Virgilio Zaballos
Este
es uno de los grandes desequilibrios de nuestra sociedad, tanto de
creyentes como de inconversos. La desobediencia es -precisamente- oír
el mensaje pero no actuar al respecto. En el cristiano oír y no
hacer equivale a incredulidad y desobediencia; así que nos
colocamos en una posición de gran peligro para la salud espiritual,
cuando permitirnos que la exposición ungida de la verdad no nos
mueva a la acción correspondiente. Este es el mensaje de la epístola
de Santiago, 1:19-25. Meditemos brevemente en ello. Ser oidor y
no hacedor nos
coloca en un lugar de engaño. Cuando no actuamos en consonancia con
la verdad que sabemos, los espíritus de engaño entran en acción
con argumentos sutiles y
nos conducen por
sendas erradas. "Pero
sed hacedores de la palabra, y
no tan solamente
oidores, engañándoos
a vosotros mismos
(Stg. 1:22).
El
que oye y no hace, atrofia (por la falta de ejercicio) sus sentidos
espirituales y olvida rápidamente lo que ha escuchado. No puede
retener la verdad, por lo tanto nunca experimenta una renovación
verdadera de su manera de pensar; ni la palabra de Dios alcanza su
hombre interior, dando lugar a la debilidad permanente del hombre
nuevo. Ahora sabemos por que existe una debilidad tan desastrosa en
muchas esferas de la iglesia de hoy. Una y otra vez encontramos en
las iglesias a personas que olvidan inmediatamente lo que prometen
hacer. Algunos tienen la enfermedad crónica de hablar y no hacer
porque olvidan lo que dicen. Este es un síntoma claro de parálisis
espiritual. Se han acostumbrados a oírse a si mismos diciendo cosas
que luego no hacen. ¿Por qué? "Porque
si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, ése es
semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
Porque él se considera a si mismo, y
se va, y
luego olvida como
era” (Stg.1:22).
¿Cómo
podemos hacer frente a este virus despiadado que neutraliza el
fortalecimiento espiritual?. La respuesta nos la da el mismo apóstol
Santiago en el siguiente versículo. Mirar
atentamente (oír,
meditar, asimilar, digerir, creer y establecer en el corazón la
palabra de Dios); MAS perseverar
(constancia y
firmeza en cualquier circunstancia, sin fluctuar); MAS no
ser oidor olvidadizo (retiene
la palabra viva en su corazón por haberla asimilado), MAS hacedor
de la obra (hace lo
que dice la palabra en cada área de su vida, la obedece); ES IGUAL
A: bienaventurado en
lo que hace (experimenta
la realización, satisfacción, felicidad y disfruta de la vida en
cada faceta).
El Milagro de una Vida Equilibrada - Virgilio Zaballos
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