Douglas Weaver
Esteban comienza su
exhortación de esta manera:
Y él dijo: Varones
hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham,
estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra
y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. Entonces salió de la
tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le
trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.” (Hechos 7:2-4)
Esta es la primera vez
en la que Dios llama a un pueblo a salir en lugar de dispersarlos. Dios llamó a
un hombre de nombre Abraham a salir de su tierra idólatra para peregrinar con
Él en tierra extraña. Lo que Dios quería era hacer un pacto con Abraham que
bendijera al mundo, algo que no podía hacer mientras Abraham siguiera viviendo
en la tierra de los Caldeos. Los propósitos de Dios nunca podían cumplirse en
Babilonia. La canción del Señor no puede cantarse en tierra extraña (Salmos
137:4).
“Y no le dio herencia en
ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión,
y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. Y le dijo Dios
así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían
a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. Mas yo juzgaré, dijo
Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me
servirán en este lugar.” (Hechos 7:5-7).
Aquí hay otro éxodo.
Dios reveló a Abraham que su simiente también sería extranjera en tierra ajena
y que sería esclava durante 400 años. En el crisol de Egipto la simiente de
Abraham se convertiría en una nación. En la consumación del tiempo, ¡oirían un
nuevo llamado a salir! Por la poderosa mano de Dios, la simiente prometida
regresaría para servir a Dios en la tierra prometida.
Hacia el fin de los 400
años, un libertador nacería entre ellos. Su nombre sería Moisés. Después de ser
rescatado del río Nilo de niño, Moisés fue criado por la hija del faraón y
educado en la sabiduría de los egipcios. De hombre, se encontró en su propio
éxodo. Como su antecesor Abraham, peregrinó en tierra ajena. Moisés vio los
abusos de los señores de Egipto y trató de librar a su pueblo del látigo de la
opresión, pero su ministerio de liberación se equivocó absolutamente. Golpear a
un señor hasta la muerte de una sola vez para liberar a la gente era algo
cansino e inefectivo. Por temor a las consecuencias de sus actos, Moisés huyó
de Egipto y se convirtió en un extranjero en tierra de Madián.
Después de cuarenta años
de cuidar ovejas junto a su padre político, el Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, se apareció a Moisés en forma de una zarza ardiente, diciéndole;
“Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído
su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a
Egipto.” (Hechos 7:34).
Por medio de Moisés,
Dios hizo poderosos milagros, derrotando a los magos y dioses de Egipto, y
llegando al clímax en ese gran evento que precedió a la liberación completa de
Israel, y que fue conocido a todas las generaciones que siguieron después como
la Pascua.
El Nuevo Exodo - Douglas Weaver
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