Gálatas 6:2-3,
Filipenses 2:2-8
En Gálatas 6:2-3 leemos
las siguientes palabras: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y
cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, así
mismo se engaña”. En esta oportunidad, la palabra ley no se refiere a la
Ley Mosaica, sino que significa una regla de acción. La ley de Cristo es
humildad y servidumbre. Pablo contrasta la regla de acción de Cristo contra el
orgullo y el engañarse a uno mismo. Cualquiera que se engaña a sí mismo
pensando que es algo, no siendo nada, no está cumpliendo la ley de
Cristo, sino que se está levantando en un espíritu que es contrario al Espíritu
de Cristo, el cual es el espíritu del anticristo.
Pablo exhortaba, “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que
no tenga más alto concepto de sí que el
que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la
medida de fe que Dios repartió a cada
uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero
no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos,
somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. (Rom.
12:2-5)
¿Qué quiere decir pensar
con cordura? ¿Alguna vez ha estado usted cerca de un borracho? Después de haber
bebido bastante, ellos se convierten en dioses virtuales. Algunos piensan que
sus habilidades intelectuales superan a los de Einstein. Otros cuentan
historias de guerra, poniéndose ellos como los héroes quienes solos ganaron la
Segunda Guerra Mundial. Algunos piensan que son invencibles y que pueden vencer
al más grande de los hombres.
Desafortunadamente para
el resto de la sociedad, otros borrachos piensan que ellos pueden conducir bien
bajo la influencia del alcohol. ¿Cómo pudieron ellos llegar a conclusiones tan
falsas? ¡Ellos no están sobrios! Algo ha afectado sus juicios y por eso piensan
más de si mismos de lo que debieran. Estar sobrios es ver las cosas como
realmente son, es evaluarnos con exactitud en relación a Dios y a Su pueblo.
Dios ha dado una medida
de fe a cada creyente. El, sin hacer acepción de personas, ha distribuido
gracias a todos. El no ha dado más gracia a otros para que puedan sojuzgar al
resto. No somos señores los unos sobre los otros sino “miembros los unos de los
otros”. No es sobriedad vernos más que esto? Cristo está llamando a todos los
creyentes a salir de esa intoxicación de verse como individuos que valen algo,
y a que humildemente participen corporalmente en Su regla de acción. Pablo
escribió: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que
ama al prójimo, ha cumplido la ley”. (Rom. 13:8) El amor cristiano de Dios sin
egoísmos es su regla de acción: ser para otros, no ser para nosotros
mismos.
Ahora vamos a considerar
la regla de acción de Cristo como está establecida por Pablo en Filipenses 2.
“…completad mi gozo,
sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando
cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Fil. 2:2-8)
Pablo contrasta dos motivadoras
reglas de acción en este pasaje; contienda y el sentir de
Cristo.
La palabra griega usada
para contienda en este pasaje es eritheia [2052], la cual en
griego en los registros antes del Nuevo testamento solo se encontró en los
escritos de Aristóteles; refiriéndose a la ambición personal de servirse a sí
mismo y para ello buscar un cargo político, por ejemplo, candidatarse en
elecciones. W. E. Vine expande esta definición aun más. “Eritheia se
deriva no de eris, contienda, sino de erithos, un mercenario,
de ahí el significado de buscar ganar seguidores.” Esto trae la comparación de
estas dos reglas de acción ante una perspectiva completamente diferente.
Contienda aquí no es solamente reñir y pelearse: es la ambición de guiar a los
discípulos hacia uno mismo y usarlos para ganancia personal. Pablo hablo de
esta ambición a los ancianos de Éfeso en Hechos 20:29-30. El los advirtió en
ese entonces que “lobos rapaces” entrarían en medio de ellos, y peor aún,
algunos de estos lobos saldrían de entre estos mismos ancianos, o sea,
de entre ellos mismos.
La naturaleza del Lobo
¿Cuál es la naturaleza
del lobo? ¿Cómo caza él a las ovejas? Primero trata de separar a las ovejas del
Pastor (Cristo) y llevarlas hacia sí mismo. Pablo advirtió que estos lobos
hablarían cosas perversas con un propósito en mente: arrastrar tras de
si a los discípulos. Entre estas cosas perversas que fueron enseñadas estaba
con toda seguridad una distorsionada justificación de procedimientos típicos de
los lobos, tales como sucesión apostólica, sumisión a ellos mismos, y
advertencias de estar separados del resto de la iglesia (ver 3 Jn 9-11). La
mayoría olvidó las exhortaciones de Pedro “…no como teniendo señorío sobre los
que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. (1 Pe. 5:3), y
abrazaron completamente las enseñanzas perversas de los lobos.
No pasó mucho tiempo y
estos perros salvajes enseñaron la perversa noción de que eran los
únicos representantes de Cristo y como tales eran Cristo en la tierra y que el
pueblo debía recibir cada palabra de ellos como palabras de Cristo hacia ellos.
Insistieron en que sus edictos eran superiores a las escrituras y que debían
ser obedecidas sin cuestionamientos. Este es el legado de los lobos que ha sido
trasmitido a cada generación desde ese entonces, incluyendo la nuestra. Líderes
piadosos quienes han visto a través de este engaño no tratan de alejar a los
discípulos hacia ellos mismos. Ellos no quieren ser la voz y la conciencia de
la herencia de Dios. Ellos solo quieren hacer discípulos de Cristo, que oigan
Su voz, enseñados directamente por el Espíritu Santo.
Jesús habló de esto:
“Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día
postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así
que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí”. (Jn 6:44-45)
La prueba de todas las
enseñanzas es esta: ¿Nos lleva esta enseñanza a Jesús? Si somos enseñados de
Dios seremos guiados a Jesús. Si somos enseñados de los hombres, nos
congregaremos alrededor de ellos. Esto es lo que Jesús está diciendo aquí, ¿no
es cierto? Todas las enseñanzas que vienen del Padre tienen una finalidad en
vista, llevar al oyente a Cristo. Cualquier otra cosa fuera de esto es
perverso. Aquellos que son enseñados de Dios no se sujetan bajo el dominio de
los lobos religiosos quienes buscan con cada palabra que dicen ganar un
seguidor de cultos, a los cuales a menudo ellos se refieren como “mi oveja”,
“mi rebaño”, y a la reunión de ellos como “mi iglesia”.
Esto es un problema
serio en estos días y no debemos tomarlo livianamente. ¡Dios no lo hace!
Tampoco lo hizo Pablo. Durante tres años él advirtió a las iglesias acerca de
esto día y noche y con lágrimas. Pablo escribió tempranamente acerca de tales
lobos en el libro de los Filipenses. “Los unos anuncian a Cristo por contención
(eritheia – tratando de ganar votos sectarios), no sinceramente,
pensando añadir aflicción a mis prisiones…” (Fil. 1:16)
No hay dudas en nuestra
mentes que fue esta contención promovida por mercenarios tratando de ganar
adeptos lo que ha engendrado las 200.000 denominaciones y sectas de la
Cristiandad de hoy, destripando y desgarrando al mismísimo cuerpo de Cristo,
porque eso es lo que hacen los lobos. Sabemos que esto suena duro e
intolerante, pero Dios nos ha mostrado cuán maligno es este divisionismo y no
podemos pasarlo por alto. ¡Vemos en Jesús, en Su andar y humildad, el único
verdadero modelo de liderazgo!
Esta es la elección ante
nosotros. ¿Abrazaremos el Espíritu y la semejanza del humilde siervo Jesús,
quien dijo, “Si yo testifico de mí mismo, mi testimonio no es verdadero” (Jn
5:31), o al igual que muchos nos encontraremos “ministrando” con constantes
referencias de nosotros mismos? En Jn. 7:18, Jesús explica más sobre este
razonamiento: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero
el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él
injusticia”. Soren Kierkegaard está de acuerdo cuando escribió. “Ganar una
multitud no es un arte; porque solo se necesita no decir la verdad, cosas sin
sentido, y un poco de conocimiento de las pasiones humanas… Aquellos que hablan
a la multitud, deseando su aprobación, aquellos que reverentemente se inclinan
y se arrastran ante ella, deben ser considerados de ser peor que prostitutas.”
((Provocaciones)
Aquí el asunto verdadero
es buscar la gloria de Dios, porque ningún rey nombra a una persona ambiciosa
para ser un siervo de confianza. No, él quiere alguien que proteja su gloria,
no un Absalón que vaya a sus espaldas, promoviéndose a sí mismo para que pueda
ocupar su lugar. Como el Hombre Fuerte de David que no tenía su corazón
dividido para poder entronar al verdadero Rey, estamos llamados a luchar por la
gloria de Otro.
El gobierno por derecho
solo encaja en los hombros de Cristo. ¿Estamos contentos con esto? ¿Estamos
apasionados por esto o tratamos de llevar discípulos tras nuestro? ¿Bajo qué
regla de vida vivimos nosotros? Nuestro objetivo no solo debe ser sobre la
autoridad, sino también de glorificar a Aquel que nos envía. Hemos sido
comprados por la sangre derramada de Jesús. No nos pertenecemos más a nosotros
mismos para hacer lo que queremos.
La verdadera autoridad
no es egoísta y solo puede residir en los corazones de aquellos que no se
promueven a sí mismos, sino que viven para la gloria del Padre. ¡Queremos ser
reconocidos como promotores de esta clase de autoridad y no de otra! ¡No nos
sometemos a ninguna otra autoridad que no sea la que fluye de corazones
apasionados por la exaltación del verdadero Rey! Ese que habla de su propia
autoridad puede vender sus cintas grabadas y mercantilizar sus libros y ganar
dinero con eso, pero él nunca conocerá la verdadera autoridad porque el mismo
es falso y testifica de sí mismo.
¿Cómo nos atrevemos a
presentarnos como reyes cuando Cristo vino como siervo? ¿Hemos olvidado sus
palabras?: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies,
vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, porque ejemplo
os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto,
de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor
que el que le envió”. (Juan 13:14-16)
El ejemplo de Cristo,
sirviendo de rodillas, es sin lugar a dudas el mayor argumento contra la
supuesta legitimidad de la casta gobernante conocida como “el clero”. Cuando el
Espíritu Santo revela el Reino que el Padre dio al Hijo, y su regla de acción
de despojarse a si mismo, solo entonces podemos ver que el sistema
clerical/laical es efectivamente un sistema de lobos/depredadores, un sistema mercenario
compuesto de hombres buscando un nombre y buscando seguidores. Aquellos que
verdaderamente poseen la mente de Cristo caminan como Cristo caminó y son sin
lugar a dudas la prueba consumada de Dios contra lo falso.
Cristo nunca se exaltó a
sí mismo. ¡Dios lo exaltó a El a su debido tiempo! Sí, a su debido tiempo.
Después de toda una vida esperando y sirviendo humildemente, terminando con su
muerte sacrificial en la cruz, Dios soberanamente exaltó a Jesús, dándole un nombre
sobre todo nombre. La recompensa de Dios también te está esperando, justo al
otro lado de la cruz y del sepulcro, pero no es algo que puedas asir en esta
vida.
Satanás trató de parar
esta gloria venidera tentando a Jesús a agarrar este premio para sí mismo de
este lado de la eternidad, prometiéndole que: “A ti te daré toda esta potestad,
y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la
doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos” (Luc. 4:6-7). ¿Cuántos de
nosotros hoy en día hemos pasado esta prueba?
Algunos de ustedes
posiblemente se estarán preguntando. “¿Pero cuando sirvo, no me promoverá Dios
a un lugar de prominencia?” ¡Sí, exactamente después de que usted haya sido
sacrificado y enterrado y resucitado a una nueva vida! Es Dios quien efectúa la
resurrección y exaltación. Nuestra parte es someternos a la regla de acción de
Cristo y dejar de pensar que somos algo cuando que no somos nada. Muchos han
sido seducidos por la canción del tentador de “Toma todo lo que puedes. Usted
solo vive una vez. Vaya en pos del placer. Sea todo lo que usted quiere ser.
Usted se lo debe a usted mismo”. Muchos han cambiado su derecho de
primogenitura divino por este plato de brebaje. “Lo quiero ahora y lo quiero en
grande.”
Dios no intenta exaltar
a nadie indebidamente, independientemente de su Hijo. La gloria que Dios nos da
es una gloria compartida, la cual heredamos cuando somos llenos de Cristo, la
única “esperanza de gloria”. Dios ha exaltado a Cristo, y le ha dado un nombre
que es sobre todo nombre. Si participamos de la copa y bautismo de Cristo,
tendremos participación en Su vida y Dios nos resucitará a sentarnos
conjuntamente con Cristo en Su trono.
¡Aquí no hay ministerios
independientes! Cuando la cruz ha hecho su trabajo en nosotros, estamos unidos
con Cristo en Su pasión para la gloria del Padre y venimos a ser uno con el
Padre en su celo por la eminencia de Su hijo. No hay más pensamientos de
progresos personales. Habiendo transitado el camino de despojamiento propio, el
camino del Siervo sufriente, cuesta abajo hacia la cruz y el sepulcro, toda lucha
cesa y nuestros corazones son alineados a la pasión individual de Dios.
¡Oh gloriosa mañana de
resurrección! ¡La ambición se fue! ¡Luchas y vanagloria son dejadas atrás como
los lienzos que fueron dejados en el sepulcro! ¡El deseo de posición ha perdido
su atractivo y en su lugar gana el Espíritu y la mente del humilde Cristo! Finalmente,
hemos venido a ver más allá del oscuro velo de nuestros corazones engañosos
¡para comprender al glorioso Siervo-Cristo y el reino que El confiere! ¡El
Espíritu del humilde Cristo ha triunfado! ¡La lucha ha sido derrotada! ¡Se
halla descanso para el alma! ¡Qué victoria! ¡Qué gloria! ¡Qué vida!
¡Que estas palabras se
vuelvan memoriales (Ex. 13:16) sobre nuestros corazones!
Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a
sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en
la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. (Fil. 2:5-8)
Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark
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