Davis y Clark
Con frecuencia
recibimos cartas de gente preocupada por saber cual es el verdadero día del
Señor. El hombre con un espíritu religioso presta mucha atención a la adoración
en un día particular de la semana. Yo, Michael, recuerdo haber leído un cartel
de iglesia que decía, “Un día de siete te llevará al cielo”. Pero las palabras
de una vieja canción de rock se acercan a la verdad, “ser santo una vez a la
semana será la apuesta seis a uno de que vayas al cielo”.
Unos dicen que el sabbath
de Dios es el sábado. Otros dicen que es
el domingo u otro día de la semana. El verdadero reposo de Dios del que habla
el Antiguo Testamento no es en realidad un día concreto de la semana, en
absoluto, sino un lugar en SU creación en el que Él mora continuamente, un
lugar al que Él nos invita a venir y a reposar con Él en Su amor paternal. ¿Es
posible que todos los que luchan por guardar alguna clase de ley sabática
fracasen también en entrar en Su reposo?
El
hombre religioso no puede distinguir los árboles del bosque. En su gran celo
por guardar la ley perfectamente, pierde de vista aquello que la ley le dio
para enseñarlo. En Hebreos leemos: “Porque la ley, teniendo la sombra de los
bienes venideros, no la imagen misma de
las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen
continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.” (Hebreos 10:1).
La advertencia del capítulo cuatro está clara. Nosotros también podemos fracasar
en entrar en Su reposo por el mismo ejemplo de incredulidad que nos dan los que
se esfuerzan por guardar la ley.
Así
que si no se trata de cuando adoramos,
lo siguiente con lo que lucha la mente religiosa que no conoce el reposo de
Dios, es, ¿dónde? La mujer en el pozo
de Sicar planteó la misma pregunta a Jesús.
“Jesús
le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en
Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora
viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren.” (Juan 4:21-24).
Cuando se
encuentran dos cristianos típicos, la primera pregunta después de la
introducción es, “¿Dónde te congregas?” Luego, lo que normalmente viene es,
“¿Quién es tu pastor?” Esto es tan
infantil y carnal que raya en el dicho del niño de seis años a su amiguito, “Mi
papi es más grande que el tuyo”. Pablo llamó a este tipo de conducta carnal y calificó de meros bebés en la fe a quienes la tenían.( 1ª Corintios3).
Jesús dejó claro a
esta mujer de Sicar que la adoración no tiene nada que ver con hacer en un
cierto lugar, sino que es un asunto del corazón. “Dios es Espíritu y los que Le
adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Si no, no puede
decirse que estemos adorando a Dios, no importan donde o con quién nos
congreguemos para “adorar”.
Dios es Espíritu.
Si queremos adorarle, tenemos que ir más allá de esta mentalidad que viene de
nuestra naturaleza caída. Dios no va de tiempo o espacio. No mora en casas
hechas por hombre, aquí o ahí.
“Si
bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El
cielo es mi trono, Y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me
edificaréis? dice el Señor. ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano
todas estas cosas? ¡¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos!
Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo, como vuestros padres, también vosotros”. (Hechos 7:48-51)
Así que, ¿Dónde está el lugar del reposo de Dios? ¿En Israel?
¡Israel es hoy día el foco de toda la inquietud mundial! Para adorarle tenemos
que ir más allá del pensamiento en términos de tiempo y espacio y entrar en el eterno reposo de Dios
EN Su Hijo. Donde está la verdadera fe, hay paz y reposo. Donde falta, leemos,
“porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.” (Santiago 1:6-7).
¿Te has preguntado alguna vez como Jesús, el Hijo de Dios, que no
conoció pecado, podía romper el sabbath y las ceremoniales leyes judías una y
otra vez y seguir siendo sin pecado? Leemos en los evangelios,
“Aconteció
en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos
arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los
fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de
reposo? Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto
habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él
estaban; cómo entró en la casa de Dios,
y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo
a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? Y
les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.” (Lucas 6:1-5).
¿Cómo
podía el Señor del Sabbath romper el Sabbath? Era posible para Él como es
igualmente posible para todos los que han entrado en SU reposo y han cesado de
sus propias obras y esfuerzos por ser justos.
Necesitamos
comprender las profundidades de lo que Jesús quiso decir cuando dijo a esos
judíos religiosos, “el sabbath fue hecho para el hombre y no el hombre para el
Sabbath”. “Porque el que ha entrado en Su reposo ha cesado también de sus obras
como Dios de las Suyas.”
David,
el gran quebrantador de la ley e invasor del pan del sacrificio, escribió:
“Jehová,
no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; Ni anduve en
grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he
comportado y he acallado mi alma, como un niño destetado de su madre, como un
niño destetado está mi alma. Espera, oh Israel, en
Jehová, desde ahora y para siempre.” (Salmos 131:1-3).
Puedes saber que tienes un corazón envanecido, que tus ojos se han
enaltecido o que te has preocupado con grandezas o cosas demasiado sublimes
para ti, cuando no permaneces en el reposo de un bebé de pecho, recostado sobre
el pecho de nuestro Padre. Nuestra fe, esperanza y reposo han de estar en el
Señor desde ahora y para siempre.
Hay una gran historia en los evangelios de una mujer que halló el
reposo de Dios y merece ser repetida.
“Aconteció
que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió
en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual,
sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero
Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te
da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas
cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la
cual no le será quitada.” (Lucas 10:38-42).
Hoy día las iglesias y los ministerios giran alrededor de servir y
de hacer, viendo lo que pueden cocinar por Jesús en sus cocinas religiosas.
Pero los que han aprendido a entrar en el reposo a los pies de Jesús, han
escogido “la buena parte”, la cual no les será quitada. Solo permaneciendo en
Él, podremos producir fruto que permanezca. Solo permaneciendo en Su reposo
podemos obrar las obras de Dios.
¡Procurad, pues,
entrar en Su reposo!
De la Ley al Reposo - G.Davis y M.Clark
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