Charles E. Newbold Jr
Bob y Joy, Chris y Jena,
Troy, Rachel y Darlene se sintieron conectados unos con otros en el Espíritu de
Cristo y comenzaron a reunirse en sus respectivos hogares. Cantaban canciones
espirituales, compartían revelaciones y enseñanzas que el Señor les daba. Bob
se encargaba principalmente de la enseñanza. Tenía el don para ello.
Oraban por las necesidades de cada uno. Eran
libres para ir y venir como quisieran. Cuando corrió la palabra de que el Señor
se estaba manifestando es sus reuniones, más personas comenzaron a asistir. Pronto eran demasiados para los salones de
sus casas y decidieron alquilar un lugar para reunirse.
Comenzaron a levantar
ofrendas para cubrir los gastos. El grupo creció y decidieron que Bob tenía que
dedicarse al pastorado a tiempo completo. Había suficiente dinero y para actuar
de forma responsable, decidieron abrir una cuenta bancaria.
El banco exigía un
nombre. De esta forma, se pusieron un nombre. Siguieron creciendo y decidieron
ahorrarse el dinero del alquiler comprando un local de su propiedad. Escogieron
ancianos para supervisar el negocio en el que se estaban convirtiendo. Años mas tarde ocuparon el hermoso local para
el que se habían endeudado.
Pero algo diferente
había sucedido. La gente ya no se sentía libre de ir y venir a su antojo. Se
esperaba que estuvieran allí y que pagaran sus diezmos allí. Ahora tenían un
presupuesto. Pasaron de ser una comunidad de creyentes a una iglesia. En el momento en que se
pusieron nombre, se convirtieron en una Cosa. Se institucionalizaron a si
mismos.
Las instituciones
parecen tomar su existencia de si mismas, como si tuvieran mentes en sí. A
menudo se hacen más grandes que la suma de los individuos que las instituyen.
Pueden conquistar y consumir todo y a todos a su alrededor.
Sin embargo, estas
instituciones están vacías de vida. Nos hipnotizan, neutralizan, atrapan y
esclavizan. Nos enredamos en ellas y se convierten en nuestros ídolos. No pasa
mucho tiempo hasta que nuestras instituciones altruistas, orfanatos, casas de
la tercera edad, colegios, universidades, seminarios, hospitales, cementerios,
edificios de iglesia y “ministerios”, cobren mayor importancia que las personas
para quienes se iniciaron.
Finalmente, las personas existen para servir y
preservar dichas instituciones en lugar de
que esas instituciones existan para servir a esas personas. Sus
programas de marketing pueden defender estar satisfaciendo necesidades
personales e incluso que ya estén satisfaciendo necesidades personales, pero la motivación subyacente de
sus programas de marketing es con mucha frecuencia, aumentar la clientela para
mantener o hacer crecer la institución.
Don Potter escribió en
el Morning Star Journal que había hablado con Jim Bakker después de su salida
de la cárcel, y Bakker admitió haber cuestionado que Dios estuviera en alguna
de las cosas que ellos hacían en su mega ministerio de televisión. Todo creció tan rápido que nada le haría
parar. Bakker no podía imaginar poder llegar a fallar a tanta gente. Don
comentó: “Estaba atrapado en una maquinaria de ministerio que había comenzado a
funcionar sola, por sí misma” {12}
Esto sucede a iglesias y ministerios
de todos los tamaños.
La Instituciones con
frecuencia acumulan grandes sumas de
dinero de la gente asociada a ellas. La gente se siente bien dando a esas
instituciones, pero con frecuencia, descubren que la mayor parte de su tiempo,
de sus energías, y de sus recursos, se consume meramente para alimentar el
sistema.
El altruismo en el
sistema es con demasiada frecuencia reducido a una ficha. Muchos ministerios de
la televisión utilizan llamados altruistas para arrastrar las emociones de los
donantes potenciales, pero terminan usando la mayor parte del dinero para que
la propia maquinaria de su ministerio siga dando vueltas.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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