Un impuesto obligatorio.
El diezmo es un impuesto: la décima parte de una cosecha o de un salario o de cualquier riqueza, que se paga como tributo a una autoridad, que lo exige. Es una costumbre que estuvo vigente en muchas culturas del mundo antiguo.
En la Biblia, el libro del Deuteronomio (14,22-28) establece: Cada año, sin falta, deberán ustedes apartar la décima parte de todo el grano que cosechen, la décima parte de trigo, de vino y de aceite, y de las primeras crías de sus vacas y ovejas… Cada tres años deberán ustedes apartar la décima parte de su cosecha del año, y almacenarla en su ciudad, para que cuando vengan los levitas, a quienes no les ha tocado tener su propia tierra, o los extranjeros que viven entre ustedes, o los huérfanos y las viudas, puedan comer hasta quedar satisfechos.
El diezmo se estableció inicialmente en especie y para dar de comer a los sacerdotes del pueblo hebreo, pertenecientes a la tribu de Leví, quienes, a causa de las leyes de Moisés, no podían poseer tierras ni propiedades para dedicarse exclusivamente al culto a Dios. El diezmo se destinaba también a socorrer a los más pobres, identificados siempre en la Biblia con “los huérfanos y las viudas”, por el estado de desprotección en el que se encontraban estos dos-sectores-de-la-población.
Jesús no aconsejó pagar el diezmo.
Jesús no aconsejó pagar el diezmo. Y fue acusado por los sacerdotes por no pagarlo. Sus críticas al Templo de Jerusalén y a la casta sacerdotal incluían, implícitamente, el rechazo a la dura carga del diezmo. Los “mercaderes” a los que Jesús volcó sus mesas cuando irrumpió con un látigo en el Templo de Jerusalén, se dedicaban, entre otras cosas a cambiar por la moneda propia del santuario las monedas griegas o romanas que traían los israelitas-al-Templo-para-pagar-sus-diezmos-a-los-sacerdotes.
Todo israelita varón mayor de 20 años estaba obligado a pagar anualmente al Templo varios tributos: dos dracmas o dos denarios equivalentes al jornal de dos días , las primicias de sus cosechas o de los frutos de su trabajo, y el llamado “segundo diezmo”, que no se entregaba en el Templo, pero que estaba obligado a gastar en Jerusalén en comida, obje tos u hospedaje.
Siguiendo a Jesús, las primeras comunidades cristianas eliminaron el pago de los diezmos y sostenían la comunidad compartiendo los bienes entre todos.
En la medida en que el cristianismo pasó a ser religión oficial del imperio romano, la ley bíblica del diezmo recuperó su lugar. Los obispos reunidos en los Concilios regionales de Tours y Maçon (años 567 y 585) revivieron la obligación del diezmo, que debía pagarse a obispos y párrocos. El emperador Carlomagno (siglo VIII) estableció el pago obligatorio del diezmo de las cosechas para sostener a los obispos de iglesias locales.
El diezmo jugó un importante papel en la acumulación de riquezas de la iglesia romana. En la Edad Media todos los propietarios de tierras estaban obligados a entregar una décima parte de su producción o de sus ingresos a la autoridad jerárquica de la iglesia local, bajo pena de excomunión o amenaza de condena en el infierno. En el tiempo de Gregorio VIII (siglo XII) se instituyó el “diezmo de Saladín”, que debían pagar todos los cristianos que no participaran en-las Cruzadas contra los musulmanes.
En varios países europeos de tradición cristiana, aunque de leyes laicas. España, Alemania, Italia pervive un “equivalente” al diezmo: el “impuesto religioso” que se entrega al Estado al declarar los impuestos sobre la renta personal y que se dedica a financiar a la iglesia católica o a las iglesias protestantes.
Desde hace unos años, y para evitar continuar financiando a la iglesia católica, ciudadanas y ciudadanos críticos con la actuación del clero español, promueven una campaña de apostasía. Se trata de renunciar por escrito y oficialmente con un documento formal a su pertenencia a la iglesia católica, lo que les libra de pagar ese impuesto.
Actualmente, como resultado del creciente fundamentalismo bíblico y de una lectura literal de la Biblia, algunas iglesias cristianas evangélicas, especialmente las pentecostales y neopentecostales, han revivido la práctica del diezmo, convirtiéndola en una condición de la verdadera fe. Como en una transacción comercial, a cambio del pago del diezmo, pastores y predicadores ofrecen a sus fieles ser bendecidos y “prosperados” por Dios.
RECONSIDERANDO EL DIEZMO 3. Por Gary Amirault
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