Davis y Clark.
En el pasaje de Hebreos que citamos arriba vemos que la palabra hoy aparece una y otra vez. “Si oyereis
hoy Su voz… exhortaos unos a otros diariamente entre tanto que se dice “hoy”.
Otra vez designa un cierto día diciendo en David, “hoy”… Si oyereis hoy Su voz,
no endurezcáis vuestros corazones”. Permanecer en el reposo de Dios es
permanecer en el YO SOY, el siempre
presente ahora del Padre.
Piensa en ello: ¿Puedes alterar algo del pasado? ¿Puedes controlar
lo que pasará mañana? No, lo único con lo que puedes tratar mientras permaneces
en la gracia de Dios, es el mismo momento presente. Tu forma de vivir este
momento podrá alterar el futuro y cambiar el pasado una vez que hoy se
convierta en ayer, pero nuestra vida real está solo en el presente. Esto es lo
que quiere indicar el pasaje de arriba, vivir en el eterno ahora hoy.
El hombre carnal, una vez despierto, pasa la mayoría de sus horas
o bien preocupándose sobre el mañana o temiendo sobre su pasado. ¡El presente
rara vez está en su mente, aunque este presente es el único lugar en el que
Dios se comunica y tiene comunión con nosotros! Todo lo demás es incredulidad y
falta de reposo. Pablo escribió a los filipenses,
“No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos,
yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
(Filipenses 3:12-14, énfasis añadido).
Lo más notable es que la medida más pequeña de tiempo que Dios
reconoce es el día. “Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los
cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las
estaciones, para días y años”. (Génesis 1:14). No había medidas más pequeñas de
tiempo mencionadas en la Biblia hasta que los hijos de Israel fueron llevados
cautivos a Babilonia. De hecho, el único lugar del Antiguo Testamento en el que
la palabra hora se usa es en el libro
de Daniel y en el contexto de la
adoración de ídolos.
La ambición por la micro-organización del tiempo lleva a falta de
descanso y no es del pueblo de Dios ni para el pueblo de Dios. Es de origen
egipcio. De hecho, uno de los relojes más antiguos es el reloj solar o de sombras
egipcio [3400 AC]. El indicador de este reloj es el obelisco, que se usaba en
otras formas de adoración del sol. ¿Cómo de idólatra es nuestra ambición por
micro-organizar el día—u ordenarlo de la mañana a la tarde—conforme a nuestros
propios designios? Cuanto más se ha involucrado el hombre en la mercadería y
otros objetivos opuestos al propósito eterno de Dios, y cuánto más ha intentado
imponer sus deseos sobre su prójimo, más ha querido segmentar su día.
Antes de eso, la gente no tenía necesidad de conocer la hora del
día. Solo existía la mañana y la tarde. Eso era suficiente. Cuando las grandes
civilizaciones de Oriente comenzaron a levantarse con sus burocracias y
religiones formales, los hombres encontraron necesario organizar su tiempo más eficientemente.
El reloj vino con todo ello, el calendario, y los itinerarios. El reloj ha
dictado los asuntos de los hombres desde ese momento en adelante.
La división del tiempo fue aún más fragmentada por el filósofo de
Alejandría, Claudio Ptolomeo, que dividió la hora en sesenta minutos, posiblemente
inspirado en la escala de medidas de la antigua Babilonia.
¡Fracasamos en los objetivos de nuestro alto llamamiento y nos
cortamos de esa dulce comunión con Dios cuando tratamos de llenar el hoy con las cosas de ayer y de mañana! También
hacemos esto con otros en nuestras vidas. ¿Con qué frecuencia pasamos tiempo
con nuestros hijos y esposa sabiendo ellos que no tienen nuestra completa
atención? No estamos ahí; No estamos permaneciendo hoy. Nuestro itinerario no
nos permite entrar en el reposo de Dios o en ¡el lugar del cese de Dios”
(Traducción literal concordante).
Desde el invento de la bombilla eléctrica, los científicos dicen
que entre un 80% y un 90% de los americanos no tienen horas de sueño
suficientes y consecuentemente, aumentan los casos de cáncer, diabetes y toda
clase de enfermedades. Cuando Dios expulsó al hombre del Huerto de Su reposo,
la enfermedad y la muerte comenzaron a obrar en él—sus días fueron enumerados…
“Muriendo moriréis”.
Jesús dijo a los discípulos, “Por tanto, no os afanéis por mañana,
pues el mañana se traerá su propio afán. Baste a cada día su propio afán.”
Solo Dios sabe cuánto pesar en este mundo es fruto de prestar
lamentos del ayer y problemas del mañana. Acusamos a la gente de vivir en el
pasado cuando todas sus energías del presente las gastan reaccionando a algún
punto de referencia de daño o decepción en el pasado.
Sufren sin necesidad interpretando el presente con los lentes del
pasado. Luego están los que están paralizados por temor de lo que el futuro
pueda depararles. Estos no pueden descansar hasta que no han reunido muchos
bienes durante muchos días. A estos, Dios les dice: “¡Necio! Esta noche vienen
a pedirte tu alma y lo que has provisto, ¿De quién será?”
El último resorte del alma ansiosa cuando todos los demás temores
se han acallado. El fantasma del mañana acecha con todos sus duendecillos de
duda y desconfianza (Robertson’s Word Pictures).
La Biblia del Mensaje dice: “Presta toda tu atención a lo que Dios
está haciendo ahora mismo, y no te
quedes enganchado en lo que puede o no suceder mañana. Dios te ayudará a tratar
con cualquier cosa difícil que venga cuando llegue el momento” (Mateo 6:34).
Jesús enseñó a orar a Sus discípulos, “El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy”. Dios satisfizo las necesidades de los hijos de Israel en el
desierto diariamente.
No se les permitió que
almacenaran el maná. Si lo hacían, estaría podrido al día siguiente. Cuando nos
pasamos la vida preocupándonos por como conseguir nuestra próxima comida o el
siguiente pago de nuestra casa, fracasamos en permanecer en Él, que pone mucho
más valor en nuestro bienestar que en el de los pajarillos. Debemos herir Su generoso corazón cuando
luchamos duramente por llegar a fin de mes, en lugar de echar nuestra ansiedad
sobre Él.
Trabajamos en nuestros puestos de trabajo, trabajamos con nuestros
hobbies y habilidades para crear algo que dure más allá del momento. Después de
“venir a Cristo”, seguimos los ejemplos de nuestros líderes cristianos y nos
proponemos edificar o bien sus ministerios o los nuestros propios. Pero
eventualmente, no importa el cuidado que pongamos en la construcción de algo,
“la polilla y el orín destruyen los ladrones irrumpen y roban”. Tenemos la
tendencia a dejar nuestra marca sobre esta tierra, dejar un legado, y sin
embargo, nada perdura. Así que, ¿Dónde está nuestra esperanza? Está en la
palabra permanecer.
En cierta ocasión un filósofo dijo, “No puede cruzar el mismo río
dos veces”. La propia naturaleza del río es la de algo que fluye continuamente.
Permanecer en el ahora de Dios es
entrar en el fluir del río que procede del trono del Cielo. Como descubrió
Ezequiel, no era suficiente ponerse manos a la obra e introducirse en agua
hasta los tobillos. Tampoco era suficiente hasta las rodillas, porque el ángel
del Señor seguía guiándolo hacia aguas más profundas. Tampoco era suficiente
llegar hasta la cintura, ni tampoco hasta el pecho. El ángel siguió guiándole
hasta que “las aguas le cubrieron la cabeza” (Lee Ezequiel 37). El profeta
estaba dentro del agua que fluía del trono de Dios, siendo llevado en el
siempre presente ahora de Dios. Dios le estaba enseñando a permanecer por la fe
en Su maravilloso reposo.
Mientras nos
opongamos al fluir—queriendo solo un poco del río para estar “en el fluir”, no
conoceremos el poder ni el reposo de Dios que se halla con el fluir. El río que Juan vio en el cielo es donde se hallaba
el árbol de la vida. “Después me mostró un río limpio de agua de vida,
resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En
medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de
la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las
hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2).
¿Quieres conocer el poder de Dios en tu vida? Solo lo hallarás si entregas todo
el control y dejas que Él te guíe donde no sabes, mientras permaneces en Su
reposo.
El Cristo
resucitado habló a Pedro de la naturaleza de la verdadera madurez espiritual,
“De
cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde
querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te
llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de
glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.” (Juan 21:18-19)
Ésta es la muerte de la
vieja naturaleza. Ésta es la muerte
que glorifica a Dios solamente. Aquí ya
no estás más vestido con tus propias túnicas de justicia, sino con las
adecuadas para Su fiesta de las bodas. Aquí ya no haces presuntuosamente tu
propia voluntad, sino que eres guiado diariamente por el Espíritu, haciendo
cosas que jamás habrías hecho si te hubieras quedado bajo el control de tu
vieja naturaleza. Esta es la muerte que verdaderamente glorifica a Dios.
La palabra griega
para permanecer es “meno {men’-o}—seguir
estando presente. Estar presente es permanecer en el presente, obteniendo
nutrición momento a momento. Con esta definición en mente, consideremos las
palabras de Jesús:
Entonces
Jesús dijo a los Judíos que creían en Él, “Si
permanecéis en Mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan
8:31).
“Y
el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre”
(Juan 8:35)
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como
el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4)
“El
que en mí no permanece, será echado
fuera como pámpano, y se secará; y lo recogen, y los echan en el fuego, y
arden. Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros,
pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” (Juan 15:6,7).
“Como
el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco
en su amor” (Juan 15:9,10).
Hudson Taylor, en
una carta escrita con fecha 4 Septiembre de 1890 a su hermana en Inglaterra
desde el campo misionero en China, mencionó una carta liberadora que había
recibido de John McCarthy.
En
cuanto al trabajo, la mina nunca fue tan abundante, tan responsable o tan
difícil; pero el peso y la presión han desaparecido. El último mes o más ha
sido quizás el más feliz de mi vida y anhelo contarte un poquito de lo que el
Señor ha hecho por mi alma…. Cuando la agonía del alma estaba en su clímax, una
frase en una carta de mi querido McCarthy fue usada para quitar las escamas de
mis ojos y el Espíritu de Dios reveló la unidad con Jesús como jamás la había
conocido antes. McCarthy, que había sido muy ejercitado por el mismo sentir de
fracaso, pero que vio la luz antes que yo, escribió (cito de memoria): “¿Cómo
conseguir un fortalecimiento de la fe? No mediante un esfuerzo de búsqueda fe,
sino reposando en el Fiel.” Mientras lo leía, ¡lo vi todo muy claro! Como
pensaba de la vid y los pámpanos, qué luz el bendito Espíritu Santo derramó en
mi alma!
Esta verdad
literalmente revolucionó la vida de Hudson Taylor. Después de entrar en el
reposo de Dios por medio de la permanencia, jamás volvió a ser el mismo.
“Si seguís estando
en mi presencia, sois mis discípulos. El hijo permanece en mi presencia para
siempre. Seguid en mi presencia y llevaréis Mi fruto. Si seguís en mi
presencia, os concederé vuestros deseos. Seguid en mi amor permanente y
cumpliréis todos mis mandamientos, porque no hay ley contra el amor.” Esto es
el reposo, porque la fruta es el producto de la Vid, y no de ramas que se
esfuerzan en producirlo.
De la Ley al Reposo - George Davis y Michael Clark
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