George Warnock
El camino del hombre
consiste en edificar templos y graneros para almacenar la simiente. Pero el
camino de Dios es dispersarla. Los paganos montaban en cólera. Decían: “¡Cortaremos
las cuerdas del rey de Sión! ¡Dispersaremos al pueblo a todo lo largo y lo
ancho! Pero cumplieron los propósitos de Dios al hacerlo. Poco sabían que en
sus fanáticos esfuerzos por erradicar a la Iglesia, en realidad estaban
plantando las semillas del Reino de Dios en todas las partes de la tierra. No
sabían que éste era un pueblo que se reproduciría y que se propagaría a sí
mismo, que produciría de lo suyo propio
en la buena tierra de un mundo hambriento y casi muerto por inanición.
No
sabían que estaban tratando con reyes cuyos cetros eran simples bordones, pero
que se movían en la autoridad del Rey del Universo. Las sandalias que calzaban
eran las del “apresto del evangelio de la paz”. Y su túnica era la vestidura de
verdad, en la que vivían y por la que proclamaban una palabra que era “más
afilada que toda espada de dos filos”.
Ahora bien, el propósito
del verdadero ministerio es alimentar a las ovejas del pasto de Dios para que
se vuelvan fuertes, vitales, saludables y reproductivas. Tenemos toda clase de
granjas de ovejas a nuestro alrededor. Y están usando toda clase de trucos,
música rock, entretenimiento, pantomimas y danzas—llámalo como quieras—para
hacer que la Iglesia sea productiva, cuando en realidad eso la hace estéril.
Pero Dios en esta hora va a levantar “pastores conforme a Su propio corazón”
que ministrarán vida a las ovejas, para que puedan producir según su
naturaleza:
“Que suben del lavadero,
todas con crías gemelas, Y ninguna entre ellas estéril” (Cantar de los Cantares
4:2).
¿Qué supones que sucedería
si todas las ovejas de Dios parieran mellizos? ¿Mellizos que a su vez son
vitales, fuertes, saludables y reproductivos?
Empecemos con un rebaño
pequeño, muy pequeño. Empecemos con un cristiano vital en cada ciudad o pueblo
del mundo… solo uno (Creo que hay al menos 150.000 pueblos, ciudades y
poblaciones en el mundo). De modo que tendríamos 150.000 cristianos genuinos en
la tierra.
Ahora bien, demos a cada
uno de estos cristianos vitales un día completo para traer a alguien al Señor.
De modo que ahora habría dos en cada una de estas poblaciones: dos ovejas
llenas de vitalidad, fuertes y sanas. El
día siguiente, doblaría al número del día anterior, hasta 4—y el día siguiente
al anterior, hasta 8—y así sucesivamente. ¿Parece eso demasiamos difícil? ¿Cuanto tiempo entonces supones que nos
llevaría llenar al mundo entero de cristianos saludables, fuertes y llenos de
vitalidad?
¡Sólo unas dos semanas!
¡Eso es todo! ¡En apenas dos semanas el mundo entero estaría saturado con el
evangelio del Reino! Y todo esto por la palabra de la boca, de un vecino a
otro, sin el uso de cualquier otro medio de comunicación.
Obviamente, un día sería
algo exagerado. En lugar de eso tomemos a una semana para que cada uno se
reproduzca en otro, y el doble a la siguiente semana—y a la siguiente, durante
15 semanas—y la obra se cumpliría en aproximadamente un poquito más de un año.
¡Cada oveja del pasto de Dios sería responsable de dar a luz en Cristo en cada
uno de estos períodos—y el mundo entero estaría lleno de cristianos verdaderos
en 15 días—o 15 semanas—o 15 meses—sea cual sea el caso! Hablamos de una
Iglesia vital—de verdaderos discípulos de Cristo, viviendo y andando en los
principios del Reino del Cielo.
No estoy sugiriendo que
éste pueda ser el plan de Dios. Simplemente lo uso como una ilustración del
camino de Dios.
150.000 x 2x2x2x2x2x2x2x2x2x2x2x2x2x2x2
=4.915.200.000 ¡Aproximadamente 5000
Millones!
“Y el Señor añadía cada
día a la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).
“Y el número de los
discípulos se multiplicaba” (Hechos 6:1).
“Y la Palabra de Dios
aumentaba: y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en
Jerusalén.” (Hechos 6:7).
“Pero la palabra del
Señor crecía y se multiplicaba.” (Hechos 12:24).
Y hubo una gran persecución… y todos fueron dispersados excepto los apóstoles.
(Hechos 8;1,4). Los apóstoles permanecieron en Jerusalén y la gente fue por
todas partes sembrando las semillas del Reino por toda la tierra. La Iglesia de
Dios ha recibido vida inherente de Dios para reproducirse a sí misma en la
tierra.
Y puede que esto suene
poco realista hoy día; porque una Iglesia muy irreal rehúse reconocer su
condición estéril, escogiendo avanzar con sus propios programas estériles en
lugar de poner fin a todo e instar a sus miembros a clamar a Dios por lo
genuino. ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que somos la Iglesia, y que el
edificio no tiene nada que ver con esto? “Oh si, por supuesto”, estamos
convencidos. “Todo el mundo sabe eso”. Pero si lo saben, ¿Entonces por qué
siguen edificando grandes templos para la gloria de Dios en la llanura de
Sinar? ¿Por qué siguen dándoles tal reverencia y honor? ¿Por qué no puede el
pueblo de Dios apartarse de todo eso cuando la gloria de Dios ya se ha
apartado? Simplemente porque “Esta es mi iglesia—Yo nací aquí—Yo ayudé a
pagarla.”
Las congregaciones de la
Iglesia primitiva se caracterizaban por su simplicidad. “Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del
pan y en las oraciones.” (Hechos 2:42). Sus hogares se convirtieron en lugares
de reunión y esto se convirtió en su forma de congregarse cuando las iglesias
comenzaron a brotar por todo el imperio. Si no tenían casas, se reunían donde
podían. Eran la Iglesia. Necesitaban comunión y reconocían que si había “dos”
de ellos, entonces podían tener comunión. Tenían acceso al templo de Jerusalén
durante un tiempo. Pero cuando comenzó la persecución, esas instalaciones
dejaron de estar disponibles. En Jerusalén podía haber cientos de hogares. Pero
eran uno porque caminaban en la verdad y el Señor Jesús estaba presente en
medio de ellos. Porque Él prometió que cuando “dos o tres” se reúnen en Su
nombre, Él estaría ahí, en medio de ellos (Mat. 18:20).
Él no estaba animando a
ese pequeño puñado a reunirse el miércoles por la tarde. Estaba hablando del
poder del Reino que ata a las fuerzas del mal y suelta las fuerzas del cielo,
cuando simplemente dos personas están en armonía en el Espíritu y el Señor
Jesús es Señor en medio de ellos—un puñado reuniéndose en esta casa—otro puñado
reuniéndose en esta otra--¿Qué más podía desear el Señor? ¿Qué pasaría si
tuviéramos doscientos hogares así, tres cientos, cuatrocientos—llenos de gente
que se reúnen para tener comunión, teniendo al Señor Jesús en medio de ellos en
la plenitud de Su presencia?
Decimos estas cosas para
animar al pueblo de Dios en este día en que los programas de los hombres están
viniéndose abajo. No decimos que no podemos alquilar o edificar una estructura
de alguna clase si Dios da una clara dirección al respecto. Lo que decimos
simplemente es que es prácticamente ocasional. Usamos lo que Dios provea
conforme a Su voluntad, pero debemos estar preparados para dejarlo todo ello en
un aviso momentáneo. Él quiere que seamos peregrinos en carácter, con la
capacidad para propagarnos a nosotros mismos, reproductivos por naturaleza—y
que estemos seguros de que los edificios y los templos no tienen nada que ver
con el evangelio del Reino de Dios.
Dios va a producir esta
clase de gente en la tierra. Y lo puede conseguir rápidamente. ¡Ven Señor
Jesús! Pero puede que cueste los fuegos de la prueba y de la persecución
producir eso. Recuerdo el sentimiento de desesperación que barrió a la Iglesia
aquí en el Occidente cuando se cerraron las puertas a la obra misionera en
China. ¿Es que no podemos creer que el Rey Jesús tiene “la llave de David”,
“que abre y nadie cierra, y que cierra y nadie abre” (Apoc. 3:7)? Y así, cuando
se cerraron las puertas de China, Dios comenzó una gran obra de purificación y
de refinamiento. Y a través de mucha prueba y sufrimiento ha surgido en esa
gran tierra una Iglesia fuerte, sana, que se propaga a sí misma.
En años recientes ha
llegado un poquito de ayuda desde el exterior. Pero la Iglesia en China no
depende de esto. Saben que esto podría cambiar en cualquier momento. Y han
probado que Dios es fiel en el pasado para levantar en medio de ellos el
ministerio que ellos necesiten. En comparación, tienen pocas Biblias y no por
mucho por medio de la literatura cristiana. Se reúnen donde pueden, en los
campos, entre los árboles, en las calles, pero generalmente en sus hogares.
Todo esto es bastante ocasional porque reconocen que son la Iglesia—y crece y
crece y crece porque Cristo Jesús está en medio de ellos como Señor y Rey.
Coronado con Aceite - George Warnock
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