George Davis
Cristo
fue el ejemplo consumado. El no vino para ser servido sino para servir y su
bolsa tenía un solo propósito, y ese era suplir las necesidades de otros. A
diferencia de muchos de los clérigos de hoy en día, Jesús no estaba preocupado
acerca del dinero. No podemos encontrar un solo ejemplo donde el tomara una
ofrenda para financiar su ministerio. Lo que es más, el permitió que Judas, de
quien él sabía que era un ladrón, y a quien no le importaban los pobres, estar
a cargo de la bolsa común (Vea Jn. 12:6). Ese era el interés que Jesús tenía
por el dinero.
Después
de la comida en el aposento alto, Jesús sabia que el tiempo de ser traicionado
estaba allí a la puerta. El se volvió a Judas y le dijo: “Lo que tengas que
hacer, hazlo pronto” (Jn. 13:27). Los otros discípulos no entendieron lo que
Jesús dijo. Ellos asumieron que estaba pidiendo a Judas que comprara lo que
fuera necesario para la fiesta, o, como lo vieron tantas veces hacer, dar algo
a los pobres (Jn. 13:29). ¿Por qué otro motivo saldría Judas con el dinero?
Ellos
lo habían visto muchas veces. Cristo no vino a vivir del pueblo sino a darles
para suplir sus necesidades, tanto monetarias como espirituales. El fue el Buen
Pastor que sabía que el buen pastor provee para las ovejas, no al revés.
Tenemos
un excelente ejemplo de esto en la alimentación de los cinco mil. Jesús fue a
la montaña, y se sentó allí con sus discípulos. Levantó sus ojos y vio una gran
multitud viniendo a él. Fue movido a compasión porque sabía que ellos tenían
hambre. Se volvió a Felipe, el que analizaba todo, y dijo: “¿De dónde
compraremos pan para que coman éstos?” (Jn. 6:5).
Vemos
el corazón del verdadero y Buen Pastor, que obviamente no creía que fuera
responsabilidad de la multitud cuidar de Sus necesidades sino más bien asumió
la responsabilidad de alimentar a esta gran reunión de personas. ¡Qué diferente
es esto de la creencia común que las multitudes son responsables de cuidar de
las necesidades y deseos de los engordados clérigos! Esta simple pregunta, “¿De
dónde compraremos pan para que coman éstos?” define el ministerio de Cristo: un
ministerio que daba a todos los que lo seguían. El vino para engordar
debidamente a las ovejas. El vino como el siervo sufriente, sirviendo a los que
sufren. El vino como el buen Pastor, poniendo su vida por el rebaño.
Pablo
tampoco iba a vivir del rebaño sino que se menospreció a sí mismo como un padre
cuidando sobre sus hijos y, en esa figura, el creía que no era natural que los
hijos proveyeran para los padres. Así que él rehusaba ser una carga para otros,
y más bien trabajó con sus manos para así poder tener algo para dar para las
necesidades de otros.
“He
aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso,
porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos
para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer
gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas,
aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Cor. 12:14-15). Como su Señor, Pablo
también estaba listo para gastar y ser gastado por las multitudes sin
consideración de la riqueza o prestigio de nadie. Tal integridad es raramente
vista hoy en día.
En
vez de eso vemos profesionales consumados, que desvergonzadamente declaran que
su salario y el vivir de las masas cristianas es su derecho. Recordemos que la
palabra que es traducida ministerio en nuestras Biblias en ingles, realmente
significa servir y la palabra ministro significa servidor. Estas palabras no
llevan ninguna connotación de oficio o jerarquía. A no ser que seamos siervos,
como lo fue nuestro Señor, la realidad de esas palabras son una dura acusación
contra nosotros y debieran prohibirnos llamarnos tan ligeramente a nosotros
mismos “ministros”.
Un
pastor de una gran mega-iglesia en nuestra ciudad, abierta y desvergonzadamente
apunta como su población, a los ricos californianos que se mudan a nuestra
área. Si creemos que la Iglesia de Cristo es una institución, entonces debe ser
manejada como cualquier otra corporación y todos deben ser contribuyentes hasta
lo máximo. Porque si vamos a mantener tan extravagantes edificios y programas,
todos deben contribuir, ¿verdad?
Abajo
hay un detalle del presupuesto anual de una de tales iglesias.
Salario
del Pastor ……… US$ 140.000
Salario
del Personal …. 40.000
Misiones
……………........ 300
Fuegos
artificiales ………. 300
Benevolencia
………………. 12
Con
algunas variaciones, este extracto refleja las prioridades de las iglesias
institucionales de hoy en día. ¿Me pregunto si dieron los doce benevolentes
dólares todos de una vez, o lo repartieron en un periodo de doce meses? ¿Lo
dieron todo a una obra de caridad o tal vez a dos o tal vez a doce? Por lo
menos hay un saldo en este estado financiero; dan tanto a las misiones como lo
dieron para comprar fuegos artificiales. Una cosa es dolorosamente clara cuando
seguimos la senda del dinero. Dar a los pobres no es una prioridad y la parte
gruesa de los ingresos van a quien es respetado y honrado por encima de todo.
No. No me estoy refiriendo a Cristo, porque
El dijo: “De cierto os digo que en
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”.
No damos a Cristo por dar a los más grandes de estos, sino por dar a los más
pequeños. Aquel que ha recibido el lugar de honor en la iglesia institucional
de hoy en día no es Cristo, sino el pastor. Esto está claramente demostrado por
el gran honorario que el profesional recibe en oposición a las pocas migajas
que caen de su mesa para los pobres y desamparados que se sientan en su
estrado.
Tal
acepción de personas está en directa oposición a “la fe de nuestro Señor
Jesucristo, el Señor de gloria”.
¿Cuánto
tiempo, oh Dios, proseguiremos en retener la fe de tu Hijo con motivos
malvados? ¿Cuánto tiempo podremos continuar engañándonos a nosotros mismos
creyendo que estamos siguiendo las huellas de Aquel que ha puesto su vida por
todos?
La Polación Olvidada - George Davis
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