George Warnock
El
Reino de los Cielos que Jesús vino a establecer en la tierra en un Reino
espiritual celestial. La gente pierde interés cuando mencionamos cosas como
ésas, porque si es algo espiritual, entonces no es considerado real. Déjame que
te asegure que el espíritu del hombre es la parte más importante del hombre—que
el espíritu es el hombre real. Y el Reino de los Cielos es ese ámbito en Dios
donde el hombre es levantado, elevado, vivificado y llevado a la realidad.
Este
Reino era anunciado por Juan el Bautista y fue dado a luz por el ministerio del
Señor Jesús mismo. No es un Reino que Él considera apropiado aplazar por el
hecho de ser Él mismo rechazado. Tampoco fue aplazado para alguna era futura.
Vino justo a tiempo.
¡Ojalá
el pueblo de Dios pudiera reconocer esto! Como el Israel antiguo, hemos seguido
esperando un reino que vendría “con señales”, y con una expresión externa. Se
enseña que Jesús regresará a la tierra cualquier día para establecer el Reino,
mientras que la Biblia nos enseña claramente que Él ya lo estableció y ordenó
su constitución y su progreso en la tierra cuando vino por primera vez.Si hay
algo que Jesús enfatizara por encima de otras cosas en referencia a esta
verdad, es el hecho de que el Reino de los Cielos había de crecer de la tierra
por causa de una simiente que fue plantada—y que Él mismo se convirtió en esa
Simiente.
“Así
es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme
y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa
cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga,
después grano lleno en la espiga.” (Marcos 4:26-28). Fíjate en esta verdad
clarísima: es plantado en la tierra. Crece y madura en la tierra. Y la “espiga”
llega a la madurez y al crecimiento completo como “grano lleno en la espiga”—en
la Tierra, y no en el Cielo.
Después
tenemos la parábola de los cuatro tipos de suelo en los que es arrojada la
semilla del Reino, y como la semilla que cayó en buena tierra produjo fruto
abundante, “a ciento, a sesenta y a treinta por uno” (Mat. 13:23). Nuestro
Señor nos dice que también el Enemigo siembra cizaña entre la buena semilla y
que Dios permitirá que ambas cosas, la cizaña y el trigo, crezcan juntas hasta
el día de la cosecha. Y nos dice que la cosecha es “el fin del mundo” (era)
(Mat. 13:38,39).
Al
final de la era del Reino que Jesús dio a luz, no al principio del mismo. Pero
todo esto era tan opuesto al pensamiento de la gente de Su tiempo, que no podían
recibirlo. Jesús nos dice por qué: “Porque el corazón de este pueblo se ha
engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos”.
(Mat. 13:15).
Ciertamente
no habría sido difícil para Él explicar que Él estaba ahí para convertirse en
Su Rey en la tierra y para reinar desde Jerusalén. Eso es exactamente lo que
ellos buscaban. Pero el Reino que Él vino a establecer era tan, tan diferente,
que no podían ver lo que Él quería revelar. Así, se volvió a Sus discípulos, y
les dijo: “Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos,
porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon
ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”
Mat. (13:16-17). Fíjate en lo que dice: “Muchos profetas” desearon ver lo que
aquellos discípulos estaban viendo ahora, y no podían. ¿De donde sacamos la
noción de que los profetas anhelaban y profetizaban sobre algo distinto? Pedro
nos dice que “todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado,
también han anunciado estos días.” (Hechos 3:24).
No
comprendían completamente los tiempos sobre los que escribían pero Dios les
mostró que “no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que
ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el
Espíritu Santo enviado del cielo” (1ª Ped. 1:12).
Coronado con Aceite - George Warnock
No hay comentarios.:
Publicar un comentario