Davis y Clark
Cualquiera que lea los
evangelios notará que Jesús repetidamente advirtió, “Porque el que se enaltece
será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mat. 23:12, Luc. 18:14).
En este ejemplo, encontramos aun otra parte de la verdad que revela la naturaleza
y autoridad del reino que Cristo confirió a sus discípulos.
Jesús fue invitado a
comer a la casa de unos de los Jefes de los Fariseos. El notó como los otros
invitados elegían los lugares de honor cerca de la cabecera de la mesa, así que
el les narró una parábola. “Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te
sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté
convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a
éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Mas cuando
fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el
que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria
delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Luc. 14:8-11)
Jesús no solo estaba
enseñando etiquetas de fiestas sociales. El estaba enseñando una regla de vida
más segura e inalterable que la ley de los Medos y los Persas. Sin excepción,
cualquiera, en cada ocasión que se exalte a si mismo, será, degradado sin
remedio. Y cualquiera que se degrade a sí mismo, será, sin esfuerzo, exaltado.
Este es un precepto universal e inmutable del reino de Dios.
Esto es el porqué Jesús
no solamente rechazó el modelo de autoridad de los reyes de los gentiles, sino
también el modelo natural de la familia (Lc. 22:24-27). Si, aun la autoridad
natural paterna no puede ser usada para definir la autoridad del reino. Jesús
dejó bien en claro que, en el reino de Dios, los mayores deben ser como los
menores. Aun la autoridad familiar natural no corresponde a la autoridad del
reino, porque en la familia natural el padre se sienta en la cabecera de la
mesa siendo servido por los menores. Jesús preguntó a sus discípulos, “Porque,
¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se
sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lc. 22:27). Recuerde
el contexto aquí. Estamos en el aposento alto y Jesús está respondiendo a la
pregunta de los discípulos sobre si cual seria tenido como el mas grande (Luc.
22:24). Jesús desinflo sus egos bajándolos de los palacios de reyes,
llevándolos a las salas de la casa, y a través de la puerta de la cocina donde
se encuentra la servidumbre.
Sin importar la madurez
espiritual, nuestro lugar no es en la mesa y ciertamente menos aun en la
cabecera de la mesa, como los Fariseos que aman los primeros lugares. Nuestro
lugar, de acuerdo a Jesús, es sobre nuestras rodillas lavando los pies a otros.
Ese día en el aposento alto, Jesús puso tanto énfasis al acto de lavar los pies
como lo hizo al acto del pan y el vino. Es interesante que la Iglesia guarda lo
uno como un sumo sacramento, y elige ignorar totalmente lo otro.
¿Pero acaso Juan no
enseñó que los miembros del cuerpo de Cristo están compuestos de padres,
jóvenes, e hijitos? ¿No apunta esto a
una jerarquía de clases? No, esto no fue para lo que fue puesto así en su
carta. 1 Juan 2:12-14 habla de niveles de madurez espiritual; niños, jóvenes, y
padres espirituales. El énfasis es en el crecimiento, no en la posición
ni estatus. Se mencionan estados de madurez espiritual a través de todas las
cartas de los apóstoles, pero esto no implica que algunos se hayan ganado el derecho
de mandar sobre otros.
Si bien Cristo a menudo
advertía que cualquiera que se exalte a si mismo, seria humillado, y cualquiera
que se humille, sería exaltado, esto no era un nuevo precepto. En Proverbios
16:18-19 encontramos palabras similares. “Antes del quebrantamiento es la
soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”. Aun mucho antes que
esto, esta ley estuvo en efecto antes de la creación, antes de la caída del
hombre.
Fue el estándar por el
cual Dios juzgó a los ángeles que se rebelaron. Virtualmente cada cristiano
está de acuerdo con esto. El orgullo viene antes de la caída. La mentira radica
en la contemporánea definición simplista de los cristianos de orgullo como no
sumisión a la autoridad.
¿Entonces qué es el
orgullo si no es rechazar el someterse a la autoridad? En 1 Pedro 5:5 leemos
estas palabras:
Igualmente, jóvenes,
estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de
humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (1
Ped. 5:5)
El contexto de este
pasaje debe ser entendido antes de que podamos apreciar completamente su
significado. Durante el tiempo que Pedro escribió su primera epístola, la
Iglesia no era una institución definida por sacerdotes/clérigos, laicos,
santuarios, cultos, oraciones de apertura, ceremonias, servicios de adoración,
sermones, y bendiciones finales. Estas cosas fueron inventos de emperadores,
pontífices y otros hombres ambiciosos y fueron añadidas mucho después. Pedro
escribió a una familia; la familia de Dios. Esta familia se reunía en las
casas. De casa en casa, ellos partían el pan entre ellos, viviendo en
comunidad, teniendo todas las cosas en común. Por esta razón las palabras de
Pedro deben tomarse en un contexto de familia y de comunidad. Cuando el habla
de ancianos se está refiriendo a los mayores como diferenciando a los
jóvenes en un ambiente de familia y comunidad, no a hombres que tienen el
título de “anciano” dado por un sistema jerárquico. Todo esto estaba en
consideración cuando Pedro escribió “…jóvenes, estad sujetos a los ancianos”.
Vea usted que para Pedro
la iglesia no era un edificio con una torre en una esquina en algún lugar en
Jerusalén. Era una sociedad celestial de personas colocadas divinamente en el
cuerpo de Cristo como a El le plació, no una institución eclesial. Cuando Pedro
habló de ancianos, el habló de los ancianos en cada aspecto de esa sociedad en
cálidos términos familiares.
Así que cuando Pedro
exhortó a los jóvenes a someterse a los más ancianos no estaba pidiendo a los
creyentes a someterse a un rango jerárquico. Alentarlos a que así lo hagan
hubiera sido una violación a las enseñanzas y ejemplos de Cristo. Tampoco Pedro
está acusando a aquellos que se rehúsan someterse a los mandos eclesiásticos de
ser rebeldes u orgullosos. Orgullo no es el acto de no someterse a la
jerarquía sino el acto de ignorar el humilde ejemplo de Cristo de ser el siervo
de todos y de exaltarse usted mismo sobre otros. Por eso Pedro agrega, “…y
todos, sumisos unos a otros”. Orgullo es el acto de colocarse usted mismo por
encima de otros, no el rehusar someterse a aquellos que ya se colocaron por
encima de otros. Dios resiste a los soberbios y nosotros también debemos
hacerlo. Humildad es aceptar la humildad de Cristo con un corazón de amor por
todos, “…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo”.
La expresión “humillaos”
de este pasaje de 1 Ped. 5:6 es más bien una traducción vaga. La traducción de
la Biblia King James (en ingles) “revestíos de humildad” es de alguna forma más
precisa, pero todavía falla en comunicar del todo lo profundo de este
significado. La palabra griega usada para “tomando forma” es egkombomai.
Viene del griego kombos, una vestimenta ajustada con cuerdas. La palabra
engkomboma se refiere al delantal del esclavo, comúnmente usado por los
esclavos en una casa. Pedro sin lugar a dudas estaba pensado en aquellos días,
en el aposento alto, cuando Jesús tomó la toalla (delantal), se lo puso y lavó
los pies de Pedro. Pedro no entendió lo que Jesús estaba haciéndole en ese
momento, pero es obvio en este versículo que él finalmente entendió de qué se
trataba el reino de Dios (Jn. 13:3-7).
En comentario de 1 Pedro
5:5, Kennet S. Wuest escribió: “La palabra orgullo es la traducción de
una palabra griega que significa literalmente ‘mostrarse por encima’, y así
describe a la persona orgullosa como una que se muestra por encima de otras. La
palabra humildad es la traducción de la palabra griega que significa
‘debajo’ en Mat. 11:29, donde se describe el carácter de nuestro Señor. La
palabra se encuentra en los primeros documentos seculares donde habla del río
Nilo en su estado más bajo en las palabras ‘está corriendo bajo’. La palabra
significa ‘no está muy encima del fondo’. Describe al cristiano que sigue en
humildad los modestos pasos de su Señor.”
En su “Traducción
Fuller”, Wuest traduce 1 Pedro 5:4 como sigue:
“Además, todos ustedes,
átense a ustedes como un cinto, humildad los unos con los otros, porque Dios se
opone a aquellos que se colocan por encima de otros, pero da gracia a aquellos
que son humildes.”
Debemos tener nuestra
mente renovada para ver el orgullo desde la perspectiva de Dios. Usted no es
necesariamente orgulloso cuando, por asuntos de conciencia, no se somete a las
demandas de señoríos de Pontífices. Si el no someterse a las jerarquías
establecidas fuese pecado, todos los reformadores serían culpables de un gran
orgullo. Aun Jesús, quien abiertamente y en público criticó a los Escribas y
Fariseos (los llamó “víboras”, “sepulcros blanqueados”, y “sois de vuestro
padre el diablo”) hubiese sido culpable de orgullo y rebelión si fuese por esta
definición. Dios no resiste a aquellos que rehúsan venir bajo el dominio de líderes que se
enseñorean y reclaman tener el derecho divino de mandar. Dios resiste a
aquellos que se ponen a sí mismos por encima de otros de la misma manera que
Jesús resistió a los escribas y fariseos quienes habían cerrado el reino del
cielo a los hombres.
No estamos sugiriendo
que debemos ir por ahí llamando a la gente víboras, y sepulcros blanqueados.
Cuando Jesús abiertamente resistió a los fariseos, estaba asumiendo la postura
de Dios hacia aquellos que se colocaban por encima de otros. Su visión del
orgullo es diferente de la de los hombres religiosos. Orgullo es el acto de
posicionarse sobre otros, a menudo con títulos de distinción, y rehusando seguir
en los humildes y modestos pasos de nuestro Señor. Dios se levanta con atuendos
de batalla para oponerse contra aquellos que se colocan a sí mismos sobre los
miembros del cuerpo de Cristo.
Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark
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