Davis y Clark.
En los capítulos tres y cuatro
del Libro de Hebreos, hay una clave muy importante a caminar por la fe. Se
llama reposo. Cuando el Espíritu me
mostró esto (a Michael) por primera vez, lo compartí con el líder de nuestra
congregación, un auténtico agitador y promotor, me aseguro que “¡Descansamos
después de morir. Ahora tenemos que trabajar!”
La cristiandad
tiene más comisarios de tributos que el Egipto del faraón. Como faraón, estos
hombres son movidos a edificar sus ciudades-almacén para convertirlas en ciudadelas
más atractivas. Jamás oímos la palabra suficiente
desde la jerarquía. En lugar de eso escuchamos una constante súplica por
“¡Más ladrillos! ¡Más ladrillos! ¡Conseguid vuestra propia paja!”. Salomón
escribió, “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡Dame!” Bien podía
estar hablando de los ministerios de la iglesia de hoy y de los que recaudan
impuestos.
Estudiemos con más
detenimiento este pasaje de Hebreos que habla de entrar en el reposo de Dios.
Porque toda casa
es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Moisés a la
verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que
se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos
nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la
esperanza. Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No
endurezcáis vuestros corazones, Como en
la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron
mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación,
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. Por
tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya
en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios
vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice:
Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su
voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron
los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de
Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años?
¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes
juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa
de incredulidad.
Temamos,
pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de
vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado
la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir
acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el
reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi
reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación
del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de
todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes
primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,
otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de
David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.
Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en
su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” (Hebreos 3:4-4:10).
Primero
leemos que todo lo que es eterno es construido por Dios. Jesús dijo que a menos
que Dios edifique la casa, en vano trabajan los que la edifican. David observó,
“Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis
tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el
sueño.” La actividad no es justa en sí, ni siquiera la mucha ocupación en cosas
“buenas”.
Jesús dijo, “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23).
La palabra conocí en “nunca os conocí”, se usa del acto de la procreación sexual entre un
marido y su esposa (lee Mateo 1:25). ¡Toda nuestra vida cristiana se nos ha
dicho sobre la importancia de que conozcamos a Jesús pero aquí y en otras dos
parábolas, el énfasis está en que Él nos conozca a nosotros! ¿Nos conoce? Su
fluir de vida… ¿ Halla expresión y canal por medio de nosotros para fruto? Los
que vinieron diciendo, “Señor, Señor, nosotros no hicimos, nosotros no
hicimos…” están ofreciendo a Jesús una descendencia ilegítima, fruto de
iniquidad, bastardos, no nacidos de una unión de amor con Él, y por tanto,
ciertamente sin fruto para Dios. Si las obras que ofrecemos a Cristo no son nacidas
de una comunión íntima con Él, sino que se conciben y se hacen desde nuestra
propia iniciativa, aunque puedan estar hechas en Su nombre, son iniquidad
delante de Él.
El conocimiento de
Cristo que viene por Su Espíritu ES el fruto que Dios exige. ¿Es nuestro fruto
resultado de SU venir a nosotros y de Su conocernos? ¿Son nuestras obras
resultado de nuestra intimidad con Él? Si no traemos este fruto, ¿Qué exportaremos? Si no producimos lo que es de Él,
¿tenemos entonces algo que dar aparte de nociones y patrones del pasado, las
obras de nuestra carne?
La palabra griega traducida fruto
en Romanos capítulo siete, “para que llevemos fruto para Dios”, significa ser fértil o producir descendencia, y se usa en el contexto de nuestro
matrimonio con Cristo. Si el fruto no nace de una unión íntima y legal con
Cristo, nace entonces de nuestra carne y es obras de iniquidad, hijos de
promiscuidad a los ojos de Dios. Todo lo demás en un hecho independiente, una
demostración de falta de reposo e incredulidad—otro Ismael para cargar a un
mundo lleno de tal fruto malo. Dios busca esas obras que Él pre-ordenó para que
anduviésemos en ellas desde la fundación del mundo (lee Efesios 2:10).
Muchos conocen las obras de Dios o al menos intentan hacerlas en y
de sí mismos. Cuando Jesús dio de comer a los cinco mil, querían tomarlo a la
fuerza y hacerle su rey. A éstos que estaban tan preocupados con las cosas de
esta vida, Él dijo;
“Trabajad,
no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la
cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces
le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha
enviado.” (Juan 6:27-29).
El hombre
religioso siempre pregunta, “¿Qué haremos para que podamos hacer las obras de
Dios?” Esta no es la pregunta que separa a las ovejas de las cabras. La pregunta
es, “¿Conocemos Sus caminos y descansamos en ellos o conocemos meramente Sus
obras?” Las obras tratan con el
hombre exterior, pero los caminos de Dios
tratan con el corazón. Una cosa es que nuestros cuerpos sean alimentados por
Él, y otra que nuestros corazones sean cambiados por las operaciones del
Espíritu. Los que son cambiados así pueden decir con Jesús, “Tengo una comida
que comer que no conocéis”.
En el capítulo tres de Hebreos leemos, “A causa de lo cual me
disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido Mis
caminos. Por tanto juré en mi ira: No entrarán en Mi reposo”.
Conocer Su reposo es conocer Sus CAMINOS y descansar en ellos. “Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos
de Israel sus obras.” (Salmos 103:7). Los que solo conocieron Sus obras
murieron en el desierto. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” .
Nuestro pasaje de Hebreos continúa: “Porque somos hechos
participantes de Cristo con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio, entre tanto que se dice:
“Si oyereis hoy Su voz, No endurezcáis vuestros corazones como en
la provocación”.
En la carta de Pablo a los Gálatas, le vemos discutiendo con los
creyentes gentiles que ya estaban comenzando a caer bajo la ley de los judíos.
Oh
gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros
ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como
crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por
las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios
sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel,
pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace
por las obras de la ley, o por el oír con fe? Así Abraham creyó a Dios, y le
fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son
hijos de Abraham.(Gálatas 3:1-7)
¿Qué pasa con nosotros? ¿Somos tan insensatos que pensamos que
NOSOTROS podemos perfeccionar por medio de obras muertas lo que Dios comenzó en
nosotros por el Espíritu? ¿Recibimos a Cristo y a Su Espíritu por medio de
obras y de guardar la ley, o fue por la fe? ¿Qué nos hace pensar que Dios
quiere que continuemos lo que Él empezó por Su Espíritu, por medio de obras de
nuestras propias manos? Y sin embargo esto es lo que vemos por todas partes en
la iglesia. Edificamos edificios y oramos para que Él los llene. Diseñamos
programas y oramos para que Él los bendiga. Los libros de auto ayuda y de
cómo-conseguir-objetivos inundan las estanterías de nuestras librerías
cristianas. ¡Dios no va a dar vida a ningún esfuerzo de nuestra naturaleza
carnal! Su bendición no va a caer sobre nuestros inventos sino en los que nacen
de la fe y descansan en Él—Sus obras que fueron predestinadas desde la
fundación del mundo.
De la Ley al Reposo - G.Davis y M.Clark
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