Davis y Clark
Era el tiempo de la
Pascua y ciertos griegos fueron a Jerusalén para adorar. Oyeron acerca de Jesús
y vinieron a Felipe diciendo: “Queremos ver a Jesús”. Felipe se lo dijo a
Andrés, y estos fueron y se lo dijeron a Jesús.
Después de oír esto,
Jesús dijo algo que parecía completamente fuera de lugar, “Ha llegado la hora
para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que
si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere,
lleva mucho fruto”.
No hay nada en la
narrativa de los evangelios que indique que Jesús se tomó el tiempo de ver a
estos Gentiles. ¿No había El oído su petición? Si, pero El sabía que el mundo
Gentil no podía verlo hasta que El, como un grano de trigo, cayera en la tierra
y muriera llevando muchos hijos a la gloria (Heb. 2:10-11). El pacto que Dios
hizo con Abraham, a través del cual los gentiles serian bendecidos, dependía
completamente de este sacrificio. Sin la cruz, la revelación del misterio que
fue escondido desde la creación del mundo, quedaría oculto al mundo de los
gentiles (Rom. 16:25). Vemos entonces que la cruz es el centro de los propósitos
de Dios.
Después de esto Jesús dirigió
su atención hacia sus discípulos, quienes le habían seguido fielmente pero no
tenían idea del camino que les esperaba por delante. Ellos claramente no habían
entendido como el principio del grano de trigo, que era un principio de vida y de
abundancia de frutos, se aplicaría a ellos. Jesús explicó: “El que ama su vida,
la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la
guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.
¿Qué quiso decir Jesús
con eso de “Si alguno me sirve, sígame…”? ¿Qué quiso decir cuando dijo “…y
donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.”? ¿Seguirlo a dónde?
¿Dónde él estaba pidiendo a sus discípulos que vayan? Jesús estaba yendo al
Padre a través de la cruz y el sepulcro, y aquel que quisiera seguirlo primero
debe negarse a si mismo y tomar su cruz (Mt. 8:34, Luc. 9:23). Sí, es en la
cruz donde Sus siervos se reúnen. Porque allí donde El está, también deben
estar sus siervos. El Padre inviste vida y honor sobre sus siervos que se
reúnen a los pies de la cruz y se han dado cuenta que el siervo no puede ser
mayor que su Amo.
Entonces, como El
siempre lo hacia, Jesús dirigió su atención arriba hacia el Padre, reconociendo
el propósito para el cual había venido. “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué
diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.
Padre, glorifica tu nombre.” Mientras seguimos a Jesús, tarde o temprano la
cruz va a ir haciéndose más grande en el horizonte.
Tarde o temprano
llegaremos a ese lugar de decisión y la larga noche de Getsemaní va a probar
nuestra resolución de seguir hasta el calvario. Será entonces cuando esas voces
disuasivas de “Sálvate a ti mismo” irán aumentando en nuestro oídos en tonos
tronantes y engañosos (Mat. 27:40).
Una cosa es ser engañado
por el enemigo con todo lo que el mundo ofrece, pero una muy diferente es tener
a sus amigos más queridos aconsejándole que vaya en contra de lo que usted sabe
que es el camino que el Padre ha puesto delante suyo; un camino contra el cual
su propia carne clama en contra. Por un lado a usted se le ofrece prosperidad y
éxitos. Por el otro a usted no se le ofrece nada en este mundo sino solo
sufrimiento y muerte. Solo le queda la fe para atravesar esto hacia su
propósito celestial. Todo está en la balanza. ¿Salvaremos nuestra vida o la
perderemos? ¿Escogeremos el propósito del Padre por encima de nuestro propio
confort y decir con Jesús, “Mas para esto he llegado a esta hora. Padre,
glorifica tu nombre”? Si seguimos a Jesús, también en nosotros crecerá la
pasión por la gloria del Padre.
Si no abrazamos los
propósitos del Padre en la cruz, estaremos huyendo en vez de seguir,
salvándonos a nosotros mismos en vez de servir, evitar en vez de obedecer. Y
nuestra constante oración será, “Padre, sálvame de esta hora”, mientras
perdemos nuestras vidas a través de nuestra búsqueda por conservarla.
El observador honesto
debe admitir que, típicamente, las iglesias de hoy rápidamente se están
volviendo a lugares de alivio y entretenimiento que mas se asemejan a clubes
campestres diseñados para el confort de los hombres en vez de una compañía de
siervos que han tomado sus cruces y existen para la gloria de Dios. La dura
palabra de la cruz se evita y la condición general refleja que el honor del
Padre está retenido. ¿Por qué? El Padre solo honrará al siervo que lleva su
cruz. El camino que lleva a la verdadera autoridad y abundancia de frutos no
conduce directamente hacia arriba al trono, sino hacia la cruz, el sepulcro, y
la vida de resurrección. Este es el camino que tomó Jesús. Y es el que también
deben tomar Sus siervos.
Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark
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