Charles E. Newbold Jr
Bill
Shipman la vio de este modo. “Fue casi como una visión”, explicó.
Yo
estaba en las habitaciones y en las calles con ellos. Vi a Jesús esperando en
la habitación del novio. La novia estaba
en otra habitación. Él estaba Preparándose para ir a verla. Al retrasarse, ella
se asomó a la ventana y se interesó en las actividades de la calle. La
atracción de la calle arrastró a su corazón de ramera hasta que salió ella
misma a la calle.
Pronto,
después de caminar por las calles, fue violada. Su vergüenza la llevó a creer que
no tenía otra opción que convertirse en una prostituta, y eso es lo que hizo.
Estaba en un burdel, encerrada tras puertas medievales enormes, de roble
sólido. Parecían formidables. Estaban cerradas con pestillos, con una clase de
pasamanería de cobre, y diferentes tipos de herrajes.
Jesús
salió en su búsqueda. Sabía donde estaba. Al acercarse a las puertas, los
demonios le aullaban y le siseaban e intentaban meterle prisa, aunque tenían
una actitud cobarde hacia Él. Abrió las puertas y entró. Ella estaba echa un
desastre y Él intentaba convencerla para que se fuera con Él. En su culpa y en
su vergüenza, ella rehusó, y de esa forma, Él se marchó.
Esperó
un tiempo y la visitó de nuevo. Todavía no le miraba al rostro. Una vez más, Él
la dejó. Estando esperando en su habitación, fuegos de pasión e ira
repentinamente se encendieron en sus ojos. Salió furioso de su habitación y a
pasos largos por la calle, se acercó a la casa donde vivía su novia
prostituida.
Todo
el mundo Le vio llegar. Huyeron delante de Él. Los demonios le vieron y
corrieron delante de Él para cerrar las puertas, con la esperanza de evitar que
entrara. Sin duda ni pausa, en su andar, golpeó las puertas con las palmas de
sus manos. ¡BOOM! Explotaron. Las astillas salieron volando por todas partes.
Entró
y la descubrió seca por su vergüenza. Su rostro estaba escondido en sus manos.
Esta vez era distinto. Esta vez Él no le pidió que se fuera con Él. Esta vez Él
agarró su mano y la llevó a la habitación de la novia, aunque estaba con su
vestido sucio, manchado de semen.
Pude
ver la pasión y el amor que Él tenía hacia ella en sus ojos. Jesús la veía sólo
de una manera. La veía como una virgen. Sin embargo, ella no le miraba. Él la
alcanzaba, la tocaba con ternura, y levantaba su rostro hacia el Suyo. Con
muchas dudas, ella lentamente levantó sus ojos para mirar a los suyos. La vio
más allá de su vergüenza y la levantó más allá de su vergüenza. En el instante
en que sus ojos coincidieron con los Suyos, fueron llenos de la misma pasión
que El había tenido para ella.
Yo
estaba ahí mismo con ellos. Casi podía ver en sus rostros. Me eché hacia atrás
y vi que ella había cambiado. Era hermosa. Tenía el mismo brillo que Jesús.
Eran uno. No había atracción o anhelo para nadie más que el uno para el otro. Ella
solo tenía ojos para Él. Ella se parecía a ÉL, y Él a ella. Estaban en pie en una misma luz. Él no había
disminuido en absoluto, más bien ella había crecido en Él. Aunque ella se
parecía a Él y tenía el mismo fuego en sus ojos como el que tenía Él en los
suyos, ella estaba todavía bajo Sus pies, bajo Su autoridad. Eso es lo que lo
hacía tan hermoso como era.
Creo
que la visión de Bill es del Señor y revela perfectamente como Él ve a su novia
en su prostitución, y como Él trata de venir a nosotros. De hecho, incluso
siendo Su novia, nos hemos prostituido con nuestros sustitutos de Jesús.
Quizás, incluso ahora sentimos las ondas expansivas de sus pisadas acercándose
a nosotros para librarnos de nuestra vergüenza y vestirnos con mantos de
justicia.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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