Charles E. Newbold Jr
La Babilonia espiritual
se caracteriza por el sectarismo.
Después de que la gente
de la tierra de Sinar se hubiera propuesto en su corazón edificar una ciudad,
una torre, y un nombre para ellos mismos, el Señor bajó y dijo “descendamos y confundamos allí su lengua”. El lugar
fue llamado Babilonia porque el Señor confundió su lengua y los esparció por
todas las partes de la tierra. Gen. 11:2-9.
Puesto que esta Cosa que
llamamos iglesia es de la carne y es
un aspecto de la Babilonia espiritual, está bajo la misma maldición de
confusión y sectarismo. Está fundada en el sectarismo, e incluso florece sobre
ello. Promociona la desunión del cuerpo de Cristo. Su misma existencia depende de cómo cada sistema de iglesia difiere uno de otro. Esto se ve
fácilmente en la forma en que sus nombres anuncian sus diferencias.
El sectarismo dice: “Yo
soy de Pablo, Yo soy de Apolos”: Pablo acusó a los creyentes corintios de ser
“carnales” y “meros hombres” por causa de su sectarismo. Había celos y
contiendas en medio de ellos. Ponían su identidad en personalidades (Pablo,
Apolos, Cefas) en lugar de ponerla en la persona de Jesucristo. Apolos y Pablo
era ambos siervos del mismo Jesús.
Uno plantaba; el otro regaba; pero era Dios
quien daba el crecimiento. El que planta y el que riega no es nada, sino que es
Dios quien importa, porque El es el que da el crecimiento. Cuando entendemos
que todos somos compañeros de obras, el campo de Dios, el edificio de Dios,
entonces el sectarismo será quitado de en medio. La desunión en el cuerpo de
Cristo se convierte en unidad, unicidad. Solo puede haber un fundamento,
Jesucristo. Si lo que tenemos es sectario y contribuye a la desunión del
cuerpo, ha sido edificado sobre el fundamento equivocado. 1ª Cor. 2.
Una vez que vemos esta
verdad, no deberíamos tener necesidad ni de nombrarnos a nosotros mismos para
poder identificar de lo que vamos. Todos estamos en los negocios del Padre,
dejando que el Espíritu Santo que mora en nosotros nos edifique como el Templo
del Espíritu Santo. “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá
a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. 1ª Cor. 3:17.
Cuanto más nos separamos del cuerpo de Cristo, más destruimos el templo del
Espíritu Santo.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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