Charles E. Newbold Jr.
Este engaño no
es nuevo. Los hijos de Israel en Judá y en Samaria estaban ciegos
espiritualmente por sus propios corazones de ramera. Rehusaban escuchar las
palabras de los profetas para regresar a la adoración de su Dios. Así, Dios
esparció a la gente de Samaria a Asiria y más tarde, exilió a Judá a Babilonia.
El profeta
Ezequiel había sido llevado con los cautivos de Judá a Babilonia. Tuvo visiones
de Dios que le pidieron que compartiera con
los ancianos de Judá “altivos de rostro” y de “corazón duro”, tanto si le escuchaban como
si no. Dios quería que supieran que había habido un profeta en medio de ellos.
Ezeq. 2-3.
Veinticinco años
más tarde, Dios tomó a Ezequiel mediante una visión, a la tierra de Israel y le
mostró a un hombre cuyo aspecto era como de bronce. Este hombre tenía una
cuerda de lino y una vara de medir en su mano. Midió todo alrededor del Templo.
Midió el ancho y el alto de la pared, las entradas, las habitaciones, y las salas.
Después llevó a Ezequiel a la entrada que miraba al oriente, y la gloria del
Dios de Israel vino del oriente. “Su voz era como el sonido de muchas aguas; y
la tierra brilló con Su gloria.” Ezequiel 43:2. El Espíritu levantó a Ezequiel
y le llevó al atrio interior cuando la gloria del Señor llenó el Templo. Ezeq.
43:5.
Después Ezequiel
escuchó al Señor hablándole desde fuera de la casa y le dijo que esta casa, el
templo, era el lugar de Su trono, el lugar de la planta de sus pies, donde El
habitaría en medio de los hijos de Israel para siempre. Sería el lugar donde Su
santo Nombre habitaría. Ezeq. 43:7. Dios dijo a Ezequiel que “la casa de Israel
no profanaría mas Su santo Nombre con sus fornicaciones; ni ellos, ni con sus
reyes, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos”. Ezeq. 43:6-9.
Después el Señor
encargó a Ezequiel que mostrara la condición de la casa del Señor a la casa de
Israel, “Tu, Hijo de hombre, muestra a la
casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus pecados y midan el diseño
de ella. Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el
diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus
formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus
leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas
sus reglas y las pongan por obra. Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre
del monte, el recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que
esta es la ley de la casa.” Ezeq. 43:10.12.
Seguidamente,
mostró a Ezequiel un templo de piedra. Desde la perspectiva del Nuevo
Testamento creemos que este templo de piedra representa la casa espiritual de
las piedras vivas—el cuerpo de Cristo que es el templo del Espíritu Santo, del
cual somos nosotros. La condición de los corazones reflejaba la condición del
templo de Dios. A la inversa, la condición del templo de Dios reflejaba la
condición de sus corazones. Todavía funciona así.
Siglos más
tarde, el anciano apóstol Juan recibió la revelación de Jesús en la que le pedían que midiera el
templo de nuevo. EL escribió: “Me fue dada una caña, como una vara; y el ángel
en pie me dijo: “Levántate y mide el templo de Dios, y el altar y a los que
adora en el” Apocalipsis 11:1
Hoy, el Espíritu
del Señor nos llama a que mostremos a la casa, la casa, para que podamos
avergonzarnos de todo lo que hemos hecho. Es decir, mostrar como hemos dado
nuestros corazones a nuestras denominaciones, instituciones, edificios,
vidrieras, nuestros bancos dedicados, nuestros santos, rituales, liturgias,
doctrinas, normas de orden, programas, culto del domingo en la mañana, tantas,
tantas cosas. El Espíritu del Señor quiere mostrarnos como vamos detrás de
nuestras propias agendas aunque contradigan la agenda de Dios. El nos llama a
guardar su patrón, no el nuestro; sus leyes, no las nuestras. Porque esta es la
ley de la casa, que fuéramos santos (separados) para el Señor. Ezeq. 43:12
Si nos pidieran
que midiéramos la estructura de una casa física, sacaríamos nuestra cinta de
medir y calcularíamos los números .Comprobaríamos el ancho, el largo y el alto.
Los que están en la iglesia institucional
se miden típicamente a sí mismos por cuantos miembros tiene, lo grande de sus
edificios, cuantos edificios tienen, cual es la altura de su campanario,
cuantos coches pueden aparcarse en su aparcamiento, que clase de coches se
aparcan en su aparcamiento, cuanto dinero meten. Miden estas cosas porque dan
mayor honra a esos pastores y ministerios que tienen lo más grande y lo máximo.
Esta casa es una casa falsa.
La verdadera
casa de Dios se mide por el amor, la fe, la misericordia, la gracia, la paz, la
vida, la luz, el descanso, el gozo, la esperanza, el perdón, la aceptación, la
justicia, la alabanza, la adoración, volver la otra mejilla, sometimiento de
unos a otros, recibir al profeta en el nombre del profeta, emplear los dones
del Espíritu para la edificación del cuerpo, tener pasión por Jesús, y estar
animado en cuanto a las cosas que animan a Dios. Son expresiones que definen
nuestra relación con Cristo como Su novia y unos con otros como la familia de
Dios. Medimos el templo del Espíritu
Santo, de quien somos, a través de estos términos bíblicos. Si aquello en lo
que estamos que llamamos iglesia se
caracteriza por términos tales como disensión, calumnias, obras muertas,
incredulidad, legalismo, manipulación y temor, entonces es una casa de rameras.
Tenemos una Cosa-una extensión idolátrica del Yo que no es de Dios.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr.
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