Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


4 de febrero de 2013

EL DEBIDO ORDEN DE DIOS


 Clayton Sonmore

Dios tiene un orden para Su Iglesia que está centrado en Cristo. La Biblia está llena de relatos que muestran que Dios juzga ciertamen­te a Su pueblo cuando éste escoge su propio culto religioso y el gobierno de la Iglesia, apartándose del modelo según las Sagradas Escrituras. El empezó en el Monte Sinaí, y tuvo que dar muerte a los danzantes desnudos que adoraban en torno del becerro de oro, como una advertencia para Israel. Incluso, los dos hijos de Aarón que fueron entre los sacerdotes principales, murieron bajo el juicio, cuando pusieron un fuego extraño sobre el Altar Santo.

Hay muchos otros ejemplos; pero, probablemente, uno de los más notables, ocurrió cuando David decidió traer el Arca Sagrada del pacto de Dios a Jerusalén. El no hizo caso del debido orden de Dios  para llevarla sobre los hombros de los sacerdotes consagrados. En lugar de eso, hizo un hermoso carro, hecho según el modelo de un carro idólatra, y lo empleó para el transporte del Arca. Cuando uno de los sacerdotes cayó muerto, David detuvo la procesión, teniendo que llevarla después según el DEBIDO ORDEN DE DIOS.

En el capítulo 16 de Números, leemos que uno de los principales sacerdotes, llamado Coré, se rebeló contra el debido orden de Dios. El intentó liderar una rebelión contra el plan ordenado por Dios. La tierra se abrió y se lo tragó. Si nosotros acatáramos hoy día a la Palabra de Dios, revelaría Su orden y Su culto, y uniría Su Cuerpo, la Iglesia. Pero los ambiciosos líderes espirituales, habiendo filtrado estas sagradas Palabras de la doctrina bíblica por medio de sus mentes carnales, han dado origen a una Babilonia de credos y de tradiciones eclesiásticas, que han dividido por completo al Cuerpo de Cristo en multitud de miles de fragmentos.
                   

«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en Espíritu y en VERDAD es necesario que adoren» (Juan 4:24). La restauración de la verdad de Dios, una nueva profundidad en la dedicación, y el regreso a la Verdadera adoración por todos los individuos aspirantes que desean andar en la voluntad de Dios y en el orden Divino, es el esencial y obligado punto de partida fundamental, si va a cumplirse el plan de Dios para Su orden para la Iglesia del Nuevo Testamento. El Señor no aceptará una ofrenda imperfecta. Los sacrificios vivos eran examinados en las gradas del templo, y eran rechazados si tenían tachas.

Esta es la razón principal por la cual el cristiano promedio y, en consecuencia, la Iglesia, soportan la maldición de las oraciones no respondidas. No podremos pensar en el Señor haciendo oraciones no respondidas, ni al apóstol Pablo tampoco.

Los grandes sistemas religiosos de hoy - con sus gobiernos altamente centralizados bajo el liderazgo humano y la adoración según las «tradiciones de los ancianos» y siguiendo los «manda­mientos de los hombres,» sólo están edificando sobre andamiajes que no figuran en la heliografía de Dios. Ellos están edificando grandes casas de madera, de heno y de hojarasca, comparadas por nuestro Señor en Mateo 7:26 con la «casa edificada sobre la arena,» por lo que serán destruidas.

En los capítulos del 8 al 11 de Ezequiel, Dios revela por qué fue destruido el Templo Santo y por qué fue llevada la nación al cautiverio de Babilonia. Ellos PROFANARON LAS CUATRO COSAS SAGRADAS DE DIOS, en las cuales estaba centrado Su orden Divino. Israel había profanado la santa Casa de Dios, como lo está haciendo hoy la iglesia laodiceana; después se llegó a la profanación del sacerdocio: más adelante fue profanada la PALABRA DE DIOS: y, como remate de todo, fueron profanados los laicos o los adoradores. Con cada profanación subsecuente, Dios levantó Su gloria.

Todavía hoy, Dios tiene el mismo ORDEN DIVINO de GOBIERNO y DISCIPLINA para Su Iglesia, del mismo modo que El lo tuvo en la iglesia apostólica del siglo primero. El primer modelo nacional se encuentra prefigurado en la adoración del Tabernáculo en Israel, mientras ellos estaban en el desierto. En el capítulo 25 del Éxodo, el estudio de este diseño planeado empieza así: «Conforme a todo lo que yo te muestre, la semejanza del tabernáculo, y la semejanza de todos sus vasos (el mobiliario) así lo haréis.» Tiempo después, la adoración del Templo de Israel presentaba de nuevo el mismo diseño prefigurado, para que lo siguiera la Iglesia del Nuevo Pacto. Este diseño perfecto también se encuentra en el ministerio de la Vida de nuestro Señor Jesús.

Cuando se estudian los cuatro Evangelios, es evidente que El dividió Su vida en CINCO ministerios. El MINISTRO como el APÓSTOL principal, como el PROFETA principal, como el EVANGELISTA principal, como el PASTOR principal, y como el MAESTRO principal. El no hizo nada por fuera de estos cinco oficios ministeriales, y siempre ejerció uno o más de los nueve dones espirituales de 1 Corintios 12:8-10. El mismo diseño se establece en las Escrituras por las revelaciones del apóstol Pablo, quien también los practicó en sus viajes evangelizadores. En la ascen­sión, nuestro Señor dio Sus CINCO MINISTERIOS a la Iglesia del Nuevo Testamento, para la perfección del Cuerpo (Efesios 4:12).

Examinemos los contrastes entre la primitiva iglesia apostólica del Nuevo Pacto de los días de Pablo, y esta misma Iglesia, vista en el continuado y actual ministerio moderno del día de hoy. Por simple comparación, se puede ver la gran diferencia entre el ORDEN DE DIOS y el ORDEN DEL HOMBRE. En el siglo primero, la Iglesia que nació en el Calvario fue establecida en el orden planificado de Dios en Pentecostés, y el Espíritu Santo empezó a manifestar dones y ministerios en ella.

En aquellos días, todos eran hombres y mujeres llenos del Espíritu que únicamente confiaban en el liderazgo de Dios, en tanto que nuestros grandes líderes espirituales confían más en la sabiduría humana y en los intelectos adiestrados.    En aquellos días, los evangelistas salían fortalecidos con las herramientas de Dios para edificar Su Iglesia; en tanto que hoy enviamos hombres y mujeres entrenados e instruidos en la disciplina de la iglesia denominacional. En el siglo primero, no existían grandes instituciones educa­tivas u organizaciones que los guiaran y los financiaran. Disponían de muy pocos medios financieros y de pocas facilidades de comunicación y de transporte de los cuales depender; en tanto que hoy, aunque nuestros jóvenes salen con todas estas cosas materia­les, ellos dan muestras de que tienen pocos dones y ministerios espirituales. La iglesia del siglo primero casi conquistó el Imperio Romano, en tanto que hoy hacemos pocos avances contra las fuerzas del mal.

Viendo entonces la necesidad de que regresemos al DEBIDO ORDEN DE DIOS, para dar de nuevo el poderoso testimonio de una Iglesia militante que avance contra las puertas del Infierno, debemos examinar más ampliamente la iglesia del siglo primero. En aquellos días, cada iglesia o cada cuerpo local eran libres y soberanos, aunque era parte integrante de un gran «cuerpo» u organismo de Dios. El gobierno de la Iglesia, implementado al modo teocrático funcionaba dentro del Orden Bíblico Divino.

La disciplina de la Iglesia se practicaba según la Palabra. El quíntuple ministerio estaba en hernioso funcionamiento, pues «ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito.» Ellos conocían la verdad de «ahora vosotros sois el cuerpo de Cristo.» Nadie parecía estar contendien­do por puestos elevados, sino que todos - como siervos de todos -contendían por el Debido Orden de Dios.

Pablo bosquejó para los colosenses las formas de fe y disciplina que eran necesarias, antes de que ellos pudieran encontrar el «camino» y el «diseño.» Y ellos ponían la más cuidadosa atención a la ministración apostólica que él les daba, revelándoles «el misterio escondido desde los siglos y edades, y que ahora ha sido manifestado a los santos... amonestando a todo hombre, y enseñan­do en toda sabiduría, para hacer a todo hombre PERFECTO en el Cristo Jesús... en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento.» Pablo añadiría para ellos: «Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según el Cristo, porque en él habita toda plenitud de divinidad corporalmente, y en él estáis completos, el cual es la cabeza de todo principado y potestad.»

En su primera epístola, Juan escribió:
                                                                      «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo; si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo que es concupiscencia de la carne, y concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo pasa [pronto], y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre... Más vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas... Y la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros; y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe; mas como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como os ha enseñado, perseverad en él... Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no es manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que si él apareciere [en nosotros], seremos semejantes a él, porque le veremos como él es »
 
Mas allá del Pentecostes - Clayton Sonmore

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry