Charles E. Newbold Jr.
Sustituir a Jesús por la iglesia es idolatría en enormes proporciones. No hemos de levantar
la iglesia y convertirla en el camino
de la salvación. Solamente Jesús es nuestra salvación. Cuando la gente acusó a
Dios y a Moisés de sacarles de Egipto para morir en el desierto, el Señor envió
serpientes voraces entre ellos, y las serpientes mordieron a la gente por causa
de su murmuración. Muchos israelitas murieron. El pueblo se arrepintió y Dios
cedió. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente y la pusiera sobre un
poste. Todos lo que hubieran sido mordidos, podían vivir tan solo mirando a la
serpiente. Num. 21:4-9.
Ese debía haber sido el final de
la historia. ¡Pero lee 2ª Reyes 18:4! Ezequías había sido hecho Rey de Judá, y
la Biblia dice que el hizo lo que era recto a los ojos del Señor. “Quitó los lugares altos, quebró las imágenes
y cortó los símbolos de Asera e hizo pedazos la serpiente de bronce que había
hecho Moisés: porque hasta entonces, le quemaban incienso los hijos de Israel.”
Tomaron una obra de Dios, y la convirtieron en un ídolo. En este mismo espíritu
de idolatría, la gente ha convertido el mover de Dios en las denominaciones que
ha terminado adorando mas tarde.
Lo que hoy llamamos la iglesia es un sistema idolátrico de
tradiciones de hombres que es prostitución espiritual. La iglesia es lo que hacemos en adición a lo que Cristo nos ha hecho
ser en Él. Si lo que llamamos iglesia
puede ser legalizado, unido, nombrado y referido como “esa”, y nos puede ser quitado, entonces no
es lo real. La verdadera ekklesia es un cuerpo colectivo de personas que han
nacido en ella. Solo han tomado el nombre de Jesús porque están en relación con
Él. Esa relación no les puede ser quitada.
Si la iglesia no es la cosa real, entonces es algo falsificado. El problema con las falsificaciones es que
aparentan ser muy semejantes a lo real. La iglesia,
como algo falsificado, se presenta y se percibe como lo real. Y aunque sea
extraño, sin embargo no se asemeja remotamente a lo real. No obstante, hemos
sido engañados en creer que lo es.
Muchos queman el incienso de la
adoración del yo a todo lo que se asocie con esta Cosa que llamamos iglesia. Han hecho ídolos de sus
doctrinas, formas de gobierno, herencias, programas, rituales, liturgias,
edificios, cultos del Domingo por la mañana, asistencia a la iglesia, presupuestos, personalidades,
la Escuela Dominical, las reuniones de jóvenes, los grupos misioneros, las reuniones de hombres, las ventas anuales,
y las actividades—todo ello asociado con la iglesia.
Retozan alrededor de sus logros colectivos:
sus cementerios, denominaciones, escuelas bíblicas, residencias de la tercera
edad, hogares de niños, hospitales, misiones y ministerios de la cárcel. Puede que algunos de ellos sean genuinos
ministerios y causas dignas puestas por
Dios, pero se han vuelto idolátricos cuando los operamos para darnos un
buen aspecto y hacernos sentir piadosos. Mucha actividad no es piedad. Estas
instituciones, con frecuencia giran más alrededor de quienes las operan, que
alrededor de aquellos a quienes pretenden servir.
Muchas de estas Cosas de iglesia fueron originalmente comenzadas
para satisfacer las necesidades de la gente, pero pronto se convirtieron en un
fin en sí mismas. Muchas de las instituciones se han vuelto orientadas hacia el
beneficio, en lugar de hacia el servicio. Jesús dijo: “El sabbath fue hecho
para el hombre, y no el hombre para el Sabbath”. Marcos 2:27. Hemos reservado
ese dicho. Ahora bien, es como si existiésemos por causa de la iglesia y no la iglesia para nosotros.
Por otra parte, puede que
tengamos la actitud de que nuestra iglesia
tiene el personal correcto. Si es posible, construimos competitivamente un
templo más grande y mejor que los chicos que tienen otro, en la misma calle, un
poco más abajo. Planeamos nuestros cultos y albergamos la esperanza de tener el
mejor espectáculo de la ciudad. Algunos de nosotros anunciamos nuestra alabanza
y adoración, nuestras oraciones, nuestra predicación, e incluso nuestras
ofrendas para convencernos incluso a nosotros mismos, de que quizá el Espíritu
Santo esté en medio de nosotros.
Podemos planear programas en
nombre del evangelismo y hacer tal marketing de nosotros mismos, con el fin de
acorralar mas personas—para enseñarlos, arrojarlos y marcarlos con nuestra
marca especial, para clonarlos a nuestra semejanza. Y sin embargo, queremos estar
separados de las otras iglesias en la
ciudad. Fabricamos nuestros credos artesanalmente para distinguirnos a nosotros
mismos de ellos. Los nombres que nos damos a nosotros mismos reflejan nuestra
separación de ellos. Incluso a veces nos jactamos de nuestras diferencias.
Un joven en una reunión de
hombres trataba de comunicar una inocente pero pegadiza frase; sin embargo,
revelaba esta noción separatista. Decía: “Iglesia Vineyard: Experimenta la
diferencia”.
Para muchos corazones engañados,
su iglesia es su plan de salvación, y
tenemos tantos planes de salvación como iglesias.
Enfatizamos la necesidad de membresía de iglesia
y asistencia regular a la iglesia, y
a través de ellos comunicamos el mensaje sutil de que somos salvos a través de
estas Cosas. Se nos considera no sujetos a la Escritura si no vamos a la iglesia.
Muchas iglesias asocian el bautismo en agua con la membresía de su iglesia. Algunas denominaciones (sectas)
predican que estás perdido a menos que seas un miembro de su iglesia. Para algunos, ser aceptados en
su redil involucra una adhesión a su rígida doctrina. “Tenemos la sana
doctrina. Tienes que estar de acuerdo con nosotros y bautizarte en nuestra iglesia, y serás salvo.” Absolutamente
ridículo. ¿No es Jesús nuestro Salvador?
Hemos levantado sepulcros para
nosotros mismos y nos hemos convertido en nuestros propios cadáveres dentro de
ellos. Nos hemos sepultado en una grandeza que hemos buscado para nosotros
mismos. No hay vida en estos sepulcros ni la puede haber jamás. No hay esperanza
de vida de resurrección dentro de ellos porque existen para proveer algo para
el Yo. La vida de Resurrección viene a través de la negación de uno mismo, y no
a aquellos que buscan salvarse a sí mismos.
El Sistema de La Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr.
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