Douglas Weaver
La primera mención del
hijo de perdición la encontramos en la oración de Cristo en Juan 17:12. “Cuando
estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste,
yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.”
De los doce, el único
que se perdió fue el hijo de perdición, Judas. Judas es un tipo y una señal del
hijo de perdición, que será revelado al cierre de la era. Esto es un misterio,
el misterio de la iniquidad.
¿A qué pasaje de las Escrituras
hace referencia Jesús cuando dijo, “y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo
de perdición; para que la Escritura se cumpliese”? Es una referencia al pasaje
hallado en Zacarías. Fue proclamado en un momento en el que la iniquidad de
Judá estaba en su máximo apogeo. Siguieron en su idolatría y violencia por el
camino de Caín. El tiempo de juicio
había llegado. Dios envió a Zacarías para declarar Su juicio.
3 Voz de aullido de pastores, porque su
magnificencia es asolada; estruendo de rugidos de cachorros de leones,
porque la gloria del Jordán es destruida. 4 Así ha dicho Jehová mi
Dios: Apacienta las ovejas de la
matanza, 5 a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por
culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea Jehová, porque he enriquecido;
ni sus pastores tienen piedad de ellas. 6 Por tanto, no
tendré ya más piedad de los moradores de la tierra, dice Jehová; porque he
aquí, yo entregaré los hombres cada cual en mano de su compañero y en mano de
su rey; y asolarán la tierra, y yo no los libraré de sus manos. 7
Apacenté,
pues, las ovejas de la matanza, esto es, a los pobres del rebaño. Y tomé para
mí dos cayados: al uno puse por nombre Gracia, y al otro Ataduras; y apacenté
las ovejas. 8 Y destruí a tres
pastores en un mes; pues mi alma se impacientó contra ellos, y también el alma
de ellos me aborreció a mí. 9 Y dije: No os apacentaré; la que
muriere, que muera; y la que se perdiere, que se pierda; y las que quedaren,
que cada una coma la carne de su compañera. 10 Tomé luego mi cayado Gracia, y lo quebré,
para romper mi pacto que concerté con todos los pueblos. 11 Y fue
deshecho en ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que miraban a mí,
que era palabra de Jehová. 12 Y les dije: Si os parece bien, dadme
mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata.
13 Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡Hermoso precio con que me
han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová
al tesoro.14 Quebré luego el otro cayado, Ataduras, para
romper la hermandad entre Judá e Israel. 15 Y me dijo Jehová: Toma aún los aperos de un pastor insensato; 16
porque he aquí, yo levanto en la tierra a un pastor que no visitará las
perdidas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la
cansada a cuestas, sino que comerá la carne de la gorda, y romperá sus pezuñas.
17 ¡Ay del pastor inútil que abandona el ganado! Hiera la espada su brazo, y su
ojo derecho; del todo se secará su brazo, y su ojo derecho será enteramente
oscurecido. (Zacarías 11:3-17)
Es de una importancia
extrema apreciar el contexto de esta profecía para comprender completamente
todo lo que Jesús estaba diciendo. Dios envió a Zacarías a pronunciar una
palabra de juicio sobre Judá, y
particularmente sobre los pastores de Judá. El rebaño había sido tratado tan
mal que lo llama el rebaño de la matanza. Fue comprado, vendido y matado. Los
compradores los mataron y se excusaron a si mismos de toda culpa. Los
vendedores tuvieron la audacia de ver su ganancia deshonesta como la bendición
de Dios, diciendo, “Bendito sea Jehová, porque me he enriquecido”.
Al final del primer
siglo Judas escribió de la continua corrupción del CAMINO de Caín.
“Porque algunos hombres
han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para
esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de
nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”
(Judas 1:4)
“¡Ay de ellos! porque
han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y
perecieron en la contradicción de Coré.” (Judas 1:11).
Caín, Balaam y Coré
tenían todos una cosa en común—rehusaron ser gobernados por Dios. Estos hombres
que menciona Judas hicieron por la primera Iglesia lo que Caín había hecho al
mundo antediluviano. Fueron influencias corruptas, manchas en sus ágapes.
Judas explica aún más; “Estos
son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se
apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los
vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;”
(Judas 1:12)
Fue durante un ágape en
el aposento alto cuando Judas salió de la presencia de Dios, exactamente igual
que Caín. Judas era religioso, como lo había sido Caín. Como Caín, Judas era
ladrón y buscaba lo suyo. Incluso robaba de la bolsa común. Como Caín, Judas
era un constructor de un imperio, un celote militante que buscaba reconstruir
el reino de Israel y restaurarlo a su gloria antigua. Como Caín, Judas también
hizo un complot para matar a su hermano (Jesús) por ganancia personal, treinta
piezas de plata. Luego trató de arrepentirse devolviendo la plata a los
gobernadores del templo, pero no la aceptaron. Para ellos era dinero de sangre,
precio de sangre. Es mucho más que una coincidencia el hecho de que la sangre
de Abel clamara desde el CAMPO donde Caín le había matado y escondido su cuerpo,
y aquí, las treinta piezas de plata se usaran para comprar un CAMPO que sería
llamado “el campo de sangre” (Mateo 27:8).
Así, Zacarías sigue
diciendo esencialmente lo mismo que Judas.
“porque he aquí, yo
levanto en la tierra a un pastor que no visitará las perdidas, ni buscará la
pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la cansada a cuestas, sino que
comerá la carne de la gorda, y romperá sus pezuñas”
Vemos aquí el juicio
sobre los que caminaron en la idolatría y violencia de Caín. Recogieron lo que
sembraron. La misma violencia sería usada por pastores que mostrarían
fuertemente la misma iniquidad, alimentándose del rebaño en adoración de si
mismos. Judas tenía un objetivo enteramente distinto al de Cristo. Judas quería
construir un reino terrenal. Sus ambiciones eran contrarias a las de Jesús, que
quería establecer el reino de Dios. Estas dos pasiones son completamente
diferentes.
La característica
principal común de Caín y Judas es una atracción por un objetivo contrario a
los propósitos de Dios. Caín intentó promocionarse a si mismo matando a su
hermano. No solo contendió con Abel sino que desaprobó la voluntad de Dios. No
acepto la elección de Dios. Lo mismo sucedió con Judas, que traicionó a Cristo
para su propio provecho. El humilde siervo Cristo fracasó en cumplir las
grandes expectativas de Judas. Ni Caín ni Judas quisieron ni aceptaron la
voluntad de Dios. Los dos querían establecer reinos terrenales mediante la
traición. Las mayores ramificaciones de esto se harán más evidentes conforme avancemos.
Pablo escribió a los
Filipenses: “y en nada intimidados por los
que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de
Dios. 29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo,
no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él.” (Filipenses
1:28-29)
Este sufrimiento estará
en manos de hombres como Caín y Judas, hombres religiosos que ofrecen
sacrificios con su propia ganancia a la vista. Esta es una clara manifestación
de lo que son realmente mientras luchan en contra de vosotros, los que creéis
realmente.
Históricamente, la
iglesia institucional ha expuesto completamente el espíritu del hijo de
perdición y es responsable de una violencia y derramamiento de sangre horribles. Los perpretadores de esta
violencia son gente religiosa que pensaban estar rindiendo un servicio a Dios.
Como Caín, ofrecen sacrificios, pero traicionan y asesinan a los verdaderos
creyentes en masa. Aunque las cosas son
más civiles ahora puesto que el asesinato es ilegal, la traición y la perfidia
persisten. Antes del fin de la era, cuando este misterio alcance su plenitud,
habrá un resurgimiento de derramamiento de sangre también. El hijo de perdición
será manifiesto en su plenitud.
Los gobiernos impuestos
por los hombres no pueden ser más perfectos que los hombres que gobiernan. Por
esta razón Dios está llamando a los hombres a salir de la ciudades corruptas
hacia esa ciudad cuyo Arquitecto y constructor es Dios. Esto es algo más que
figurativo. Es un peregrinaje espiritual muy real, yendo Jesús delante como
Pastor, dirigiendo el camino (Lee Isaías 40:10,11).
De la misma forma que
Israel no podía salir de Egipto un instante antes de que la iniquidad de los
Amorreos llegara a su clímax, también tiene que llegar la plenitud de este
misterio, el misterio de iniquidad, antes de la manifestación de los Hijos de
Dios. Todas las obras de Dios son hechas en contraste. En Su carta a los
Romanos, Pablo hizo una pregunta que apunta profundamente a este asunto.
“Porque la Escritura
dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y
para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. (Romanos 9:17)
No estamos de acuerdo
con el fatalismo de Calvino ni pretendemos entender completamente los caminos
de Dios. No tenemos intención de entrar en el debate tradicional de la
predestinación. Pero si queremos mostrar que Dios contrasta Su poder y gloria
en el telón de fondo de la iniquidad, como un diamante puesto sobre terciopelo
negro. Para que el misterio de Cristo alcance su manifestación plena, primero
DEBE llegar la manifestación plena del misterio de la iniquidad.
El Nuevo Exodo - Douglas Weaver
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