Charles Elliott Newbold, Jr.
Con frecuencia, para poder ver y apreciar algo como un todo, primero tenemos que romperlo y ver todas sus partes. Eso es lo que en parte pretende hacer este estudio de los tres atrios y las fiestas.
Todas estas poderosas obras de Dios (justificación, santificación y glorificación, es decir, la salvación) fueron conseguidas por Jesús en Su obra acabada sobre la cruz. Cuando murió, la Biblia dice que el velo del templo se rasgó en dos (Mat. 27:51). Esto nos indica que ahora tenemos acceso al Padre por medio de la muerte de Jesucristo porque entró una vez y para siempre en el Lugar Santísimo como nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 9:11-12; 10:19-22).
La única manera de que cualquiera de nosotros tengamos acceso al Padre es por medio de Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Y por causa de lo que hizo entonces, ahora estamos sentados con Él en lugares celestiales (Efe. 2:6). Podemos entrar confiadamente al trono ante Dios (Heb. 4:16).
No es como si tuviéramos que dar la talla sobre el fundamento de las obras para poder pasar de un grado a otro, hasta llegar a ese tercer grado. Es así como funcionan las órdenes secretas.
Dios quiso desde el principio que cada creyente llegara completamente a un lugar en el que Jesús fuera el Señor absoluto. No debería de suceder jamás que alguien se convierta primero, y sea “salvo”, recibiendo, tal y como es predicado, a “Jesús en el corazón como el Salvador”; y que después, semanas o meses, o años más tarde, sea convencido de tener que hacerle Señor. Jesús no es Salvador hasta que Él es Señor.
Sólo cuando Él es Señor, entramos en una relación correcta con Él. Sólo cuando Él es Señor, le autorizamos por nuestra libre voluntad, para obrar Su salvación en nosotros. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Rom. 10:9). La Biblia American Standard dice: “Si confiesas con tu boca a Jesús como Señor.” El Señorío es el prerrequisito para la salvación.
El Evangelio completo, completo
Cuánto más leemos la Biblia, más descubrimos el “ser” de Dios, que Dios “es” y que todas las cosas en Él son hechos consumados, y que lo único que hay que hacer es creer.
De nuevo lo digo, Efesios 2:8 es la plomada. “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe…” La gracia es la parte de Dios. La fe es la nuestra. Dios ya ha cumplido Su parte. Está acabada. Lo único que tenemos que hacer para aplicarlo a nuestras vidas es creer—no un asentamiento pasivo mental de Dios, de Jesucristo como el Hijo de Dios, sino una fe activa que viene por conocimiento de revelación y aviva nueva vida en nuestros espíritus.
Cristo es nuestra justificación, nuestra justicia, nuestra redención, nuestra santificación, nuestra glorificación, nuestra salvación. Él es nuestro todo en todos. Es todo en lo que Él es. De modo que cuando venimos a Él en creencia radical, entrega y abandono totales, obtenemos todo lo que Él es. Cualquiera podría pasar de la justificación a la glorificación en una experiencia de conversión rápida.
Entonces, ¿Por qué no sucede así? Sugiero dos razones: una es porque Tabernáculos, aunque ha sido cumplida por Jesús, aun no ha sido cumplida en términos del propio horario histórico de Dios.
Ha habido muchos santos a lo largo de los tiempos que han vivido una vida crucificada semejante, pero la promesa de la glorificación está reservada para el fin. “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque Le veremos tal como Él es:” (1ª Juan 3:2).
La otra razón por la que no hemos pasado de la justificación a la glorificación en una experiencia de conversión es simplemente porque no ha sido predicado de esa forma. “La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Rom. 10:17). Lo que es predicado, generalmente es creído y recibido.
Todavía no hemos predicado el evangelio completo. Los evangélicos predican el arrepentimiento y el nuevo nacimiento, y así, la gente se arrepiente y nace de nuevo.
Los Pentecostales y los carismáticos surgieron con la revelación del bautismo en el Espíritu Santo, hablando en lenguas desconocidas, milagros de sanidades y afirmando estar predicando el evangelio completo.
En la medida en que esas verdades son predicadas, podrán ser entonces creídas, recibidas y actualizadas. Pero predicar solo la Pascua o la Pascua y Pentecostés, no es aún el evangelio completo. Solo dos de las tres fiestas están siendo predicadas.
Si los evangelistas hubieran de predicar el Señorío de Jesucristo y la vida consagrada, si el pueblo entendiera completamente el costo del discipulado y de todas formas decidiera seguir a Jesús, estarían vendidos desde el principio y no tendrían que ser arrastrados de un atrio a otro.
Una vez que se ha recibido una falsa enseñanza, es difícil renunciar a ello. SI hemos sido enseñados que el bautismo en el Espíritu Santo y las lenguas no son para hoy, es difícil echar abajo esas fortalezas en la mente. Si a alguien es enseñado una versión engañosa de la fe y la prosperidad, es difícil llevarle a cosas más profundas en Dios. Lo que sea predicado, es con toda probabilidad lo que va a ser creído.
Pero en este último día, antes de que regrese el Señor Jesús, Él está purificando el mensaje del evangelio. Está restaurando las buenas nuevas de “Jesucristo y Jesucristo crucificado” (1ª Cor. 2:2).
La verdad del evangelio es que no somos llamados a ser salvos del infierno para que podamos ir al cielo una vez muramos. Eso es un subproducto de nuestra salvación. No hemos sido salvos para que podamos obtener todas las necesidades básicas para la carne en esta vida. Hemos sido llamados a seguir a Jesús en Su bautismo, que es la única manera de glorificar al Padre.
Del mismo modo que el Hijo sólo buscó glorificar al Padre, así Sus muchos hijos han de buscar glorificarle sólo a Él. Ese es nuestro único propósito para vivir como hijos de Dios.
Y del mismo modo que el Hijo fue glorificado al buscar glorificar sólo al Padre, así serán los muchos hijos, glorificados al buscar glorificar sólo al Padre.
La única forma en que el Hijo glorificó al Padre, fue a través de la obediencia radical. Del mismo modo será con los muchos hijos.
Si estamos dispuestos a vendernos por completo y por adelantado a Él, podremos entrar en esa plenitud en Él. O podemos tomar el viaje de cuarenta años por el desierto para llegar ahí. Pero éste último es el camino difícil por el que viajar. Los que se rebelaron en el desierto, murieron en el desierto. Fracasaron en entrar en las promesas de Dios.
La carne nunca quiere venderse al Espíritu. Está vendida a sí misma. EL hombre del espíritu camina conforme al Espíritu de Dios y no conforme a la carne (Gál. 5:16).
“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (Rom. 10:13). Hemos de invocar al Señor…Jesús… Cristo; es decir, Rey… Salvador… Ungidor. Cuando Él llega a ser Señor para ti por revelación, se convierte en tu Salvador. Cuando Él es Salvador, entonces es Ungidor. “Os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mat. 3:11).
Prosiguiendo a la meta
Al establecer el mensaje del evangelio en los términos de los tres atrios y las tres fiestas, vemos de hecho que representan una progresión en la historia del cumplimiento del plan de Dios en el mundo, que Jesucristo como Señor es el cumplimiento de ellos en la plenitud del tiempo, que representan las tres etapas en las que los creyentes mismos pueden entrar, y que nadie tiene que quedarse por más tiempo en ninguno de los atrios previos, sino que puede y de hecho debe proseguir hacia la plenitud en Dios.
Deseo que aprendáis estas diferencias, pero aún deseo más que este estudio de la palabra de Dios os catapulte a cada uno de vosotros a ese lugar con Pablo, el Apóstol, que pudo decir de sí mismo:
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual, lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la participación de Sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en Su muerte.
Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello por lo que fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Fil. 3:7-14)
Los Crucificados” – Charles Elliott Newbold, Jr.
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