Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


28 de septiembre de 2011

ESTANDO EN LA BRECHA


Charles Elliott Newbold, Jr.

Ezequiel 22:30 dice: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”
Esta palabra me vino en 1983: “Busco a un hombre”; dice el Señor, “que esté por Mí en la brecha. Alguien que batalle contra el enemigo a favor de la Iglesia. Alguien que se atreva a ponerse toda la armadura de Dios, toda el atavío de la batalla, y ser todo lo que Yo requiera que él sea.”

“Requiero mucho de este hombre. Más de lo que él podría esperar ser en sí y de sí mismo.”

“Requiero que sea santo.”
“Requiero que sea puro de corazón.”

“Requiero que sea amoroso y humilde, amable, sabio y fuerte.”
“Requiero que sea conocedor de Mi Palabra y perfectamente obediente a la misma.”

“Requiero de Él la suprema alabanza de Dios.”
“Requiero de Él oración, la clase de oración que asciende a Mi trono donde yo puedo contestar en poder y fuerza”.

“Requiero de él perfecta obediencia a todo lo que Yo le digo que haga: que vaya donde yo digo, que haga lo que Yo digo que haga, y que sea lo que Yo digo que sea.”

“Requiero de él fe, la clase de fe que mueve montañas.”

“Requiero de él que ponga su vida a favor de los demás; que prefiera a los demás por encima de sí mismo, que no se preocupe por mañana ni por su vida.”

“Requiero de él que sea distinto, peculiar, escurridizo, incomprendido, despreciado de muchos, odiado, perseguido, abusado, y en medio de todo ello, requiero que dé la otra mejilla.”

“Requiero de él misericordia”.

“Requiero de él poder para echar fuera demonios, para sanar a los enfermos, para liberar a los cautivos, para proclamar el año agradable del Señor.”
“Requiero de él que sea perfectamente conformado a la imagen de Mi Hijo, cuyo nombre está por encima de todo nombre en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.”

“Requiero de él que sea como Jesús”.

“No sólo requiero todo esto de él, sino que también le daré la capacidad para satisfacer todas estas demandas. Le doy a Jesús”.

“Si se vuelve a Mí de todo su corazón, abandona todo lo demás en su corazón, hace a Jesús el Señor de su vida, depositaré la misma vida de Jesús en su corazón por mi Espíritu Santo; y entonces habré encontrado al hombre que he estado buscando. Y él estará en la brecha por Mí.”

“Los Crucificados” – Charles Elliott Newbold, Jr.

27 de septiembre de 2011

HEREDANDO EL REINO


Charles Elliott Newbold, Jr.

Entrar en el Reino de los Cielos es el hecho de entrar en un nuevo y completo ámbito de realidad. Ves las cosas de Dios, de ti mismo y de la vida, que nunca habías visto antes, conoces cosas que nunca antes habías conocido y comprendes cosas que nunca antes habían comprendido.

Para empezar, llegas al descubrimiento del reinado del Señor Jesucristo. Si alguna vez antes tuviste dudas al respecto, estar en el Reino y verle a través de ojos espirituales, quita toda duda. Esto la verdad es que llega por medio de conocimiento revelado.

Cuando el Padre abre tus ojos para que veas este nuevo ámbito de realidad, tienes fe para creer en el señorío de Jesucristo. Es decir, tienes fe para confiar en Él como Señor de toda tu vida. Hasta que no llegues a saber que sabes que Jesús es el Señor de todo, no habrás entrado completamente en el Reino de los Cielos.

Conforme a la escritura del Nuevo Testamento, podemos ver el Reino, podemos entrar al Reino y podemos heredar el Reino. La gente que está en el atrio externo de la Pascua a lo máximo podrá ver el Reino. Pero no disfrutará de los privilegios del entrar y de heredarlo.

Los que pasan de la Pascua a Pentecostés, no solo ven el Reino sino que entran en ello. El mero hecho de entrar en el Reino cambia la perspectiva que uno pueda tener sobre la realidad. Repentinamente, uno puede discernir asuntos espirituales. Las escrituras cobran vida y uno comienza a moverse en los dones del Espíritu y comienza a llevar más fruto del Espíritu.

Los que tienen hambre y sed de una vida completa en Cristo, no solo entran sino que comienzan a heredar el Reino. Hemos sido hechos herederos y co-herederos con Cristo. Es decir, todo lo que Él es, y todo lo que Él posee como el Señor de la gloria en Su Reino, es igualmente nuestro.

Esto no tiene ningún sentido en absoluto para la mente carnal del hombre no redimido que ni ha visto ni ha entrado al Reino. Cuando el pueblo de la Pascua comienza a hablar de su salvación, el pueblo del mundo se encoge en incredulidad. No tienen fundamento para creer en lo que no pueden ver.

26 de septiembre de 2011

LA OBRA ACABADA DE DIOS


Charles Elliott Newbold, Jr.

Con frecuencia, para poder ver y apreciar algo como un todo, primero tenemos que romperlo y ver todas sus partes. Eso es lo que en parte pretende hacer este estudio de los tres atrios y las fiestas.

Todas estas poderosas obras de Dios (justificación, santificación y glorificación, es decir, la salvación) fueron conseguidas por Jesús en Su obra acabada sobre la cruz. Cuando murió, la Biblia dice que el velo del templo se rasgó en dos (Mat. 27:51). Esto nos indica que ahora tenemos acceso al Padre por medio de la muerte de Jesucristo porque entró una vez y para siempre en el Lugar Santísimo como nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 9:11-12; 10:19-22).

La única manera de que cualquiera de nosotros tengamos acceso al Padre es por medio de Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Y por causa de lo que hizo entonces, ahora estamos sentados con Él en lugares celestiales (Efe. 2:6). Podemos entrar confiadamente al trono ante Dios (Heb. 4:16).

No es como si tuviéramos que dar la talla sobre el fundamento de las obras para poder pasar de un grado a otro, hasta llegar a ese tercer grado. Es así como funcionan las órdenes secretas.

Dios quiso desde el principio que cada creyente llegara completamente a un lugar en el que Jesús fuera el Señor absoluto. No debería de suceder jamás que alguien se convierta primero, y sea “salvo”, recibiendo, tal y como es predicado, a “Jesús en el corazón como el Salvador”; y que después, semanas o meses, o años más tarde, sea convencido de tener que hacerle Señor. Jesús no es Salvador hasta que Él es Señor.

Sólo cuando Él es Señor, entramos en una relación correcta con Él. Sólo cuando Él es Señor, le autorizamos por nuestra libre voluntad, para obrar Su salvación en nosotros. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Rom. 10:9). La Biblia American Standard dice: “Si confiesas con tu boca a Jesús como Señor.” El Señorío es el prerrequisito para la salvación.

El Evangelio completo, completo

Cuánto más leemos la Biblia, más descubrimos el “ser” de Dios, que Dios “es” y que todas las cosas en Él son hechos consumados, y que lo único que hay que hacer es creer.

De nuevo lo digo, Efesios 2:8 es la plomada. “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe…” La gracia es la parte de Dios. La fe es la nuestra. Dios ya ha cumplido Su parte. Está acabada. Lo único que tenemos que hacer para aplicarlo a nuestras vidas es creer—no un asentamiento pasivo mental de Dios, de Jesucristo como el Hijo de Dios, sino una fe activa que viene por conocimiento de revelación y aviva nueva vida en nuestros espíritus.

24 de septiembre de 2011

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA


Charles Elliott Newbold, Jr.

Tal y como queda registrado en Juan 14:2-6, Jesús confortó a Sus discípulos respecto de Su marcha diciéndoles que si se marchaba, como debía marcharse, prepararía un lugar para ellos en la casa de Su Padre, y vendría de nuevo y los recibiría diciéndoles, “para que dónde Yo estoy, vosotros también estéis”.

Continuó diciendo, “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. Pero Tomás Le contestó, “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿Cómo, pues, podemos saber el camino?” Jesús aprovecho la ocasión para explicar que Él mismo es “el camino, la verdad y la vida.”

Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y sucede en ese mismo orden.

El Camino

Primero, Jesús es el Camino, el camino a la salvación. Nadie puede venir al Padre excepto a través de Jesús (Juan 14:6).

Él es claramente la puerta de las ovejas (Juan 10:7). Los hombres intentan entrar en el reino de Dios a través de otras muchas maneras. Pero son ladrones y salteadores (Juan 10:1). Nadie puede entrar al Reino de Dios a menos que esté dispuesto a humillarse en la muerte y pasar por la puerta que es la persona de Jesús: ser sepultado con Él en Su bautismo y levantado con Él en Su resurrección. (Rom. 6:4).

Este es el ministerio del atrio exterior: el sacrificio del Cordero de Dios, el Salvador del mundo. “Y llamarás Su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados.” (Mat. 1:21).

Él es el camino, el sendero, el sendero estrecho que lleva a la vida. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mat. 7:13-14).

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. (Prov. 14:12).

Qué Jesús es el camino indisputable a Dios, para Dios es el debate de los hombres carnales hasta este día. Es un insulto a la mente carnal del hombre que se exalta sobre el conocimiento de Dios, que Dios pudiera ser de mente tan estrecha. Insulta al intelectual que quiere o bien creer que tiene dentro de sí mismo la capacidad para salvarse a Sí mismo, o que todas las religiones se canalizan hacia un Dios común.



21 de septiembre de 2011

AGUA EN VINO


Charles Elliott Newbold, Jr.

El surgimiento de los crucificados es lo que Dios está haciendo en el mundo hoy. Son el nuevo vino que está siendo vertido en odres nuevos.

Cuando Jesús obró el milagro en Caná (Juan 2), cambió el agua en vino. En la Biblia, generalmente el agua es un tipo de la palabra de Dios (Efe. 5:26), y el vino representa la sangre de Jesús, al hablar de Sí mismo con respecto a la cena del Señor: “De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto) en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Luc. 22:20).

Hasta que el agua de la palabra de Dios no se convierta en el vino de la sangre de Dios, no tendrá ningún valor redentor. Jesús era la Palabra hecha carne (Juan 1:1,14). También era el Cordero de Dios (Juan 1:36, Apoc. 5:5-10). Vino como la Palabra y murió como el Cordero. La Palabra se convirtió en la Sangre: el agua se hizo vino.

La naturaleza profética del evento

Creo que Juan está haciendo una declaración deliberada por el Espíritu Santo al preservar este milagro en Caná como “principio de señales que Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria…” (Juan 2:11). Sirve proféticamente tanto para la crucifixión de Jesús como para el surgimiento de los crucificados en estos últimos tiempos.

El hecho de que fuera en el contexto de una boda es significativo. La historia completa de la Biblia comienza y termina con una boda. En el principio Él hizo al hombre y desde Él, hizo una ayuda idónea y declaró, “serán una sola carne” (Gén. 2:24).

Efesios 5:22-23 traza una correlación entre el esposo y la esposa, Cristo y la iglesia. Dios y Cristo son vistos a lo largo de la Biblia como el esposo o el novio, mientras que Israel y la iglesia son vistos como Su esposa o su novia desposada. Israel y la iglesia son uno y una misma cosa desde el punto de vista de Dios. Siempre ha tenido una sola esposa a Sus ojos. No se divorció de una y se casó con otra. Se divorció de la Israel ramera (Jer. 3:8) pero le prometió restauración en Sión (Zac. 3:14-19).

Juan el Bautista, dijo en referencia a Jesús, “El que tiene a la esposa, es el esposo” (Juan 3:29).

19 de septiembre de 2011

EL VIEJO ORDEN/ EL NUEVO ORDEN



Charles Elliott Newbold, Jr.

Los crucificados son una nueva raza de Cristianos en el mundo hoy en día. Son un nuevo orden en contraste con un viejo orden de Cristianos.

El viejo orden de Cristianos está esencialmente bajo la ley—no necesariamente la ley del Antiguo Testamento, sino leyes de su propia creación. Son guardados por normas y reglas que les gobiernan porque no son gobernados ni motivados por el poder y la vida de Dios obrando dentro de ellos.

Dar

Bajo el viejo orden, el Cristiano tiene que ser empujado a dar. Bajo el nuevo orden, el cristiano es por naturaleza un dador. El viejo está bajo la ley de diezmar. El nuevo es el diezmo, es decir, todo lo que él es y tiene es una ofrenda de primicias para su Dios.

Todo lo que Él es y tiene es de Dios a su orden. No tiene que ser exhortado por el predicador para hacer o para dar nada. Está un paso al frente del predicador. Está constantemente en sintonía con el Espíritu Santo que le guía en todo lo que hace, dice o da.

Fidelidad

Bajo el viejo orden, el Cristiano tiene que ser exhortado a la fidelidad. Bajo el nuevo, es por naturaleza fiel. Viene y va y hace conforme a la voluntad de Su Padre.

Es fiel porque es confiado. Cree en Dios, pone su confianza en Dios y tiene confianza en Dios de que “todo ayuda a bien a los que aman a Dios, a los que conforme a Su propósito son llamados” (Rom. 8:28).

Porque confía en Dios, él mismo es digno de confianza. He descubierto a lo largo de los años que el que no puede confiar en los demás, no es digno de confianza él mismo. Tendemos a proyectar en los demás lo que vemos en nosotros mismos.

Las personas confiadas son personas fieles. Las personas fieles son personas obedientes. No es que son fieles y obedientes para hacer lo que se les dice; son fieles y obedientes para ser lo que se les ha hechos ser. Han sido formados y re-formados por su Creador para ser como Él es.

Iglesia

Ahora bien, esta importante distinción entre el viejo orden del Cristiano y el nuevo va a hacerse cada vez más evidente con el tiempo.

El Cristiano del viejo orden va a la iglesia. Ha sido programado para ir, exhortado a la fidelidad en la asistencia, animado en la participación de los programas, etc., La iglesia es lo que él hace. En la mayoría de los casos, es su religión.

18 de septiembre de 2011

GLORIFICACION


Charles Elliott Newbold, Jr.

No somos redimidos, santificados y glorificados para nosotros mismos, sino para Dios. Es Su redención, no la nuestra; Su santificación, no la nuestra; Su glorificación, no la nuestra. Aunque nosotros obtenemos los beneficios de cumplir Sus propósitos en toda la historia, debemos llegar al descubrimiento absoluto de que Él nos compró, y no nosotros a Él. No somos nuestros (1ª (Cor. 6:19-20). Somos Su posesión, vasijas en Su mano para hacer como a Él le agrade.

Cuando llegamos a esta realidad, tendremos que llegar a comprender lo que significa estar crucificados con Él. Del mismo modo que Jesús tuvo que llegar al final de Sí mismo, vaciándose (despojándose) (Fil. 2:7), para que Dios fuera glorificado por medio de Él, así hemos de seguirle en Su bautismo; es decir, dejar que el Espíritu Santo nos lleve al final de nosotros mismos para que Dios pueda ser glorificado a través de nosotros.

Para la alabanza de Su Gloria

Siempre sucede que cuando damos gloria a Dios, Dios nos concede Su gloria. Somos para la alabanza de Su gloria (Efe. 1:6,12).

La única manera de poder ser para la alabanza de Su gloria es darle gloria a Él. La única manera de poder darle gloria es por medio de la vida consagrada. “Humillaos delante del Señor y Él os exaltará”. (Santiago 4.10).

Todo lo que hacemos, lo hacemos para Él para que Él pueda ser satisfecho, para que Él pueda ser glorificado. Esto no es decir que hacemos algo para satisfacer a Dios por nuestra salvación. Sólo Jesús satisfizo a Dios por eso. Sin embargo, habiendo recibido redención, nos entregamos de tal forma a Él, que Él vive Su vida a través de nosotros. Cuánto más Él viva Su vida a través de nosotros, más es glorificado y más nos hacemos semejantes a Él. Por tanto, cuánto más nos hacemos semejantes a Él, más participamos de Su gloria.

De este modo, se sostiene que cualquiera que pierda Su vida por causa de Cristo, la hallará. Si pierdes tu vida en Él, serás hallado en Él. Puesto que Él es la resurrección y la vida, ese es el único lugar en el que podemos ser hallados--en Él.

Estando conectados apropiadamente

Esto nos lleva a la necesidad de estar en una relación apropiada con Dios. Necesitamos cultivar esta relación con Dios. Cuánto más estemos en una relación correcta con Él, más caminaremos en comunión y en armonía con Él.

Él es nuestro pacificador. Él es nuestra justicia, nuestra justificación, nuestra redención, nuestra santificación, nuestra provisión, nuestra sanidad, nuestra protección. Él es nuestra glorificación. Nada suyo nos sucede a menos que estemos en una relación correcta con Él.

17 de septiembre de 2011

SANTIFICACION


Charles Elliott Newbold, Jr.

Hay mucho más en el llamado de Dios a nuestras vidas que meramente recibir Su redención para que podamos ir al cielo al morir.

Consindera esto:

La iglesia verdadera es un pueblo obediente.

Comer Su carne y beber Su sangre (Juan 6:53-56) es poner nuestras vidas absolutamente para que Él cumpla Su absoluta y perfecta voluntad en nuestras vidas. Ninguna otra cosa importa.

El verdadero siervo es Jesús. Jesús estaba absolutamente consagrado a cumplir la voluntad de Su Padre.
Fue la voluntad de Su Padre lo que llevó a Jesús a Getsemaní.
Fue la voluntad de SU Padre lo que Le llevo ante Caifás y Pilatos.
Fue la voluntad de Su Padre que le crucificaran en aquella cruel cruz romana.
Fue la voluntad de Su Padre que muriera sobre la cruz y derramara Su sangre incorruptible por los pecados de un mundo corrupto.

La verdadera iglesia—aquellos que son verdaderos discípulos—son los que llevan las marcas de Su servidumbre (Gál. 6:17), que consideran sus propios vasijas muertas al pecado para que Él pueda reinar y gobernar como el Soberano en sus vidas.
La verdadera iglesia es un pueblo obediente.

Las tres dimensiones del Hombre

Hay tres dimensiones en el hombre. Es un alma viviente con un espíritu y mora en un cuerpo de carne. Ha sido redimido en su espíritu. Está siendo renovado en su alma, que consiste en su mente, voluntad y emociones. Pero su cuerpo de carne está corrupto y caído, y está sujeto a la corrupción y a la tumba. Sólo en esa gran resurrección de los muertos, los santos de Dios serán redimidos en sus cuerpos. En ese momento, recibirán para ellos mismo cuerpos glorificados (1ª Cor. 15:35-50).

Estas tres dimensiones están tocadas por las tres fiestas de Israel y los tres atrios del Tabernáculo. Obrando desde dentro hacia fuera, el espíritu del hombre está redimido y justificado en el cumplimiento de la Pascua. El alma (personalidad) del hombre está siendo renovada día a día, santificada, en el cumplimiento de Pentecostés. Después, en el cumplimiento de los Tabernáculos, cuando Sus santos sean atrapados en el aire y reunidos con Él, entonces recibirán sus cuerpos glorificados (1ª Cor. 15:49,52).

Las únicas sanidades de nuestros presentes cuerpos mortales son temporales: “Antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2ª Cor. 4:16).

16 de septiembre de 2011

CONSUMIDOS


Charles Elliott Newbold, Jr.

¿No es interesante que Dios haya establecido fiestas (algo que tiene que ver con comer), como ocasiones para la adoracion de Israel, como representaciones de Su obra terminada en Cristo y como representaciones de la relación divina que tenemos en Él?

El cordero pascual, que tipifica la muerte de Jesucristo, que era el Cordero de Dios sin mancha y sin arruga, había de ser comido completamente por los hijos de Israel en la noche antes de su partida de Egipto. Toda carne que no fuera comida, había de ser consumida por el fuego. De cualquier modo, el sacrificio tenía que ser completamente consumido (Éxodo 12:5,10).

Más tarde, en el antiguo Israel, Dios ordenó que los sacerdotes levíticos habían de comer las ofrendas del Señor hechas por fuego, y declaró que esta sería su heredad entre sus hermanos (Jos. 13:14).

Dios quería desde el principio que la nación de Israel por completo fuera un reino de sacerdotes y una nación santa para Él (Éxodo 19:6). Más tarde, al fracasar en su obediencia a Dios, Él estableció a la tribu de los Levitas para ministrar como sacerdotes al Señor (Deut. 10:8).

En Cristo, todos los creyentes han cumplido el deseo de Dios de tener para Él mismo un “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa…” (1ª Ped. 2:9). Dios abolió la necesidad de que solamente fueran unos pocos los que Le sirvieran como sacerdotes, y estableció el sacerdocio de cada creyente.

Cristo Jesús, el Cordero de Dios, se ha convertido en nuestra heredad como sacerdotes. Hemos de consumirle. En Juan 6:58, Jesús se identificó a Sí mismo con “ese pan que viene del cielo.” Él dijo a Sus discípulos que comieran Su carne y bebieran Su sangre (Juan 6:53-56). Esto era una declaración muy fuerte, y las Escrituras afirman que desde ese día en adelante, muchos dejaron de seguirle (Juan 6:60-66).

Una cosa es participar de la Cena del Señor que conmemora su muerte, pero otra muy distinta es participar de Él y participar de Su muerte por medio de nuestra propia vida entregada.

Al observar la progresión de estas fiestas en su relación con los tres atrios del Tabernáculo, y particularmente en referencia a estos crucificados, descubrimos cuatro cosas han de suceder para completar el proceso de santificación (separación).

14 de septiembre de 2011

REDENCION


Charles Elliott Newbold, Jr.

Por causa de la expiación por la sangre de Jesús, somos justificados y redimidos, estamos siendo santificados (separados para Dios del pecado, de Satanás, de la carne y del mundo), y seremos glorificados. Para entender mejor este proceso de salvación, echemos una ojeada breve a nuestra redención y justificación.

Cristo es nuestro Redentor / Justificador

Dios nunca acariciará nuestra carne; El la mata. Nunca cuidará nuestras causas sólo está interesado en la Suya.

Su causa es la redención de la humanidad. No puedes recibir esta redención por ningún otro medio ni puerta que la expiación por la sangre de Jesucristo.

No puedes ser redimido y justificado por las obras de la Ley. La Ley no fue dada para redimir a los hombres del pecado sino para convencerlos. La convicción a solas no puede salvar. Hemos de añadir el arrepentimiento a la convicción. El arrepentimiento significa dar la vuelta, apartarse, un cambio radical, un cambio de forma de pensar. Pero no podemos volvernos del mal sin más. Hemos de volvernos hacia el Redentor.

La Ley nos dice lo que es justo. La Ley es el fundamento de todo juicio justo. La ley tiene que ser satisfecha con justicia, es decir, la Ley tiene que ser obedecida perfectamente. Es imposible lograr esto en la naturaleza maldita y caída de la carne humana. Jesús por otro lado, siendo el perfecto Hijo de Dios, logró el requisito justo de la Ley.

Al que no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado para que nosotros fuéramos hecho la justicia de Dios en Él.” (2ª Cor. 5:21).

Cristo nos ha redimido de la maldición de la Ley, habiendo sido hecho maldición por nosotros, como está escrito, ‘Maldito todo aquel que cuelgue de un madero’ ” (Gál. 3:13).

Puede que Dios te dé una obra qué hacer. Pero tus obras jamás te redimirán. Tu redención está en tiempo pasado: cumplida en Cristo Jesús. La Ley ha sido satisfecha por la sangre del Cordero.

La única forma de tomar parte en esta satisfacción, es por la fe en el Redentor—fe de que Él ha salvado, redimido, justificado, sanado, librado; que ÉL está santificando, que Él glorificará. Es la fe en Su obra terminada. Él es el Salvador, el Redentor, el Justificador.

Somos justificados por la fe.

13 de septiembre de 2011

ENTRANDO EN SU REPOSO


Charles Elliott Newbold, Jr.

El surgimiento de los crucificados es al mismo tiempo, la abolición de las obras muertas. Todo aquello que se consigue por medio de ellos, será conseguido desde el reposo.

“Queda pues, un reposo para el pueblo de Dios.” (Heb. 4:9).

El autor de Hebreos esta preocupado de que sus lectores pudieran seguir el camino de sus padres (Israel), que murieron en el desierto y no entraron en su reposo prometido por causa de incredulidad (Heb. 3:16-19).

Pero Dios había prometido un reposo para Su pueblo. Dios no puede echarse atrás de Su Palabra. De este modo, si fracasaban en entrar, había reservado un pueblo que entraría en Su reposo, que cumpliría Su promesa. “Queda pues, un reposo para el pueblo de Dios”.

¿Qué es este reposo y como entramos a él? Sin duda alguna, todos sentimos el cansancio de nuestras obras. Frecuentemente sentimos que nuestras obras están muertas. La única manera de mantenerlas vivas es mantenerlas vivas. Aquello que es de Dios no tiene que ser mantenido vivo por nuestras fuerzas. No tenemos en absoluto capacidad para producir nada digno para Dios por nuestras propias fuerzas. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6).

Fe y Reposo

Existía la posibilidad de que estos creyentes en Cristo Jesús también se apartaran del Dios vivo por la incredulidad que el escritor afirma que refleja un corazón malo (Heb. 3:12).

“Porque somos hechos participantes de Cristo”, dice el autor, “con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Heb. 3:14).

Esta amenaza es tan real en la opinión del escritor de Hebreos que les pide que teman, no sea que alguno de ellos no alcance este reposo (Heb. 4:1).

Vemos aquí la relación entre reposo y fe. El hecho es que el “reposo” de Dios es el resultado directo de tener fe en Dios. Porque el que está fuera del reposo, está fuera de la fe. Cuando alguien está en la fe—es decir, descansando en la obra terminada de Dios—está en la mejor posición para agradar a Dios. Porque sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11:6).

12 de septiembre de 2011

PASANDO POR LA CRUZ


Charles Elliott Newbold, Jr.

Hay un grupo de creyentes a los cuales llamo “los crucificados” porque los veo como aquellos que han ido a la cruz no solo para el perdón de sus pecados, sino que han pasado por la cruz en negación total de cualquier cosa para el yo. Cada uno de ellos está dispuesto, como dijo Jesús, “a tomar su cruz diariamente…” (Luc. 9:23, Mat. 16:24).

Estos crucificados están muertos en lo que se refiere a los intereses y hechos de su carne y del mundo. Han llegado al fin de ellos mismos, que es lugar donde Dios quiere llevarnos a todos. Entienden que la única vida verdadera se encuentra en la pérdida total de la vida del yo, para ser entregados completamente a la absoluta voluntad de Dios. “El que salve su vida la perderá” (Mat. 16:25). Están dispuestos a morir, o dispuestos a aprender a estar dispuestos a morir, por causa del evangelio.

Jesús es el único tema de sus vidas. Otras grandes verdades y doctrinas son importantes como precaucion contra la herejía, pero para ellos, estas verdades nunca se convierten en temas de división en el cuerpo de Cristo. Estos “crucificados” no son divisivos ni polémicos, sino baluartes de la Verdad que es Jesucristo como Señor.

Bajo la Cabeza/Señorío de Cristo

Los crucificados tienen un fuerte sentido y una gran seguridad en la cabeza de Jesucristo. Resisten a las presiones del Cristianismo tradicional para someterse a la cabeza de otros hombres, y reciben el orden escritural de 1ª Cor. 11:3, “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.” Cualquier otra autoridad como cabeza para ellos, sería falsa y ofensiva a sus espíritus sinceros.

Su insistencia en la cabeza de Jesucristo es una ofensa para los tradicionalistas/institucionalistas que, por alguna razón, quieren llevar a los hombres al sometimiento de otros hombres.

Sin embargo, los crucificados están sometidos unos a otros, especialmente a los que son sensibles a la dirección del Espíritu Santo. Habiendo pasado por la cruz como han pasado, son humildes, quebrantados ante el Señor, y dispuestos a examinarse a ellos mismos para ver si hay algún mal en ellos. Darán cuentas unos a otros voluntariamente y con disposición.

No tienen ambición por el yo, sino que se ven a ellos mismos como siervos. Están dispuestos a hacer su servicio ante Dios en secreto, sin reclamar nada para ellos mismos. No buscan para sí “una ciudad, una torre… y un nombre. (Gen. 11:4). No tienen ambición por aumentar para sí mismos en poder, posición o riquezas. No están interesados en levantar edificios de iglesias ni membresías para si mismos, en maquinar programas o en ganar reputación y títulos. No tienen agenda propia. Solo quieren y persiguen lo que Dios quiere.

Aunque están genuinamente sometidos unos a otros en el Espíritu, no son motivados por el temor del hombre sino por su reverencia hacia el Dios Altísimo. Jesús es el Señor absoluto en sus vidas. Han renunciado a toda forma de idolatría.

11 de septiembre de 2011

COMO EL ES


Charles Elliott Newbold, Jr.

En 1ª Cor. 2:1-2 el apóstol Pablo explica que él no había venido a ellos con un discurso ni sabiduría superior; es decir, con grandes disertaciones filosóficas, tratados teológicos o jerga religiosa. Se había propuesto no conocer nada aún en medio de ellos, a excepción de a Jesucristo, y a Jesucristo crucificado. Porque en esa persona, en Jesús, y en Su muerte sobre la cruz romana, no sólo se hallaban escondidos todos los propósitos de Dios, sino el cumplimiento de esos propósitos. ¿Qué otra cosa habría de conocer?

Muchos Hijos a la Gloria

No sólo fueron cumplidos los propósitos eternos de Dios en Jesucristo crucificado, sino que Jesús puso en marcha un programa de adopción por el que Dios el Padre daría a luz para Sí mismo, muchos hijos a la gloria, del mismo modo que Jesús, era el Hijo de la gloria. Lo que se cumpliera en Jesús, estaba predeterminado a ser cumplido en los muchos hijos igualmente.

Jesús mismo fue justificado por la misma vida que vivió, y por tanto, se convirtió en el justificador de todos los que creen en Él. Por la fe en Él, que es quien justifica, el creyente se vuelve como Él—justificado.

Asimismo, Él era la justicia de Dios. En Él somos hechos la justicia de Dios. “A quién no conoció pecado, por nosotros fue hecho pecado para que nosotros fuéramos hechos la justicia de Dios en Él.” (2ª Cor. 5:21). “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1ª Ped. 2:24).

Todo lo que Él era y es, Él lo es para nosotros. Él es nuestro redentor y nuestra redención. Él es nuestro justificador y nuestra justificación. Él es nuestro salvador y nuestra salvación. Él es nuestro santificador y nuestra santificación. Él es nuestro glorificador y nuestra glorificación.

La revelación de quién es Jesús nos viene en demostración del Espíritu y de poder (1ª Cor. 2:4). Porque “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu porque el Espíritu todo lo escudriña; aún lo profundo de Dios.” (v. 10). Por eso hemos recibido el Espíritu—porque tenemos que ir a Pentecostés hasta el Lugar Santo—para que podamos conocer por el Espíritu las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente (v.12).

¿Qué es lo que Dios nos ha dado gratuitamente? Su justificación, Su santificación, Su glorificación, es decir, Su salvación. ¿Cómo hizo todo eso? Entregándose a Sí mismo a nosotros en forma de carne humana, hecho semejante a un hombre pero sin pecado. Nos dio a Jesucristo crucificado. Y cuando Le recibimos por la fe, llegamos a ser lo que Él es.

10 de septiembre de 2011

ADORACION DEL TEMPLO


Michael Clark y George Davis

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (Ap. 21:22-23 RV 1960)Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. (Mat. 12:6)

¿Qué quiero decir con adoración del Templo? No me estoy refiriendo necesariamente a la adoración en un templo. Sin embargo me estoy refiriendo al inclinarse humano hacia hacer de los medios el fin: la adoración de la adoración misma. Me estoy refiriendo a la propensión inherente del hombre a adorar el modo, antes que al que lo hizo, y al credo antes que a Cristo. Me estoy refiriendo a la tendencia humana de confundir Cristianismo con templos, ceremonias, liturgias, rituales, y ritos.

El profeta Jeremías se dirigió a esta idolatría. Israel se había olvidado de Dios, pero no se habían olvidado del Templo”. “…porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice el Señor”. Debido a su pecado venía el juicio de Dios. Venía en la forma de los ejércitos de Babilonia. A pesar de las repetidas advertencias de Jeremías, ellos encontraron consuelo en “palabras mentirosas”. “El templo del Señor, El templo del Señor, El templo del Señor”. Ciertamente Dios no iba permitir que su templo fuera profanado.

No tenemos nada que temer porque allí se encuentra “el templo del Señor”. Asimismo, muchos hoy en día ponen su confianza en sus templos. Ellos son “miembros”, y su membresía les garantiza un lugar en el cielo. Todo el resto va a ir al infierno, pero ellos, por virtud de su identificación con el templo, no van a ir. Si ellos están en lo cierto de que cualquiera menos ellos va al infierno, entonces todos se van al infierno.
¿Perdonó Dios a una religión ceremoniosa [la judía], solo para encontrar mil [denominaciones y sectas]? ¿Murió Cristo para esto?

Todos los tipos y sistemas fueron hechos obsoletos por la venida de Cristo de los cuales ellos fueron solo figuras. El tabernáculo de Moisés y la ley, y el templo con todos sus rituales, fueron todos ellos medidas temporales: sombras de lo real. El velo siendo rasgado significa un cambio; las cosas viejas pasaron de manera que una mayor realidad pudiera tomar lugar: la realidad de Cristo mismo.

El es: “…el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:26-27)

“Uno mayor que el templo está aquí”.
Más grande que una institución terrenal. Y con todo cuan a menudo el hombre prefiere el clamor y actividad de los sistemas antes que el íntimo conocimiento de Cristo.
Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. (Mat. 24:1-2)

9 de septiembre de 2011

LAS TRES FIESTAS ANUALES


Charles E. Newbold, Jr. ¿Por qué ordenó Dios que Israel celebrara las tres fiestas principales de la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos? ¿Y por qué hay tres atrios en el Tabernáculo de Moisés en el desierto así como en el Templo de Salomón?
  
¿Son éstos simplemente pensamientos caprichosos por parte de Dios? Ciertamente Dios tenía un plan en mente. Ciertamente tenía un propósito para éstos. Eran un patrón de algo aún por venir.
  
Las fiestas, los tres atrios, todo el mobiliario y lo utensilios en el Tabernáculo y en el Templo, los rituales—creo que todo ello habla de cosas únicas en Su Reino que se cumplieron de un modo u otro en Jesucristo.
  
Primero, Él fue el Salvador en cumplimiento de la Pascua.
  Después fue Santificador en el don del Espíritu Santo en el cumplimiento de Pentecostés.
 Finalmente, vendrá de nuevo como Glorificador en Su cuerpo glorificado con Sus glorificados a Su lado en el cumplimiento de Tabernáculos.
  
Los símbolos del Antiguo Testamento son ricos en lo que nos revelan hoy. Gracias a Dios, al acercarnos al gran y terrible día del Señor, que estas verdades están siendo reveladas a la iglesia y nos están llamando hacia delante y hacia arriba en Él al preparar a Su esposa para Su venida. La preparación de la esposa es la preparación para Su venida.
Categorías de Creyentes
Aunque hay muchas denominaciones y variedades de grupos en el Cristianismo, yo básicamente veo cinco categorías de creyentes que se extienden por todos estos grupos. Son liberales, evangélicos, pentecostales, carismáticos y un grupo emergente que yo llamaré, por falta de un término mejor, “los crucificados”.
  
En su mayoría, los liberales, los evangélicos, los pentecostales y los carismáticos permanecen siendo parte del Cristianismo institucional. Mientras que la mayoría de las denominaciones tienden a encajar en alguna de estas categorías, con frecuencia hallamos una mezcla de individuos aferrándose a estas persuasiones diferentes dentro de todas ellas. Estos individuos difieren unos de otros en términos de sus doctrinas, que los inclinan hacia intereses diferentes.
 Los liberales generalmente creen en un evangelio social y se han inclinado hacia el humanismo y la reforma social.
   Los Evangélicos han predicado la expiación por sangre de Jesucristo, la necesidad de la experiencia de re-nacimiento y se han inclinado hacia el fundamentalismo.
  Los Pentecostales han predicado la santidad, que para ellos se lograba por medio de sistemas de códigos religiosos diseñados para controlar  el comportamiento externo de sus componentes. Por tanto, se han inclinado hacia el legalismo.
 (Tanto los pentecostales como los carismáticos, han tenido en común la creencia en el bautismo en el Espíritu Santo, el hablar en lenguas desconocidas y otros dones del Espíritu. Aparte de esto, ha habido una diferencia muy vasta entre ambos grupos.)
  Los Carismáticos (entre ellos especialmente los que están  en iglesias de la “Palabra”) han predicado la fe y la prosperidad, lo que los ha inclinado hacia el egoismo y el materialismo.
  “Los crucificados” predican a Cristo y a Cristo crucificado, y se inclinan hacia la obediencia absoluta al Espíritu Santo con todo el coste para el yo. 

"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry