Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


9 de septiembre de 2012

LA LEY DE JUBILEO EN CONTRASTE CON DANOS UN REY


Davis y Clark

Cuando Israel moraba en la tierra de la promesa después de haber sido juzgada por su pecado en el desierto, Dios puso leyes para asegurar que no se oprimirían unos a otros por medio de la mercadería (Levítico 25:14-17). Él les recordó, “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo  (Levítico 25:23). Dios también instituyó el quincuagésimo año de Jubileo para asegurarse de que la mercadería no volvería a enraizarse en Israel.

Durante el quincuagésimo año, todas las propiedades eran devueltas y extinguidas las deudas para que todas las tribus pudieran otra vez tomar posesión de su heredad original. Dios quería que la asignación de tierras a las tribus dada por Él  originalmente, siempre fuera restaurada. Dios tomó un cuidado extremo en asegurarse que las necesidades de los pobres no fueran ignoradas y que nadie se aprovechara de ellos.

A pesar de todo, después de no mucho tiempo el pueblo vino al profeta Samuel y le pidieron un rey como las naciones paganas que había alrededor de ellos. Rechazaron al Dios del universo como Rey y quisieron a un mero hombre para que les gobernara. Las consecuencias trágicas pronto se cumplieron. Su rey restauró el camino de Caín Seis veces Dios les advirtió, “él [Saúl] quitará”. “Saúl os quitará vuestros hijos. Os quitará vuestras hijas. Os quitará vuestros campos y viñedos. Os quitará un décimo de la simiente. Os quitará a vuestros siervos y siervas además de un décimo de vuestros rebaños (Lee 1ª Samuel 8:11-19).

Dios quería que entendieran que el precio de su petición sería un terrible gravamen de impuestos y opresión. Nagas—la presión de un rey  humano—estaba al orden del día. Aquí vemos el primer ejemplo del diezmo obligatorio. Sucedió tal y como Dios había advertido. Pronto “se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu” en la cueva de Adulam, (1ª Samuel 22:2), donde también se escondía el verdadero ungido de Dios. Como Caín, Saúl estaba enojado de que Dios hubiera favorecido a alguien más que a él mismo, y deseó levantarse como Caín y matar a su hermano.

Muchos de los que hemos conocido esta unción de Dios en nuestras vidas hemos sentido este mismo espíritu y hemos visto esta clase de actos por parte de líderes con los que hemos tratado de tener comunión. Los que no son del espíritu de Caín y de Saúl, son marcados, y los que si son de ese espíritu saben que no somos de ellos.

 Haran Mercaderia de vosotros - Davis y Clark

No hay comentarios.:

"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry