Clayton Sonmore
Permítasenos
examinar la puerta del lugar que Ezequiel describe tan bellamente en el
capítulo 44. A diferencia de los demás profetas del exilio, cuyos ministerios
fueron especialmente para Judá o para el reino de las diez tribus de Israel,
Ezequiel es la voz del SEÑOR para toda la casa de Israel.
Hablando
de una manera general, el propósito del ministerio de Ezequiel en Babilonia fue
el de poner de presente, ante la genera¬ción nacida en el exilio, no solamente
los pecados de la nación, que habían hecho caer tan bajo a Israel, sino también
sostener la fe de los exiliados mediante la predicación de la restauración
nacional. Ciertamente, cualquier exégeta de la Biblia reconocería que Eze¬quiel
no fue solamente para nosotros el narrador de un libro histórico de algo que
ocurrió hace 2.500 años.
Este
libro nos muestra un cuadro tremendo de la Iglesia de hoy día, y de la obra de
Dios del fin de los tiempos para Su «hijo varón» del Apocalipsis. Este hijo
varón ha llegado a conocer a Dios (1) como Jesús (el, Salvador); (2) como el
Cristo (que unge con el Espíritu Santo), y (3) como único Señor. Esta compañía
del hijo varón no está satisfecha por estar en el atrio con solo la
congregación, sino que está decidida a ser uno de los pocos sacerdotes levitas
de Dios al que le sea permitido entrar en el Lugar Santo.
El
hijo varón representa un pueblo que no estará satisfecho sola¬mente con las
Fiestas de la Pascua y de Pentecostés, sino que su espíritu interior clamará
también por participar en la Fiesta de los Tabernáculos. Este pueblo no estará
satisfecho sólo con la expe¬riencia del atrio exterior ni con la del atrio
intermedio, sino que ellos se empecinarán hasta que hayan pasado del todo por
el Lugar, Santo y entren en el Lugar Santísimo. Ellos no permanecerán como los
«niños,» poniendo su énfasis en lo que pueden recibir. Tampoco podrán estar
satisfechos por permanecer como los «jóvenes,»
con el simple deseo de saber lo que pueden hacer. Este es un pueblo que se moverá en la Paternidad, ocupado y
preocupado las 24 horas del día en ser lo que Dios quiere que ellos sean.
Por
medio de la revelación, Juan vio a este pueblo, y dijo: «Conozco tus obras: He
aquí, he dejado la puerta abierta delante de ti, y ninguno la puede cerrar;
porque tienes algo de potencia, y has guardado mi Palabra, y no has negado mi Nombre....
Porque has guardado la Palabra de mi paciencia, yo te guardaré de la hora de la
tentación, que ha de venir en todo el universo mundo, para probar a los que
moran en la tierra.» «He aquí, que yo vengo presto; retén lo que tienes, para
que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de
mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y
el nombre de la Ciudad de mi Dios, que es la nueva Jerusalén, la cual ha
descendido del cielo con mi Dios, y mi Nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias.»
En
el capítulo 44, Ezequiel habla sobre aquellos a los que se les permitirá entrar
al Lugar Santísimo en «el tiempo señalado,» «al final de los tiempos.» A éstos
se les permitirá ministrar no solamente para la casa y para el pueblo, sino
también son aquellos que «estarán calificados para ministrar ante El, y para
estar delante de El y ofrecerle la grosura y la sangre.»
En
Ezequiel 44:4-16, leemos: «Y me llevó hacia la puerta del norte por delante de
la casa, y miré, y he aquí la Gloria del SEÑOR había llenado la Casa del SEÑOR;
y caí sobre mi rostro. Y me dijo el SEÑOR: Hijo de hombre, pon tu corazón y
mira con tus ojos y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas
las ordenanzas de la Casa del SEÑOR, y de todas sus leyes; y pon tu corazón a
las entradas de la Casa, y a todas las salidas del Santuario.»
«Y
dirás a la rebelde, a la Casa de Israel: Así dijo el SEÑOR Dios: Basta ya de
todas vuestras abominaciones, oh Casa de Israel. De haber vosotros traído
extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en
mi Santuario, para contaminar mi Casa; de haber ofrecido mi pan, lo grosura y
la sangre; e invalidaron mi pacto por todas vuestras abominaciones; y no
guardasteis el ordenamiento de mis santificaciones, sino que pusisteis guardas
de mi ordenanza en mi Santuario.»
«Así
dijo el SEÑOR Dios: Ningún hijo de extranjero, incircunciso de corazón e
incircunciso de carne, entrará en mi Santuario, de todos los hijos de
extranjeros que están entre los hijos de Israel. Y los levitas que se apartaron
lejos de mí cuando Israel erró, el cual se desvió de mí en pos de sus ídolos,
llevarán su iniquidad. Y serán ministros en mi Santuario, porteros a las
puertas de la Casa, y sirvientes en la Casa; ellos matarán el holocausto y la
víctima del pueblo, y ellos estarán delante de ellos para sirvientes.
Por
cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la Casa de Israel por
tropezadero de maldad; por tanto, yo alcé mi mano acerca de ellos, dijo el
SEÑOR Dios, que llevarán su iniquidad. No se acercarán a mí para servirme como
sacerdotes, ni se llegarán a ninguna de mis santificaciones; a mis cosas
santísimas; sino que llevarán su vergüenza, y sus abominaciones que hicieron.
Los pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la casa para todo
servicio. y para todo lo que en ella haya de hacerse.» Las palabras servicio y
hacerse se identifican prontamente con el párrafo siguiente, que es una dimensión
que tiene, esencialmente, su función principal en una mera actividad
horizontal.
«Mas
los sacerdotes levitas, hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento de mi
Santuario, cuando los hijos de Israel se desviaron de mí, ellos se acercarán a
mí para ministrarme, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la
sangre, dijo el SEÑOR Dios. Ellos entrarán en mi Santuario, y ellos se
acercarán a mi mesa para ministrarme, y guardarán mi ordenamiento.»
Qué
triste es ver, en el sistema de la iglesia babilónica de hoy, que una gran
parte de los sacerdotes, de los ungidos, se han desviado en pos de otros
ídolos, [y ahora nosotros los bautizados (ungidos) por el Espíritu somos los
sacerdotes,] y han permitido mucha inmundicia en medio de nosotros y en nuestro
culto.
Aunque
Dios les permitiera ministrar en ese día a la casa y para el pueblo a los que
están en el atrio intermedio, y se los esté permitiendo hoy, debe hacérseles
saber que, porque ministraron delante de sus ídolos, esto hizo que la casa de
Israel cayera en la iniquidad, y que la mano de Dios se alzara contra ellos.
Por causa de los que aprobaron tal compromiso, no les será permitido en ese día
oficiar como sacerdotes en el Lugar Santísimo, en el Santo de los Santos. Sin
embargo, alabado sea Dios por el reino de sacerdotes que son de los hijos de
Sadoc, que han decidido de nuevo en el día de hoy no seguir el mal camino, sino
que han seguido en pos de El, y le han ministrado a El en el Lugar Santísimo.
Ellos han afirmado «su vocación y elección.» Ellos, y sólo ellos, «entrarán en
el santuario y se acercarán a Su mesa para ministrarle a El.»
En
la cueva de Adulam, David representa al pueblo que hoy está suspirando por la
bebida espiritual. Aunque él se encontraba interceptado y cercado por los que impedían
el paso por el camino que llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo,
tres hombres esforzados se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para
conseguir esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! El pozo de agua pura
de Belén representa ese «río resplandeciente como cristal» (Apocalipsis 22:1),
que un día, casi 1.000 años después del profético deseo de David, fluiría del
costado abierto del Galileo, del único que nos llamaría «amigos.»
Esos
tres hombres esforzados representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a
la madurez. Estos son aquellos que se están levantando con gran unción y con
gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las filas del
enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida
espiritual para los que tienen sed. ¡Cómo se regocija mi corazón por aquellos
que no tuvieron miedo, que estuvieron dispuestos a correr el riesgo; por
aquellos que, de algún modo, como Jesús que «no ganó renombre,» no les importó
lo que alguien pensara o dijera! Ellos se dieron cuenta de que había algo, más
valioso que el oro, que manaba de ese pozo de Belén.
Ellos
pudieron ver, por el Espíritu, que había un río de vida que manaba del costado
abierto del Crucificado que iba a nacer en Belén.
Aquí
había algo para ver, para participar en ello, algo que no iba a estar
disponible para el ojo o para el gusto del observador casual. Esto daba Nueva
Vida, aun más abundante. Este era algo que no sólo daba la sanidad Divina, sino
que daba también la salud Divina. Estoy feliz de que ellos pudieran ver a Aquel
que fue, que es y que será por todas las incontables edades de la eternidad; a
Aquel a quien vio Moisés en la zarza que ardía, el día en que él también
respondió: «¡Heme aquí!»
Qué
maravilloso sería que hubiera de aquellos que hoy día están dispuestos a
ocultarse en la caverna, los que están dispuestos a separarse de Saúl y de
todas las deficiencias de éste, los que están dispuestos a continuar en medio
de la persecución y del mal entendimiento. Hermano mío, hermana mía: «No
tenemos lucha contra sangre o carne; sino contra principados, contra
potestades.» Toda la creación está gimiendo con dolores de parto: el ateo, el
proxeneta, el borracho, el drogadicto, todos están «gimiendo con dolores de
parto.»
También
la Iglesia: los pentecostales, los evangélicos, los liberales, los católicos
están «gimiendo con dolores de parto,» esperando la manifestación de los hijos
de Dios; esperando, de¬seando y anhelando vehementemente que aquellos gigantes
se abran paso por entre las líneas enemigas, arriesgándolo todo, con el fin de
poder traer algo más, algo mejor, algo más alto, algo que está Más Allá del
Pentecostés, para un pueblo que está sediento, hambriento, desnutrido.
¿Estarían ustedes dispuestos a pagar el precio para ser uno de aquellos que, en
los últimos días, estarán simbolizados por los tres valientes de David?
El
mensaje de la condición filial, y el apremio por entrar al «Lugar Santísimo,»
es un camino solitario de la obediencia que acarreará para muchos la
separación. Estos hijos deben ser llevados de gloria en gloria, hasta cuando
ellos hayan tenido la comprensión. Así como la cabeza es pequeña en comparación
con todo el cuerpo humano, así también la Compañía del Hijo será pequeña en
comparación con todo el cuerpo de Cristo. Pero será un grupo que estará
dispuesto a pagar el precio de la crucifixión de la carne, con el fin de entrar
en la «cabeza» que es El, «cada uno en su debido orden».
Lo
que Dios está haciendo ahora es una obra de «primicias,» una obra preparatoria
para la gran promesa dispensacional de que, en la plenitud de los tiempos, ella
será consumada con Su «entrada repentina en él, en Su Templo.» Este será el
hecho culminante para el tiempo de la humanidad. Dios entrará en Sus hijos y
los llevará a «Su gloria.»
En
la adoración en el templo había una progresiva aproximación a Dios: (1) el
Atrio Exterior; (2) el Lugar Santo, y (3) el Lugar Santísimo.
El
primer atrio representa el lugar del sacrificio. El segundo atrio es el lugar
de las ordenanzas y de las ceremonias, donde ministraban los sacerdotes. El
tercero, es el lugar de Su Presencia, en el cual sólo entraba el sumo
sacerdote. Por medio de la condición filial, Dios está llevando a Sus escogidos
al ministerio del Sumo Sacerdocio del cual Jesús fue el precursor.
Él
fue y es «el primogénito entre muchos hijos» llevados a la gloria.
Dios
está llevando un pueblo más allá del velo de la «carne.» El sacrificio era
necesario, y las ordenanzas cumplieron un propósito.
Pero
ahora, Él está llevando a Sus escogidos - porque muchos son los llamados y
pocos los escogidos - para que lleguen a un franco y completo cara a cara con
el velo (con la carne). Cuando Cristo, el Señor, entre en nosotros, del mismo
modo en que El entró en el cuerpo de Jesús - el Hijo del Hombre -, Su
ministerio de Sumo Sacerdote se identificará con nosotros, y nosotros con El, y
el velo de nuestra carne se romperá de arriba abajo para que podamos entrar.
Muchos
se detienen en el altar, y siempre están haciendo sacrificios. Otros se
contentan con el lugar de los mandamientos y de las ordenanzas, y con lo que
sigue a esto. Pero habrá una compañía del sumo sacerdocio que entrará más allá,
¿quiere usted ser parte de ella?
Mas Allá del Pentecostés - Clayton Sonmore
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