Michael Clark
No mucho si usted está
buscando un reino terrenal para que sea lo que los hombres llaman “la Iglesia”.
Jesús nos dijo que no esperemos un reino visible:
Preguntado por los
fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,
ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre
vosotros. (Luc. 17:20-21)
Los líderes de Dios ni
siquiera desean tener un perfil alto, sino ser humildes y simples hombres como
su Maestro.
‘Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas…” (Mat. 11:28-29)
Así usted puede ver, en
la verdadera Iglesia de Cristo no hay hombres gobernando por él, no hay diezmos
legalistas para sostenerlos, ninguna división clero-laico, no edificios
coloridos que necesitan constante soporte, y oh sí, tampoco hay seminarios,
sino un cuerpo en el cual todos son sacerdotes. Somos llamados a ser solo
familia y amarnos los unos a los otros con el mismo ejemplo que Jesús y la
iglesia primitiva nos dieron. Si damos algún honor del todo es a “los más
pequeños de estos mis [Sus] hermanos” y no a aquello que son altamente visibles
y dotados (Vea Stg. 2:1-7).
¿Oh cristianos necios,
son ustedes mejores que Jesús? ¿Puede usted completar para Dios aquello que
Jesús ya lo hizo completo? ¿Quién los ha hechizado? Pablo alegaba con la
iglesia en Galacia:
¡Oh gálatas insensatos!
¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos
Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto
solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis
el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois?
¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel,
pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace
por las obras de la ley, o por el oír con fe? (Gál. 3:1-5).
Estoy seguro que algunos
de ustedes que practican control con mano dura y enseñan al pueblo de Dios a guardar
la ley están ahora enfurecidos contra mi y esta enseñanza, pero considere esto…
si nosotros que creemos de esta manera, estamos equivocados, estamos en buena
compañía.
Los acusadores de
Esteban dijeron: “Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de
hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley…” (Hch. 6:13)
De Pablo dijeron: “Este
persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley” (Hch. 18:13). Y “¡Varones
israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos
contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en
el templo, y ha profanado este santo lugar” (Hch. 21:28)
Y aun Jesús cayó bajo
este mismo ataque: “Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio,
buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo
hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron
dos testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios,
y en tres días reedificarlo” (Mat. 26:59-61).
¡Si, la ley es santa y
el templo es santo! Pero toda la ley se resume en la frase “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas
tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo”. En cuanto al templo, nosotros, la Iglesia, somos el templo,
no un fuertemente hipotecado montón de ladrillos, mezcla y madera que chupa la
sangre de vida de la ekklesia de Dios.
Cuando Jesús salió del templo y se iba, se
acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo
él, les dijo: ¿Veis todo esto? De
cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
(Mat. 24:1-2)
¿Será usted el que “gobierne”
a la Esposa de Cristo? ¡No yo, hermano! Los días de estas clases de llamados
a-sí-mismos “ministros” están llegando a su fin.
Luego el fin, cuando
entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda
autoridad y potencia. (1 Cor. 15:24)
Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una
esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí
el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima
de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron. (Ap. 21:2-4)
Esta es la ciudad de
Dios, la Esposa de Cristo, que debe llenar nuestros corazones y visión. Este el
es Cuerpo de Cristo del cual todos los que creen son miembros. Regocíjense y
sean libres en el precioso nombre de Cristo, queridos santos de Dios.
En su amor, Michael
Clark,
Bayview, Idaho, USA
La Ley y La Iglesia - Michael Clark
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