George Warnock
“Israel fue empobrecido
en gran manera” por causa de los madianitas y clamaron por un libertador a
Dios. En respuesta a su clamor, Dios levantó a un hombre llamado Gedeón. Gedeón
se hallaba sacudiendo el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas,
cuando el ángel del SEÑOR le saludó con extrañas palabras:
“El SEÑOR está contigo,
valiente guerrero” (Jueces 6:12).
Dios conocía el problema
de Gedeón. Sabía que Gedeón estaba lleno de temor por causa del enemigo. Sabía
que era un hombre débil de una de las familias más pobres de Manasés. Sabía que
Gedeón era el menor, no el mayor, de la casa de su padre. ¡Justo las cualidades
que Dios estaba buscando! Y de este modo, el ángel le dijo:
“Ve con esta tu fuerza,
y libra a Israel” (v.14). Su fuerza no debía estar en sus propios recursos,
sino en su debilidad. Y el hecho de que Dios le ENVIARA era la única autoridad
y poder que Gedeón necesitaba.
Todos conocemos la
historia… como Dios tuvo que reducir el ejército original de 32.000 hombres a
un puñado de 300. Amado, ¿Por qué no podemos aprender de la multitud de
testigos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento… que la fuerza no está
en los números, que las riquezas no consisten en el oro y en la plata, que la
sabiduría procede del camino de la Cruz, y no de las paredes de la enseñanza?
Gedeón desmovilizó a su
ejército ante la orden del Señor, mandando a casa a los que tenían temor. Se
quedó con 10.000 hombres. Todos ellos estaban ansiosos por la batalla; pero
Dios dijo, “todavía el pueblo es demasiado numeroso”. Dios tomó este asunto en
Sus propias manos y envió a otros 9.700 a casa… ¡los libró de su
responsabilidad como ejército del Señor! ¿Y por qué razón? Quizás muchos de
ellos se preguntaban por qué… habiendo estado tan ansiosos de luchar por el
SEÑOR. Cualquiera que sea la razón para licenciar a estos 9.700 soldados,
pienso que Dios quería que supiéramos que en las mismas cosas cotidianas de la
vida, en nuestras tareas y ocupaciones diarias, estamos siendo probados y
tratados por el Señor cada día, y no somos conscientes de ello.
Estaban junto al agua,
saciando su sed, pero Dios los estaba viendo desde el cielo y estaba probando
sus corazones. Y ellos no lo sabían. Hay algo aún más muy significativo. Dios
dijo que si usaba a toda la multitud, entonces Israel se llevaría la gloria. De
modo que sabemos que cuando Dios escogió a mano a estos 300 hombres, Él sabía
que no se llevarían la gloria por la victoria que Él les iba a dar. ¡Dios sabía
que Él se llevaría toda la gloria!
Dios, que escudriña los
corazones de los hombres, está marcando a los Suyos para que se involucren en
la batalla del Señor, conforme a Sus propios requisitos de fidelidad,
obediencia y sometimiento a Su voluntad. Su estándar de juicio es este: “el que
es fiel en lo poco, en lo mucho también lo será.” No esperes ser comisionado
para un puesto de deber en el ejército del Señor si hay indiferencia o pereza,
infidelidad o deshonestidad en tus tareas diarias insignificantes en casa o en
tu trabajo… infidelidad hacia tu jefe o hacia tu empleado, engaño, mentira,
robo a tus conciudadanos mediante la falsificación de declaraciones de la
renta. Y podríamos seguir y seguir con esto. Pablo señaló que había un
requisito del siervo… debía ser hallado fiel. Y Jesús dijo que si un hombre no
puede ser confiado en sus tratos con mamón, las riquezas pasajeras de esta
vida, Dios no podría confiarle las verdaderas riquezas.
Dios escogió a los 300
no para mostrar lo fuertes que eran; sino para demostrar que en la debilidad
del hombre Él mismo sería glorificado. Con una antorcha y una vasija cada uno
de ellos salió a la batalla. Era lo único que necesitaban porque la batalla era
del SEÑOR. Y así, Pablo dice,
“Tenemos este tesoro en
vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios, no nuestra.” (2ª
Cor. 4:7).
Una antorcha dentro de una vasija. Pero la
vasija tenía que romperse para que la luz pudiera brillar desde el interior. Y
cuando se oyó el sonido de la trompeta: “la Espada del SEÑOR y de Gedeón…”
El enemigo fue derrotado
en confusión extrema y de hecho se destruyeron a sí mismos. La estrategia de la
batalla de Dios contra el enemigo es arrojarlos a la confusión. “La espada de
cada uno contra su compañero en todo el campamento.” (Jueces 7:22).
Satanás ha usado esta
estrategia de forma efectiva trayendo división y confusión en medio del pueblo
de Dios; pero todo esto será cambiado el Día del SEÑOR.
¡Las huestes de Satanás
tiemblan y son arrojadas a un confuso estado de auto-destrucción cuando son
confrontadas con un pueblo que camina en la obediencia de Cristo, en el camino
de la Cruz!
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