Por Jack Fleming
En todos los registros arqueológicos
que se han encontrado correspondientes a la época del cristianismo primitivo,
incluyendo todos los dibujos que se han hallado en las catacumbas donde se
reunían los cristianos en los primeros siglos, jamás aparece ninguno que haga
alusión a una cruz.
En la Biblia toda mención que se
hace a la cruz, es para describirla como objeto de maldición, de ningún modo
como objeto de culto o adoración. Gal. 3:13 “porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero”.
Es más, la Palabra de Dios condena
enfáticamente todo aquello que sea confeccionado por el hombre como objeto de
culto, porque Dios es Espíritu y no puede ser representado por elementos
materiales.
El Señor reprende duramente en
muchos pasajes de la Biblia, la necedad del corazón idolátrico del hombre de
querer hacerse objetos de culto y adoración de diferentes materiales, solamente
citaré uno como ejemplo: Is. 44:10-20
“¿Quién formó un dios, o quién
fundió una imagen que para nada es de provecho? He aquí que todos los suyos
serán avergonzados, porque los artífices mismos son hombres. Todos ellos se
juntarán, se presentarán, se asombrarán, y serán avergonzados a una.
El herrero toma la tenaza, trabaja
en las ascuas, le da forma con los martillos, y trabaja en ello con la fuerza
de su brazo; luego tiene hambre, y le faltan las fuerzas; no bebe agua, y se
desmaya. El carpintero tiende la regla, lo señala con almagre, lo labra con los
cepillos, le da figura con el compás, lo hace en forma de varón, a semejanza de
hombre hermoso, para tenerlo en casa. Corta cedros, y toma ciprés y encina, que
crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se críe con la lluvia.
De él se sirve luego el hombre para
quemar, y toma de ellos para calentarse; enciende también el horno, y cuece
panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla
delante de él. Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne,
prepara un asado, y se sacia; después se calienta, y dice: ¡Oh! me he
calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se
postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi Dios
eres tú.
No saben ni entienden; porque
cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender. No discurre
para consigo, no tiene sentido ni entendimiento para decir: Parte de esto quemé
en el fuego, y sobre sus brasas cocí pan, asé carne, y la comí. ¿Haré del resto
de él una abominación? ¿Me postraré delante de un tronco de árbol? De ceniza se
alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga:
¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?”.
La cruz como objeto de culto y
fetichismo aparece solamente cuando comienza el catolicismo romano con
Constantino en el siglo IV, quién además de soldado fue un hábil político y
líder. Para lograr su objetivo de conquistar Roma, dijo que Dios le había
mostrado a través de una visión un símbolo por medio del cual le otorgaría una
aplastante victoria, era una cruz, la cual la hizo pintar en todos los escudos
y uniformes de sus soldados, quienes fortalecidos con esa superstición pagana
arrasaron al día siguiente la ciudad de Roma, permitiendo a Constantino hacerse
de tan importante e influyente poder que cambiaría el curso de la historia.
Ese símbolo de la cruz ha acompañado
a lo largo de los siglos el poder de Roma. Tal es así, que durante la época de
las sangrientas y brutales guerras de conquista que inició la iglesia católica
durante las “cruzadas”, que se extendieron durante varios siglos, a todos sus
soldados se les conocía precisamente como “los cruzados”.
Porque ese símbolo de la cruz que
impuso Constantino, continuó siendo utilizado con fines fetichistas y
supersticiosos para lograr sus cruentas victorias, que como bien sabemos,
estaban bañadas en sangre y acompañadas del pillaje y saqueo.
El papa León IX dio ejemplo al
marchar al frente de las tropas con las que esperaba derrotar a los normandos.
Todas esas guerras de conquistas de territorios que Roma reclamaba como
“propiedad de San Pedro”, contaban con la bendición y apoyo de la iglesia
católica, donde el símbolo de la cruz continuó explotándose con gran eficacia. Posteriormente
la cruz también fue incorporada en los cultos esotéricos por los adoradores de
Satanás, pero ellos la usan invertida.
Aunque en el catolicismo también se
emplea de esa manera por todos aquellos que hacen “la señal de la cruz” al
persignarse. Inician su rito ceremonial con la mano sobre la frente, luego la
llevan hasta el centro del pecho, para continuar tocándose el hombro derecho y
posteriormente el izquierdo, formando una perfecta cruz invertida.
Este signo satánico ha sido una
práctica impuesta por todos los papas y usado por los católicos en todo el
mundo hasta nuestros días. (Puede leer más sobre este tema en el libro
“Expediente 666″ Cap. 3).
Aunque lamentablemente en la
“alquimia” religiosa que impera en nuestros días, impulsada por el ecumenismo
que presentó la iglesia católica en el concilio del Vaticano II por medio de
Juan Pablo II, los “nuevos” evangélicos (los Pentecostáles y carismáticos en
general) que han aceptado integrarse a esa unión poligámica con Roma, también
han comenzado a colocar una cruz en sus templos, sin embargo muchos de ellos
han preferido colocarla inclinada, como cayéndose del tejado.
Antiguamente los ladrones colgaban
de las cruces, hoy las cruces cuelgan de muchos de ellos. Pero el cristiano que
desea agradar a ese Dios que es Espíritu y Verdad, el que nos presenta la
Biblia; naturalmente que no participará ni se congregará donde se exhiben esos
objetos, símbolos ajenos y contrarios a la enseñanza de la Palabra de Dios.
La Cruz Nunca fue un Simbolo del Cristianismo Biblico - Por Jack Fleming
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