Davis y Clark.
En
las últimas décadas, el abuso de autoridad en la iglesia moderna de hoy en día,
ha resultado en una inundación de libros y artículos sobre el tema. Muchos de
estos bien intencionados autores, sin mala intención han afianzado la autoridad
del reino en un contexto estrictamente prohibido por Jesucristo. Vanamente han
tratado de armonizar la vida y enseñanzas del Siervo Cristo con el ilícito
modelo de la autoridad vertical de arriba hacia abajo de los reyes de los
Gentiles (Lucas 22:25).
Esta
es una receta segura para el fracaso y el abuso. ¿Cómo así? Los abusos proceden
de una mala interpretación del reino de Dios. Cuando escuchamos la palabra reino,
imágenes de cortes y castillos, reyes y caballeros, guardias reales y
ejércitos, inundan nuestra mente. Automáticamente pensamos en algo externo
pomposo y poderoso.
Pero Dios tenía algo
más en mente – un reino del corazón para el puro de corazón. Cuando fue
preguntado por los Fariseos cuándo vendría el reino de Dios, Jesús contestó, “El reino de Dios no
vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el
reino de Dios está entre vosotros”. (Luc. 17:21) El reino de Dios no es
detectable por medio de los sentidos carnales. No viene con una apariencia
externa al igual que las riquezas y éxitos del mundo. No se puede decir de Su
Reino “¡Helo aquí!” o “¡Helo allí!”. Existe dentro del corazón de aquellos en
donde el Rey mismo reina y ha fijado residencia. Lo mismo es cierto sobre la
autoridad del reino. También opera callada y poderosamente dentro de la esfera
del gobierno interno de Dios.
Sin importarles la profunda verdad establecida por Jesús, los hombres se
esfuerzan para construir reinos visibles en Su nombre, con estructuras externas
de autoridades visibles y edificios palaciegos donde la autoridad de ellos no
pueda ser discutida. Ellos tratan de mezclar el modelo de autoridad de los
reinos de este mundo – los cuales están bajo la influencia del príncipe de
este mundo – con aquella del reino de Dios. Esto siempre lleva a peleas y
abusos.
En respuesta a la pregunta de Pilato “¿Eres tú el rey de los Judíos?” Jesús
dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino
no es de aquí” (Jn. 18:36). Abusos y peleas prevalecen dondequiera que exista
esta mezcla no santa. No importa cuánta apariencia de santidad pueda tener por
fuera. No importa cuán externamente santa pueda parecer, si su origen no es
celestial, va a expresar la naturaleza del mundo, peleas por el señorío de
ella. Si abrazamos las formas del mundo, también debemos usar el poder del
mundo para aplicarlas.
Ejemplo: fuerza bruta.
Donde hay fuerza usted también encontrará
resistencia. Fuerza y resistencia es igual a pelea. Si el reino de Dios no ha
venido dentro de nosotros y somete nuestras pasiones internas que
combaten en nuestros miembros, esa condición interior va a continuar
expresándose a sí misma y la pelea persistirá destruyendo una congregación tras
otra. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Stg. 4:1)
“Nuestra guerras” - decía Erasmo - “la mayoría de las veces proceden ya sea por
ambición, por rabia y malicia, por el mero deseo de poder incontrolable, o por
alguna otra perturbación mental”.
Cuando los guardias del templo y el sumo sacerdote vinieron a apresar a
Jesús, Pedro - todavía con la mentalidad de los reinos de este mundo - hizo lo
que los siervos de los reinos de este mundo hacen: Sacó su espada y cortó la
oreja del soldado. Históricamente, grandes derramamientos de sangre han
resultado debido a esta mala interpretación del reino de Dios. Un historiador
escribió: “He visto en todo el mundo Cristiano una licencia para combatir de la
cual aun las naciones bárbaras se avergonzarían.” (Hugo Grotius – Prolegómeno)
A menos que pensemos que hoy cristianos más iluminados están por encima de tal
barbarie, debemos señalar que recientemente un tele evangelista propuso que la CIA asesine al presidente
de Venezuela debido a sus inclinaciones marxistas. ¡Pedro, guarda tu espada!
¡No sabes de qué espíritu eres!
Así que ¿cuál es la respuesta a la confusión del reino que vemos más y más
en la Cristiandad de hoy en día? Tan simple como pueda parecer, Jesús es la
respuesta. El es nuestro ejemplo. Jesús vino a mostrar a la humanidad el camino
de regreso al no buscar dominar que Adán ejercitaba antes de la caída. ¿Cómo
Jesús hizo esto? Si bien El era igual a Dios, se vació a sí mismo, no se hizo
de reputación y tomó una humilde posición en lo último de la escala social.
Modeló la grandeza del verdadero reino por medio de negar aquello que tanto el
hombre quiere obtener - riquezas y poderes de este mundo - y tomó la forma que
los hombres ambiciosos rechazan, la de siervo.
Desde allí El obedientemente se humilló a sí mismo aún hasta sufrir la
muerte como un criminal en la cruz romana, no por sus propias trasgresiones,
sino por las miserias y pecados de un mundo dispuesto a destruirlo a El mismo.
Por esta razón, Dios lo exaltó y le dio toda la autoridad; como ejemplo, le dio
un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:6-11). Cualquiera que desee ser
grande en el reino de Dios, debe seguir este mismo camino.
Y así la pregunta permanece; ¿Quién tiene la autoridad? Este mismo asunto
está en el corazón de todos los conflictos en el mundo y en la Iglesia. ¿Quién
tiene el derecho de estar en control?
Después de Su resurrección, Jesús dijo a Sus discípulos:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…” (Mt.
28:18,19) Muchos hoy en día actúan como si Jesús hubiese dicho: “Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id e impónganla a todos…
¡usen la fuerza si es necesario!” Si bien los hombres hoy en día abiertamente
profesan que las iglesias están fundadas sobre Cristo y sus enseñanzas, sus
iglesias más bien nos recuerdan lo declarado por Agustín sobre la ciudad e
Iglesia de Roma, “la cual se gobierna a sí misma por su lascivia de
gobierno (Agustín – La Ciudad de Dios, Introducción).
Cuando Jesús envió a sus discípulos al mundo, les dijo: “Id; he aquí yo os
envío como corderos en medio de lobos.” (Lc 10:3) El no los envío a conquistar
como leones. Cuando Juan tuvo su visión celestial del trono de Dios, leemos en
Apocalipsis:
Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu
de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete
sellos. Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y
en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado… (Ap. 5:5,6)
Jesús no nos envió como los leones conquistadores, reyes de las junglas del
mundo. A Juan ni siquiera le fue permitido ver a Jesús de esta forma, sino más
bien el Modelo del Hijo aparecido al apóstol como un Cordero como inmolado. Esto
es todo lo que él tenía que ver para entender el poder del reino de Dios. “¿Es
Jesús un Rey? Si, pero un Rey que ha conquistado a Satanás poniendo su vida por
sus amigos. Sus siervos conquistaron por medio de vivir vidas que no
demostraron nada más que esto: ser ovejas en medio de lobos.
¿Cómo hemos sido arrastrados tan lejos del ejemplo y enseñanzas del
Cordero; el Señor Jesucristo? Para contestar esta pregunta debemos echar una
nueva mirada a la vida y enseñanzas de Jesús, especialmente a aquellos pasajes
que tienen que ver con la autoridad. ¡Pensamos que usted puede quedar
sorprendido de lo que El realmente dijo!
Yo pues os Asigno un Reino - G.Davis y M.Clark
No hay comentarios.:
Publicar un comentario