Davis y Clark
Adán tenía una
relación establecida con Dios y había estado haciendo cosas maravillosas,
sobrehumanas, con Él antes de que Eva
fuera creada. Había dado nombre a todos los animales, considerado a cada uno de
ellos como una ayuda posible y ¡preparado un jardín del tamaño de Irak! Adán
hizo todas estas cosas estando en el reposo del Padre porque nada lo hizo desde
su propia carne. Adán vivió completamente en el reposo y provisión de Dios.
Descansó en las obras acabadas de Dios que habían sido “consumadas desde antes
de la fundación del mundo”. (Hebreos 4:3). Fue después de un tiempo (tal y como
lo entendemos nosotros) que fue puesto en un profundo sueño por Dios, y que de su
propio cuerpo Dios sacó para él una ayuda
idónea digna de él, una esposa para Adán a quién él llamó Eva.
Dios les dio una
advertencia que si ignoraban, sometería a la humanidad a un proceso de
envejecimiento, corrupción y muerte.
En Génesis leemos:
“Y
mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás.” Génesis 2:16-17
De
este versículo, Adán Clarke escribe:
Ciertamente morirás. twmt twm moth tamuth; literalmente dice, una muerte morirás. O, muriendo,
morirás. No solo morirás espiritualmente, perdiendo la vida de Dios, sino que
desde ese instante serás mortal y seguirás estando en un estado de muerte hasta
que mueras.
Muriendo
morirás—literalmente, “comenzarás a morir hasta que mueras”. El reloj comenzó a
marcar las horas en el instante en que Eva tomó el primer bocado del fruto
prohibido. ¿Cuánto tiempo supones que Adán habría vivido libre de enfermedad,
dolor y muerte antes de que él desobedeciera la advertencia de Dios? Leemos
esto como si Dios hubiera hecho a Adán y Eva un día, y al siguiente, paseando
por el huerto, se cruzaran con el árbol con la serpiente en él. Fueron
convencidos de que el camino de la serpiente era mejor que la vida que Dios les
había dado y fueron arrojados del huerto.
¿Has visto como
Dios puede estar en todas partes al mismo tiempo? ¿Es posible que para Él no
existiera tal cosa como el tiempo? Si
Él esta fuera del tiempo y no sujeto al tiempo, puesto que esto es parte de Su
creación, entonces sería algo irrelevante para Él poder estar en todas partes al mismo tiempo. ¿Es por esto que cuando Moisés le preguntó
por Su nombre, le dijera que era Yo Soy?
¿Por qué Yo Soy, y no Yo seré o Yo fui? ¡Dios mora en el AHORA eterno! ¿Es posible que esta fuera
la misma naturaleza de Dios con la que Adán y Eva fueron creados en perfección,
y de la que Dios dijo, “es bueno”? Nunca habían estado en conflicto con el
fluir de los propósitos de Dios. Nunca corrían por delante ni tampoco se
quedaban atrás; eran uno con Él y eso era bueno a los ojos de Dios.
En lo que respecta
a Adán y Eva, antes de la caída no existía el tiempo—no existía el
envejecimiento. Estaban en un estado constante de reposo espiritual y
bienestar. No trabajaban ni daban vueltas. No conocían la ansiedad ni la
escasez. Su existencia entera estaba llena de vida y de luz. No había
preocupaciones sobre lo que comerían o lo que vestirían. Vivieron en la
constante provisión de su Creador. Él era la cobertura de ellos. El huerto del
Edén estaba lleno de árboles que daban alimento. Vivían y se sostenían de “las
obras terminadas desde antes de la fundación del mundo.” Su vida era una vida
de fe en su amoroso Padre. Pero tras ceder a los engaños del que había sido mentiroso y homicida desde el principio,
sucedieron una serie de eventos que pusieron en caos a toda la creación,
gimiendo por la esperanza de un día de liberación.
Pablo escribió:
“Por tanto, como
el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde
no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán
hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la trasgresión de Adán,
el cual es figura del que había de venir.” (Romanos 5:12-14).
En
su libro, “Siéntate, Camina, Ponte en pie”, Watchman Nee escribió:
Se
nos dice que Adán fue creado el sexto día. Entonces está claro que él no
participó en la obra de los seis primeros días, puesto que fue creado después.
De hecho, el séptimo día de Dios fue el primero de Adán. Aunque Dios trabajó
seis días y luego disfrutó de su descanso de sabbath, Adán comenzó su día con
el sabbath; Porque Dios trabaja antes de reposar, mientras que el hombre
primero tiene que entrar en el reposo de Dios y solo entonces podrá trabajar.
Además, por haber sido terminada completamente la obra de creación de Dios, la
vida de Adán pudo comenzar con el reposo. Y aquí está el Evangelio: que Dios ha
dado un paso más adelante y ha completado también la obra de la redención y que
no necesitamos hacer nada para merecerla, sino que podemos entrar directamente
por la fe en todos los valores de Su obra consumada.
En Cristo, Dios estaba otra vez trabajando y creando de nuevo. Del
mismo modo que Jesús fue el Principal Promotor de la primera creación, así
también es Él el primogénito de la nueva humanidad, muchos hijos para la
gloria. “Todas las cosas fueron hechas por Él; y sin Él nada de lo que hay fue
hecho” (Juan 1:3). Jesús, el Último Adán, fue enviado para trabajar y restaurar
al hombre a su estado previo, una nueva creación en el Padre.
En el ministerio terrenal
de Cristo vemos un paralelismo con los seis días de la creación, el surgimiento
de una nueva humanidad que antaño estuvo a tono con el fluir de vida de Su
Padre. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas
viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas”. (2ª Corintios 5:17). “Porque
en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una
nueva creación.” (Gálatas 6:15). Como en Adán, creemos que somos una nueva
humanidad, una nueva raza, nacidos al reposo-sabbath del Padre. No hablamos del
Sabbath como de un “día” literal, sino como una realidad intemporal a la que
somos llamados a vivir por la eternidad.
El hombre no puede vivir esa vida para la que Dios le creó sin la
presencia permanente de su creador, como tampoco el pez puede vivir fuera del
agua. Luchará y se inclinará, vulnerable y jadeando por vivir en este entorno
extraño del tiempo, para finalmente, golpeado por el tiempo y la gravedad,
volver a la tierra de la que salió. El hombre no fue hecho para vivir en el
tiempo, gobernado por el reloj y el calendario.
Desde la caída, ha estado intentado batir el efecto del tiempo y
derrotar la enfermedad y el envejecimiento traídos por el pecado, por medio de
sus propios esfuerzos. Con cada “cura” vienen efectos secundarios y cada
invención prohíbe aún más su regreso a Edén, terminando usándose como una nueva
arma mortal o instrumento de esclavitud en manos de alguien.
Llega hasta a abortar bebés
sanos completamente formados al nacer, para poder robar la masa de su tronco
cerebral en un esfuerzo por derrotar la maldición del envejecimiento y la
enfermedad. Con el fin de salvar su propia vida centrada en sí, lleva la muerte
hasta un nuevo nivel, el holocausto de los no nacidos. ¿Como podemos estar tan
ciegos a nuestro estado decadente y caído y no sentir repulsa ante tal pecado,
y llegar así al arrepentimiento? Es como si el alma del hombre, el ser centrado
en sí mismo, no conozca límite en su espiral hacia el abismo.
Es importante que entendamos lo que hemos perdido como hombres
caídos. Todos los pensamientos del hombre natural se centran en una sola cosa,
¡HACER! La nueva creación de Dios está en línea con un pensamiento, “consumado
es”. Tal y como Jesús, el Hijo modelo, lo expresa, “Cuando hayáis levantado al
Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo,
sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo
está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.”
(Juan 8:28-29).
Quedar atrapado en obras auto-generadas y otros logros es
resultado directo de comer del árbol prohibido. “Si coméis de este árbol,
seréis como Dios, conociendo el bien y el mal.” Nuestro deseo de independencia
del Principal Promotor del universo para convertirnos nosotros mismos en
nuestro propio principal promotor es algo que está en el primer pensamiento
cuando nos levantamos. ¿Estamos satisfechos con esa semejanza a Dios que es
resultado directo de Su obra creativa? El salmista escribió, “En cuanto a mí,
veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.”
(Salmos 17:15).
¿Es eso suficiente? ¿O queremos ser como Dios, igual a Él, escogiendo y haciendo por nosotros
mismos—hecho por nosotros, autosuficientes? En el primer caso moramos en Su
reposo mientras Él crea, descansando y despertando a Su semejanza. En el
segundo, competimos con Él y tratamos de tomar Su lugar, que es la esencia
misma del espíritu del anticristo.
De la Ley al Reposo - Davis y Clark
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