Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


10 de febrero de 2013

EL ORDEN DEL HOMBRE


Clayton Sonmore
 
Adoctrinamiento, luego Aislamiento, Después Denominación, más adelante Dominación.
                                                                                                                    
¡Cuánta congoja causará al corazón del Maestro ver hoy día la Iglesia que se formó en el siglo primero dividida por tantas diferencias doctrinales, y opiniones, y métodos en donde el tema central es - con tanta frecuencia - el crecimiento numérico, antes que la prosperidad espiritual! No creo que pueda enfatizar lo suficiente el hecho de que, en las Escrituras, no se asocia ningún otro nombre con la Iglesia, con la única excepción de la localiza­ción. La división de la Iglesia en tiempos del Nuevo Testamento se basó únicamente en las diferencias de la localización.

Al hacer referencia a las diversas iglesias, ustedes nunca leerán en Pablo ni en ninguno de los demás escritores del Nuevo Testamento, que ellos se vieran obligados a referirse a la iglesia de zutano o de mengano, sino que solamente hacían referencia a la iglesia en Éfeso, a la iglesia en Galacia, a la iglesia en Filipos, a la iglesia en Roma.

Pablo sólo reconoció una Iglesia, la Iglesia universal, no dividida por el hombre. No existía duda en cuanto a la delimitación de los muchos lugares individuales de reunión, pero ningún cisma o división se tenía como pertinente con el plan de Dios.

Espiritualmente, la Iglesia de Dios es una sola; por tanto, no puede ser dividida, aunque sus miembros estén físicamente dispersos por toda la tierra. Por tanto, ellos no pueden vivir en un mismo lugar, siendo esencial - sin embargo - que haya una congregación física de creyentes. No es suficiente conque ellos estén presentes en el Espíritu, también deben estar presentes en la carne. Una iglesia local [la ekklesia] está integrada por todos los llamados, con el fin de que se reúnan en un lugar para la adoración, para la oración, para la confraternidad y para el ministerio.

La limitación física de un lugar de reunión lo suficientemente grande para albergar a todos los de la iglesia (de todos los llamados a salir del mundo y de los sistemas del hombre), es el único fundamento para la integración de una iglesia separada. Tal división es, sin embargo, solamente externa. En realidad, la Iglesia o cuerpo de Cristo no puede ser dividida y, por tanto, aun cuando la Palabra de Dios se refiera a las diferentes asambleas de Su pueblo, variando el nombre de los lugares, sigue siendo todavía «La Iglesia» en cada uno de esos lugares.

¿Qué es entonces una iglesia del Nuevo Testamento? No es un edificio, ni un sitio de evangelización, ni un centro de predicación, ni una misión, ni una obra, ni una organización, ni un sistema, ni una denominación, ni una secta. Es la congregación para la adoración, para la oración, para la confraternidad, para la edifica­ción de todo el pueblo de Dios en un lugar determinado y que, en pequeña escala, debe manifestar lo que la Iglesia en su totalidad manifestaría.

Ellos son el cuerpo de Cristo en esa localidad, por lo cual tienen que aprender cómo ponerse bajo la jefatura del Señor, cómo manifestar la unidad entre todos los miembros, y cómo guardarse cuidadosamente contra cualquier cisma o división. ¿Hay alguna razón para la división basada en doctrinas que están más allá de las verdades fundamentales de la eficacia de la sangre y de la suficiencia de aquella sangre para limpiar del pecado, si estamos dispuestos a arrepentimos de nuestro propio camino y a poner nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo como en nuestro único Amo y Señor?

Nosotros - la totalidad de la Iglesia mundial, así como la iglesia de cada ciudad o aldea del mundo - tenemos el privilegio de compartir la creencia en la totalidad de la Biblia, inspirada verbalmente, como nuestra última autoridad en todos los asuntos de la fe y de la práctica; en nuestra creencia en un Dios único, en un Ser único que existe eternamente y que se manifiesta en tres personas; en un Cristo único, Dios y hombre, nacido de una virgen, y que vendrá de nuevo; en una triple y única salvación para el espíritu, para el alma y para el cuerpo, dada sobre el principio de la gracia, y recibida mediante el arrepentimiento y la fe, por nuestra identifi­cación con la muerte y con la resurrección de Jesucristo, y que llegará el día para la resurrección total de toda la humanidad, de algunos para la vida eterna, y de otros para condenación eterna.

No, no creo que haya fundamento para la separación de los «llamados de fuera» de Dios, por causa de las diferencias doctrinales por fuera de las verdades fundamentales ya mencionadas.

La palabra griega que en Gálatas 5:20 se traduce «herejías,» no da a entender necesariamente la idea de error, sino más bien la de división en el terreno de la doctrina. La nueva versión Interlinear traduce esta palabra como «sectas,» en tanto que Darby, en su nueva versión, la traduce por «escuelas de opinión.» La idea global es que no se refiere a diferencias entre la verdad y el error, sino a la división admitida, basada en la doctrina. Nuestra enseñanza puede ser correcta o incorrecta, pero si hacemos de ella un motivo de división, entonces somos culpables de la herejía de que aquí se habla.

Dios prohíbe cualquier división sobre doctrinas aparte de las mencionadas verdades fundamentales, claramente reveladas en las Escrituras. Algunos creen que el arrebatamiento ocurrirá antes de la tribulación; otros, que ocurrirá después de la tribulación. Algu­nos creen que todos los santos entrarán en el Reino; otros, que solamente una parte de ellos entrará en el Reino. Algunos creen que el bautismo es por inmersión; otros, que es por aspersión. Y una y otra vez, estas diversas opiniones doctrinales acarrean - a menudo - una separación entre los hijos de Dios.

Aunque algunos pueden estar en lo correcto, y otros pueden estar equivocados, Dios no autoriza ninguna división por causa de diferencias tales como creencias o por asuntos distintos a las verdades fundamentales de la fe. Si un grupo de creyentes - en su celo por determinadas doctrinas según la Palabra de Dios - rompe la confraternidad con sus hermanos, ellos pueden tener una enseñanza más bíblica, pero creo que se pondrían por fuera de la voluntad de Dios, si se negaran a la confraternidad con otros que sean verdaderos creyentes en el mismo Señor y Maestro y que den claras muestras del fruto del Espíritu.

Si deseamos mantener una posición según las Escrituras, entonces debemos ver que las iglesias de las que hacemos parte sólo representan localidades, no doctrinas. Si nuestra iglesia no está separada de los otros hijos de Dios sólo en el terreno de la localidad, sino que - por el contrario - lo está por la propagación de alguna doctrina en particular, y permite que la doctrina nos separe de los demás hermanos de la fe, entonces nos hemos convertido en una secta, y somos culpables de herejía, sin importar cuánto de nuestra enseñanza pueda ser fiel a la Palabra de Dios. El propósito de Dios para una iglesia, es que ella represente a los hijos de Dios en una localidad, y no solamente una verdad específica allí. Entonces, una iglesia de Dios en cualquier sitio donde se encuentre, y en el orden más elevado, comprende a todos los verdaderos hijos de Dios en dicha localidad, y no solamente a aquellos que sostengan las mismas posiciones doctrinales.

En vista de que nuestro Señor Jesús, el Cristo, fundó solamente una Iglesia, esa Iglesia - siendo Su propio cuerpo - somos nosotros los que representamos la existencia de tal Iglesia verdadera, y nada más. Simplemente, no podemos reconocer las muchas y diversas distinciones y separaciones hechas por el hombre, que se han movido lenta y furtivamente en la cristiandad a través de las edades. Por tanto, si un hombre conoce a Cristo, y es su siervo, entonces - prescindiendo del hecho de que esté o no esté dentro de nuestro círculo - él es uno con nosotros, y nosotros no podemos ser de otro modo que uno con él. Dios se está moviendo por el mundo entero hacia un completo y total retorno de corazón a la sencillez y a la realidad del Nuevo Testamento en cada fase, tanto en la doctrina como en la práctica.

Debemos estar buscando constante­mente la confraternidad. Pero no queremos decir con esto que busquemos - mecánicamente - la unidad, pues esto sólo crearía otra denominación; sin embargo, creo que Dios nos está llevando a una verdadera Unidad Espiritual del Espíritu Santo, a un humilde reconocimiento de las maravillas del cuerpo de Cristo, con el acompañamiento de una avidez por la confraternidad en la oración y en el compartir de la luz que tenemos.

Un grupo puede dar énfasis al orden divino y a los métodos; otro grupo puede enfatizar la enseñanza de la Biblia; alguno más enfatizará los dones sobrenaturales del Espíritu; otro más lo hará con el quíntuple ministerio; algún otro lo hará con el evangelismo intensivo o con el establecimiento de iglesias típicas del Nuevo Testamento, y así sucesivamente. Puede que ustedes y yo creamos personalmente que uno de estos grupos es más completo y más prominente que los demás. Sin embargo, cuando el Señor termine Su obra, todos ellos estarán mucho más completos de lo que podríamos imaginar ahora.

Siendo esto así, nos importa andar humildemente ante el Señor, en lugar de aislarnos, por no decir nada de idolatrar un segmento incompleto de todo el pensamiento de Dios. Debemos aprender a unirnos más estrechamente, para que podamos -no al final, sino ahora -  mezclarnos conjuntamente en un verdadero todo, y llegar - de este modo - a ser parte del designio sublime de Dios para Su movimiento del último día.

Hermanos, no nos engañemos. Aislarse al fin y al cabo es de nominalizarse, por encima de todo lo que podamos proclamar al contrario. Las verdades relativas a la vida del cuerpo colectivo de Dios que están siendo suministradas en esta hora, dejan muy en claro que toda la Iglesia estructurada apropiada y conjuntamente, y funcionando como un gran todo interrelacionado, participará de esa plenitud por la cual todos nosotros suspiramos.   Nuestra presentación y nuestro mensaje pueden parecer insólitos, y un tanto revolucionarios; pero creo, sin embargo, que cualquier inves­tigador honrado descubrirá pronto que tenemos buenas razones para nuestra posición. 

Miles de hombres de los primeros días, honrados por Dios y probados por el tiempo - tanto dentro como fuera de las personalidades de la Biblia - fueron tenidos por no convencionales. Hablo de hombres como Abraham, Moisés, Elías, Pablo, Lutero, Wesley, Livingston, Huss, Tyndale y multitud de otros. Estos fueron hombres que se sometieron a la obra de Dios y a la «revelación progresiva de la Verdad» de sus días.  Ellos lucharon contra la corriente del statu quo, de la tradición, de los intereses creados, del sectarismo, del denominacionalismo dog­mático y de todas las otras fuerzas acumuladas que se oponen a la reforma y al verdadero avance espiritual.

Confío en que usted no malentenderá ni interpretará erróneamente que nosotros estamos en contra de todo - no lo permita Dios. He orado para que Dios me libre de un mero ministerio negativo que sólo pueda criticar la obra que está siendo hecha por todos los que no están completamente de acuerdo conmigo, y encontrarle fallas. No estamos en contra de ninguno cuyo corazón sea recto para con Dios.

El deseo profundo de nuestro corazón es que, por encima de la consigna bíblica para «arrancar y para echar a perder» que tiene que ver con cualquier ministerio de reforma, que nuestra voz siempre sea un positivo testimonio de edificación para la Iglesia (de los llamados a salir afuera), con el fin de que ella suba más alto.

Dios está sacudiendo todo lo que pueda ser sacudido. No temamos a este sacudimiento. Lo que es Espíritu y Vida no puede ser sacudido, porque solamente Babilonia caerá ante la verdad. Si nuestra obra tiene mucho de Babilonia, habrá un derrumbamiento, pero cuando se desvanezca el polvo, los que son Suyos todavía estarán allí. Entonces, y sólo entonces, seremos verdaderamente libres para edificar lo que es recto. Oh, mis amados, estén seguros de que el sacudimiento de Dios, como el grande y terrible desierto del Israel antiguo, sólo pretende «a la postre hacerles bien.» Sí, creo que Dios está empezando ahora a revitalizar a un pueblo, incluso a un pueblo de entre un pueblo.

Ellos perseverarán sin reservas, y sin temor ni compromiso, por todas éstas y por muchas más verdades preciosas que Dios está revelando para Su Cuerpo del Ultimo Día. Estos se negarán a seguir el modelo tradicional del orden del hombre que es - con frecuencia - primero adoctrinar, luego aislar, después denominar y, más adelante, dominar. A muchos les parece que esta deficiencia y estas progresivas decaden­cias espirituales, son tan severas en las actividades y en las iglesias no denominacionales, como en los círculos denominacionales.

Para mí, el espíritu denominacional es, esencialmente, un espíritu de aislamiento en torno a una personalidad o a una agrupación, unido a un aislamiento en torno a una verdad y que, a pesar de lo maravillosa que ella pueda ser, sigue siendo un segmento incom­pleto de todo el pensamiento de Dios. «Mas ahora, Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos por sí en el cuerpo, como quiso. Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? Pero ahora muchos miembros son a la verdad, empero un cuerpo... Antes, los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son mucho más necesarios... para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros.»

Así como estas preciosas verdades y las libertades correspondien­tes cambian nuestras vidas, nuestras motivaciones y nuestros caminos, siento que empezará un tremendo despertar en el gran campamento evangélico cuando ellos vean que este cambio tiene lugar y que sus «corazones arderán dentro de ellos.» Ellos no podrán resistirse a tal amor, a tal unción, y se encontrarán diciendo: «Jamás lo vimos antes de ese modo.» Sí, este es el «Evangelio Completo» y es para un pueblo que Dios quiere convertir en un «Hombre Completo.»

Otra vez, el Libertador de Sion está clamando: «Levántate [de la depresión y de la postración en cuyas circunstancias has permane­cido, ¡levántate a una nueva vida!], resplandece [resplandece con la gloria del Señor] que viene tu lumbre, y la gloria del SEÑOR ha nacido sobre ti. Que he aquí, que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos; y sobre ti nacerá el SEÑOR, y sobre ti (o en ti) será vista su gloria.

Y andarán los gentiles a tu lumbre, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas. Entonces verás, y resplandecerás; y se maravillará [en la gloriosa liberación] y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto a ti la multitud del mar, que la fortaleza de los gentiles haya venido a ti [con sus tesoros] (Isaías 60:1-5).

 Mas Allá del Pentecostes - Clayton Sonmore

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry