Charles E. Newbold Jr
Muchas cosas que han
comenzado por el Espíritu y que han sido fundadas sobre sólidos principios
bíblicos, luego se han institucionalizado. El proceso es muy simple, natural y
común. Una vez que ha comenzado la actividad, los hombres tienden a
organizarla. Desean darle alguna forma de estructura para controlarla o al
menos para mantener el control dentro de ella.
La estructura
institucionalizada se hace generalmente por medio de rígidas normas y
regulaciones. Una vez que se han colocado en su lugar, estas reglas son
difíciles de cambiar. Se convierten en la autoridad sobre aquellos que las han
hecho. Incluso la gente que las hace, se sujeta a las reglas y por tanto, las
levanta hasta convertirlas en su máxima autoridad.
Cualquier tipo de
organización demanda unas reglas. Una
vez que instituimos reglas y normas
para gobernar nuestras relaciones unos con otros, casi nos hemos institucionalizado a nosotros mismos.
Limitamos la libertad del Espíritu Santo para dirigirnos. El control es uno de
los mayores enemigos a nuestra libertad en el Espíritu. Lo más probable es que
las reglas que los hombres hacen para controlar la vida de la iglesia se conviertan en limitaciones
insanas. Con frecuencia terminamos esclavizándonos a estas reglas.
No obstante, las reglas
buenas dan límites sanos y son necesarias incluso para nuestra participación en
las vidas de los demás en el cuerpo de Cristo. Estas reglas están generalmente
en la categoría de “amaos los unos a los otros”. La Palabra de Dios es la ley
de Dios y sirve al bienestar de aquellos que la guardan. Tenemos la capacidad
de guardar la ley de Dios por el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros.
Sin embargo, con mucha
frecuencia, las reglas de la institución reemplazan la palabra y el Espíritu de
Dios. Tal fue el caso cuando yo creía que el Espíritu Santo quería abolir la
Escuela Dominical. Las reglas de la organización no permitían eso. “No hacemos
eso aquí”, es la excusa común. Las reglas de la iglesia confinan las actividades del Espíritu Santo.
Necesitamos distinguir
entre la ley de Dios que nos hace libres en Cristo, y las leyes de la iglesia, que imponen restricciones sobre
nosotros y nos atan a los hombres.
La institución de la
iglesia es uno entre muchos de nuestros inventos Babilónicos, y es perpetuado
por los que están en EL ministerio.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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