Me parece que para poder comprender completamente la magnitud y extensión de las cosas de las que vamos a hablar, nuestra necesidad extrema en este momento presente es de una revelación sin precedentes a nuestros corazones de la gloria, majestad y persona de Cristo.
Ciertamente necesitamos que el Señor tenga misericordia de nosotros y conteste la oración del precioso Espíritu Santo siendo ofrecida por pablo, “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento-de-El.
Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en lo santos...” (Efesios1:17-19).
Sólo mediante un influjo de luz del rostro de Jesús brillando hasta el mismo asiento de nuestra vista, podemos llegar a comprender el significado de Cristo y de su obra consumada, así como su posición, estando sentado a la diestra del Padre, en la presencia de Dios, como también nosotros y para nosotros.
Ver al Señor Jesús en la gloria es ver la muerte completa de la vieja creación, la plenitud del rechazo de Dios a todo lo que pertenece a lo que éramos en el Primer Adán, y un establecimiento absoluto y final del nuevo Hombre sobre el trono, ¡en gloria y honor!
Cuando Jesús bajó a las aguas del bautismo, Él estaba demostrando en tipo el hecho de que por el Calvario, Él traería a toda la raza Adámica a las aguas de la muerte, por tanto llevándola a un fin completo.
Al subir, Él quería decir a todos que sólo lo que Él es, será la sustancia de la nueva creación. Fue cuando se levantó de las aguas que descendió el Espíritu Santo y Le ungió. Aquí vemos un cuadro muy vívido de cómo el Padre en el Cielo se confió a Sí mismo por Su Espíritu a Su Hijo, sólo después de que Él, en representación y en sustitución, enterrado en la muerte como el hombre completo que es en Adán, y levantado como el Hombre del Cielo—en quién el Padre “se complace”—aquel de quién todos tendrían que obtener una nueva y flamante vida, ¡si es que habían de agradar a Dios!
Es aquí, amados, en este crítico asunto, en esta importantísima transición de una clase de hombre a otro, desde uno que es terrenal y en enemistad contra Dios hasta una clase completamente nueva de hombre, un hombre celestial, con la naturaleza de Dios y su carácter—dónde la guerra se desencadena en los lugares celestiales.
En el Nuevo Hombre, Cristo y los de Su naturaleza, Satanás pierde todos sus derechos, todo su poder, todo su dominio. Satanás no tiene nada en Él. La misma presencia del Nuevo Hombre en gloria, es un testimonio siempre presente para todos los poderes derrotados de la oscuridad, de la victoria completa que tenemos en Cristo “sobre todo principado, y poder, y autoridad y dominio, y sobre todo nombre que se nombra...” (Efe. 1:21).
Sin embargo, esta victoria sólo puede mantenerse siempre que vivamos en todo lo bueno que es Cristo, y siempre que lleguemos a una completa renuncia de todo aquello que perseguimos en la carne, no siendo ya eso por más tiempo, sino una nueva creación.
Ésta es nuestra batalla, porque es precisamente en este punto que el espíritu del potencial humano pretende ejercer todos sus poderes malignos contra nosotros, esperando de alguna manera velarnos la completa suficiencia de Cristo y nuestra plenitud en Él. ¡El enemigo sabe que si vivimos bajo lo que somos en la carne, no importa lo santos o sagrados que aparentemos ser, tal vida es una burla completa del Hombre de gloria y de lo que Él representa para Dios y para nosotros!
Amados, a través de las “obras de la carne” comunes, los pecados obvios de la mentira, el robo, la maledicencia, la inmoralidad, el odio, la contienda, la brujería, las borracheras, etc, que son en sí bastante espantosas y se hallan de hecho bajo maldición algunas de las maquinaciones más malignas, sutiles y engañosas del enemigo, se están ejerciendo en contra de la iglesia en estas mismas líneas, no obstante no es aquí donde la iglesia esta siendo engañada hoy, al menos no la sección del cuerpo que está persiguiendo los fines del Señor y que es extrema en consagración ante Él.
En su lugar, la guerra que se está desarrollando en el frente de la batalla es contra este espíritu diabólico que se llama potencial humano, que siempre está pretendiendo infectarnos con el veneno de añadir algo de origen humano a la obra de Cristo, aunque lo vistamos con toda clase de ropajes religiosos y con el perfume de la pompa.
El Espíritu del Potencial Humano - Phil Beach Jr
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