Charles E. Newbold Jr.
Con mucho
fervor, el hermano Leonardo, el predicador invitado, comenzó su mensaje
pidiendo a la congregación que abrieran el Evangelio de Juan, capítulo 15.
Afirmó inmediatamente que Jesús es la vid verdadera y que nosotros somos los
pámpanos. Después hizo una sorprendente declaración diciendo que llevar fruto
no era el asunto más importante en este pasaje; sin embargo, permanecer si lo
era. “Llevar fruto” es mencionado cuatro veces”, afirmó, “mientras que
permanecer es mencionado nueve veces”. Golpeó la frase repetidamente, “Tenemos
que permanecer”, “Tenemos que permanecer”.
Esperé que terminara su frase
diciendo, “debemos permanecer en la vid, que es Jesús”. Nunca lo hizo. Después
lo vi venir. Tenía que decirlo. Era la abundancia de su corazón. Después de todo,
era un hombre de iglesia. Se echó
hacia atrás en el podio, apuntó con dedo acusador a sus insospechadas víctimas,
y dijo, “El problema que tenemos en nuestra sociedad hoy, y especialmente en la
iglesia, es que la gente no permanece. Van de iglesia en iglesia, y nunca hacen
un compromiso con la iglesia o con el pastor”.
¿Creía
sinceramente que permanecer en el sistema que llamamos iglesia es lo que significa permanecer en Jesús? ¿Creía que
comprometerse con una iglesia o con el pastor, es lo mismo que comprometerse
con Jesús? Su conclusión era una escandalosa mal interpretación de la
Escritura, hablada para el beneficio del pastor local, cuya iglesia tenía una larga historia de
pérdida de miembros. En lugar de liberar a los santos para tener una relación
mucho mas profunda con su Señor, puso una trampa para esclavizarlos más y más a
la Cosa que llamamos iglesia.
No es que
deliberadamente se propusiera engañar al pueblo. En toda veracidad, se estaba
engañando a si mismo. Todos hemos sido engañados. Mentidos. Seducidos. Este
engaño ha sido pasado a través de generaciones de Cristianos, desde al menos el
tercer siglo después de Cristo. Los que perpetúan este engaño son igualmente
víctimas del mismo. Esta mentira es tan profunda y cruel que la hemos creído como
la verdad. Ministramos muerte con este engaño, pensando que estamos ofreciendo
vida.
Y peor aún, la
gente esta perdiendo sin darse cuenta la oportunidad de su unión gloriosa con
Cristo porque han recibido una falsa seguridad de su salvación. Este engaño
profundo nos ha envanecido en importancia egoísta. Ha hecho que muchos
creyentes abandonen su primer amor, Jesús. El diablo nos ha seducido para
danzar con él a la vez que nos hacia pensar que estábamos danzando con el
Señor.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr.
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