Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


10 de febrero de 2013

ENTONCES, ¿QUE ES LO QUE ENSEÑARON JESUS Y LOS APOSTOLES?


Davis y Clark.

Sabemos que Jesús no vino a ser servido sino a ser Siervo de todos, poniendo SU vida en rescate por muchos. El es el Patrón Hijo de Dios y nos ha enseñado por Su ejemplo. Aunque en más de una ocasión, fue seguido por miles, nunca levantó una ofrenda. En lugar de eso, dijo a Sus discípulos “Tengo compasión de las multitudes porque han estado conmigo tres días y no tienen nada qué comer. No quiero enviarlos hambrientos, no sea que desmayen por el camino” (parafraseado).

Tenían doce cestas. Solo piensa en la ofrenda que los discípulos podían haber levantado con una muchedumbre como esa. Pero no. En lugar de levantar una ofrenda, les dio de comer. Hoy es práctica habitual entre las iglesias enviar al joven misionero a un gran número de congregaciones para conseguir apoyo.

No es enviado al campo misionero hasta que se le garanticen unos ingresos que satisfagan más que suficientemente sus necesidades en el extranjero. Se espera que pueda vivir junto a su familia con un mínimo de comodidades que normalmente están muy por encima del estándar de vida de aquellos a quienes ha sido enviado.

Los nativos ven que los misioneros no tienen que vivir por fe como ellos mismos. Cuando las cosas se ponen feas, estos maestros del evangelio siempre podrán levantar el teléfono y conseguir una nueva infusión de dinero de sus amigos en casa. Cuando entrenaba a sus discípulos, Jesús los enviaba de dos en dos. Los enviaba sin ningún apoyo garantizado y les ordenaba que dejaran atrás todo aquello en lo que cualquier hombre se apoyaría al marcharse de viaje. Después de darles poder sobre los espíritus inmundos y las enfermedades, les ordenaba que no tomasen nada para el camino, salvo una vara; ni pagarés, ni pan, ni dinero en la cartera. Tenían que llevar sandalias y no incluir dos túnicas.

Jesús los despojó de todo apoyo excepto la dependencia en Dios mismo. Debían dar libremente para las necesidades de la gente a partir de la provisión milagrosa de Dios, y no pedir nada a cambio. El único don que podían esperar de parte de los que los recibieran era alimento, e incluso entonces, tenían que comer lo que se les pusiera delante sin preguntar nada.
 
Mateo deja esto muy claro. “No os proveáis ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.” (Mateo 10:10). Jesús no dijo que el obrero fuera digno de grandes sumas de dinero. Lucas nos dice lo que era el salario de estos obreros. 7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; 9 y sanad a los enfermos que en ella  haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.” (Lucas 10:5-9)

Lo único que estos obreros esperaban recibir era comida suficiente para darles la fuerza para llegar al destino siguiente. Recibir y ser alimentados eran sinónimos. Ni siquiera tenían que llevarse su túnica exterior, que era su manta en caso de que tuvieran que dormir junto al camino.

Dios les daría de comer. Dios los mantendría calientes. Fueron dejados extremadamente vulnerables y dependientes del cielo para su sustento.

 La voluntad de Dios para sus apóstoles y profetas itinerantes es que posen en casa y se queden solo un corto plazo de tiempo, que hagan la obra del evangelio y que luego avancen. El pensamiento de que tenían que recibir grandes sumas de dinero para continuar su ministerio era completamente desconocido. Las únicas ofrendas que se levantaban eran para los pobres y los necesitados, no para ministros exaltados

En contraste con esto hubo alguien llamado Diótrefes que amaba ser el primero entre los hermanos. Este hombre se sintió amenazado por el sacrificio y la humildad de estos siervos bajos de Cristo y no los recibía, impidiendo además que el resto los recibieran. De este hombre exaltado a sí mismo, Juan escribió lo siguiente:

“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. 10 Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia. 11 Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.” (3ª Juan 9-11)

La primera iglesia practicaba el ejemplo establecido por Jesús durante muchos años. La Didache, considerada uno de los documentos cristianos más antiguos aparte de la Biblia, revela que aunque comenzaron a estar afectados por la filosofía griega y el paganismo, la iglesia de finales del primer siglo aún retenía algo de la mente de Cristo respecto al dinero. “Él (cualquier apóstol que venga a vosotros), se quedará un día y si es necesario, dos. Pero si se queda tres, es un falso profeta. Y cuando el apóstol se marche, que no tome nada sino el pan hasta que llegue a su lugar de reposo; pero si pide dinero, es un falso profeta” (11:5-6) Si esta fuera la enseñanza aceptada hoy, ciertamente arrancaría a los asalariados.

¿Cuántos ministros habría aún si esta práctica todavía surtiera efecto? ¿Cómo juzgarían los primeros cristianos a los “apóstoles” de nuestro día, que no solo piden dinero sino que exigen grandes sumas para poder asistir a sus conferencias? ¿Y que pasa con los “profetas” que no solo exigen dinero para asistir a sus conferencias sino que siguen tras el error de Balaam profetizando por ganancia, y cobrando grandes sumas a cambio de “profecías personales”?

¿Pagó Jesús el precio y vivió en pobreza para que los apóstoles y los creyentes que vinieran después no tuvieran que pasar por ahí? ¿Vivieron vidas cómodas y de opulencia para dejar un legado de reinos establecidos en el mundo? ¿Construyeron grandes instituciones, dieron los nombres de ellos mismos a grandes iglesias, universidades y seminarios como es práctica habitual hoy día?

(1ª Cor. 4:9- 13) Estos hombres sirvieron al Reino de Dios y no se preocuparon en absoluto por ninguna clase de ganancia terrenal.

Se sostenían a sí mismos y con frecuencia pasaban privaciones. No tenían casas propias, y mucho menos palacios de un millón de dólares. Oían las palabras de Jesús y no  trataban de buscar fortuna para sus vidas. Habían probado el don celestial y lo habían encontrado bueno.

 El único legado era vivir y morir como su Predecesor, el mismo Hijo de Dios, promocionando el reino eterno que viene sin observancia externa. No consideraron su servicio como una vocación o un medio de subsistencia, sino que eran testigos (griego Martus), señalados para la muerte. No era la vida, sino la muerte; una vida consagrada y jamás una excusa para obtener riqueza para ellos mismos.

Haran Mercaderia de Vosotros -  G.Davis y M.Clarck

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry