Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


27 de septiembre de 2011

HEREDANDO EL REINO


Charles Elliott Newbold, Jr.

Entrar en el Reino de los Cielos es el hecho de entrar en un nuevo y completo ámbito de realidad. Ves las cosas de Dios, de ti mismo y de la vida, que nunca habías visto antes, conoces cosas que nunca antes habías conocido y comprendes cosas que nunca antes habían comprendido.

Para empezar, llegas al descubrimiento del reinado del Señor Jesucristo. Si alguna vez antes tuviste dudas al respecto, estar en el Reino y verle a través de ojos espirituales, quita toda duda. Esto la verdad es que llega por medio de conocimiento revelado.

Cuando el Padre abre tus ojos para que veas este nuevo ámbito de realidad, tienes fe para creer en el señorío de Jesucristo. Es decir, tienes fe para confiar en Él como Señor de toda tu vida. Hasta que no llegues a saber que sabes que Jesús es el Señor de todo, no habrás entrado completamente en el Reino de los Cielos.

Conforme a la escritura del Nuevo Testamento, podemos ver el Reino, podemos entrar al Reino y podemos heredar el Reino. La gente que está en el atrio externo de la Pascua a lo máximo podrá ver el Reino. Pero no disfrutará de los privilegios del entrar y de heredarlo.

Los que pasan de la Pascua a Pentecostés, no solo ven el Reino sino que entran en ello. El mero hecho de entrar en el Reino cambia la perspectiva que uno pueda tener sobre la realidad. Repentinamente, uno puede discernir asuntos espirituales. Las escrituras cobran vida y uno comienza a moverse en los dones del Espíritu y comienza a llevar más fruto del Espíritu.

Los que tienen hambre y sed de una vida completa en Cristo, no solo entran sino que comienzan a heredar el Reino. Hemos sido hechos herederos y co-herederos con Cristo. Es decir, todo lo que Él es, y todo lo que Él posee como el Señor de la gloria en Su Reino, es igualmente nuestro.

Esto no tiene ningún sentido en absoluto para la mente carnal del hombre no redimido que ni ha visto ni ha entrado al Reino. Cuando el pueblo de la Pascua comienza a hablar de su salvación, el pueblo del mundo se encoge en incredulidad. No tienen fundamento para creer en lo que no pueden ver.


No todo el que ha visto al Reino ha entrado a él. No todo el que ha entrado al Reino lo ha heredado.

Nadie, a la fecha y en esta vida, ha heredado completamente el Reino. Heredamos el Reino en grados. Tomamos la tierra poco a poco. Una vez que por el Espíritu hemos conquistado un área de vida del Reino por la que podemos vivir en completa seguridad de fe, entonces podremos avanzar al siguiente plano de realidad. Lo que es del Espíritu es más real que las cosas del mundo natural. “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2ª Cor.4:18).

Cada vez que vemos una cosa nueva por el Espíritu respecto del Reino, heredamos eso, entramos en eso, tenemos el coraje de fe de caminar en eso; y después, eso se convierte en una realidad manifiesta en nuestras vidas.

Solo el pueblo de Tabernáculos puede heredar el Reino en su plenitud, porque requiere la entrega completa de todo. Esto no pretende sugerir elitismo. Por el contrario, el coste para los crucificados es grande. Tienen que sacrificar fama, fortuna, prestigio, reconocimiento, ministerio tradicional, poder, posición y reputación. Son mal interpretados y con frecuencia, se les toma por heréticos.

No obstante, las recompensas del Reino hacen que el coste valga la pena. Porque el pueblo de Tabernáculos y del Lugar Santísimo, llega a un lugar en Jesús, en el que nada de lo demás importa—y esa es la herencia final.

“Los Crucificados” – Charles Elliott Newbold, Jr.

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry