George Warnock
En este escrito vamos a enfatizar el aspecto del labrador en Su manifestación. A todos los cristianos evangélicos se les asegura que este es el tiempo de la cosecha. Y vamos a hablar del Huerto de Dios particularmente como lo vemos en el tiempo de la cosecha. Él quiere que comprendamos claramente lo que Él persigue cuando entra en Su huerto en el tiempo de la cosecha. Si visita Su huerto en invierno, Él no espera ver mucho en el camino de la vida. Sin embargo, Él nos anima a caminar en fidelidad, a tiempo y fuera de tiempo. Nos animaría a tener esperanza. Nos recordaría que el invierno es una promesa de la primavera y de la vida nueva. Cuando viene en primavera, las aguas comienzan a fluir y nos gozamos con el sentir de Su bendición. Dios se deleita en bendecir a Su pueblo. ¡Es primavera! Los largos y tristes días del invierno han pasado, y la expectativa de la nueva vida está presente por todas partes. Cuando viene en el verano, hay calor y sequedad; pero mezclado aquí y allí, da lluvias de bendición y mucho sol; porque sabe que esto es lo que se necesita para la madurez. Pero cuando viene en el tiempo de la cosecha, Él busca sólo una cosa, una sola cosa. Busca el “precioso fruto de la tierra”. Y porque estoy seguro de que éste es el tiempo de la cosecha, creo que Dios quiere enfatizar lo que Él busca en el tiempo de la cosecha, no sea que nos desanimemos o quedemos perplejos por causa de nuestra sequedad. Él sabe todo eso porque es Él quién lo causó.
¡El lo causó! ¿Por qué? Porque quiere producir buen fruto en Su huerto. Y aunque reconocemos que hay diferentes estaciones que experimentamos en nuestras vidas personales, creemos que ahora es tiempo de cosecha históricamente en lo que concierne al cuerpo colectivo de Cristo.
Así, al seguir alabándole por cada estación de refrigerio que Él trae en nuestra andadura con Él, nunca debemos olvidar la intención de Dios en cada estación concreta. No importa cual sea la estación en la que estemos ahora, tenemos que recordar que la intención de Dios es producir una cosecha que satisfaga el deseo de Su propio corazón. Hay mucha confusión entre el pueblo de Dios en estos días, en cuanto a lo que Dios puede estar o no haciendo en este tiempo. Escuchamos preguntas de este tipo: “¿Es esto de Dios? ¿Es esta bendición de Dios?” Familiaricémonos con el corazón de Dios y descubriremos aquello que Él persigue... Y entonces, si nuestros corazones y mentes están en sintonía con Su corazón y Su mente, este tipo de preguntas importarán muy poco o nada. Por supuesto Él está bendiciendo a Su pueblo; pero estemos tan en sintonía con Él que no importa lo grandemente que Él nos bendiga; nuestra respuesta a esa bendición es simplemente esta:
“Gracias Señor por Tus bendiciones; pero que no me quede corto de la gran bendición de todas, crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, que pueda convertirme en un “vaso de honra”. Porque sé que si fracaso en convertirme el oro y la plata que Tú buscas, todas las bendiciones derramadas sobre mí habrán sido en vano. Guarda mi corazón, no sea que Tus bendiciones cieguen mis ojos a Tu deseo e intención en mi vida, que Yo pueda surgir a Tu imagen y semejanza.”
Ciertamente el profeta nos dice, “Serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan.” (Isaías 58:11). Pero si es el tiempo de la cosecha, entonces estemos seguros que el Labrador busca una cosa en esta gran hora, y es fruto... fruto que no es nada menos que la reproducción de su propio carácter y naturaleza en los corazones de Su pueblo. Cualquier cosa menos que esto no puede constituir el deleite del corazón del Labrador, que plantó semilla incorruptible de la verdad en Su pueblo, y está pacientemente esperando que esa semilla, a través de Su propio cuidado y cariño, produzca “según su naturaleza”. Es la ley de la vieja creación, y es la ley de la Nueva Creación... la semilla tiene que producir “según su naturaleza”. No olvidemos nunca que la Simiente es Cristo y Dios no puede estar satisfecho con una cosecha que eventualmente no produzca el carácter, la calidad y naturaleza de Cristo en Su pueblo.
El huerto de Dios - George Warnock
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