-- este último ya muy hundido en la idolatría—se dieran la mano”. {8}

Dennis Loewen hace la siguiente observación, “La ramera no tiene cuidado de estas cosas. Se acostará con cualquier cosa siempre que sea otro Jesús. Su razonamiento es el siguiente: “¿Para qué molestarse con estos detalles?”. Por otro lado, a Dios si le importa. ¿Cómo puede alguien leer las Escrituras y verle de otra forma?

 Los Crucificados - Charles E. Newbold Jr.

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