Charles E. Newbold Jr
Las
personas egoístas que gobiernan las iglesias
dispensan una falsa seguridad de salvación.
A
pesar del hecho de que los cristianos posean a las iglesias,
muchos de los que pertenecen a ellas, son cristianos nominales
solamente. Solo tienen una relación religiosa con Dios. Esta
relación es en realidad con su religión y con su iglesia.
Dios está distante de ellos. Asisten a estas cosas que llamamos
iglesia
porque les hacen sentirse justos. Han cumplido con su deber
religioso. Esto les da una seguridad de salvación falsa. Los líderes
de las iglesias
fomentan
este sentido de falsa seguridad de salvación haciendo que la gente
sienta que todo está bien porque asisten y apoyan a su iglesia.
Se les hace sentir culpables cuando no lo son.
Dennis
Loewn me escribió lo siguiente:
Hace
años escuché un cassette de Leonard Ravenhill. Mencionaba que había
almorzado con un pastor que era uno de los líderes nacionales de la
iglesia americana. Él le hizo le preguntó: “¿Cuándo comenzará
la iglesia a ministrar la salvación que hay en Jesucristo?” El
pastor contestó, “¡Nosotros estamos
ministrando
salvación!” Ravenhill no estaba de acuerdo. “No, estáis
ministrando la seguridad
de la salvación.”
Ravehill
estaba en lo cierto. La “seguridad” está siendo dispensada
semanalmente a cambio de una asistencia de una hora de duración y
unos pocos dólares en el cepillo de la colecta. Esto, con mucho, es
el principal producto que está siendo vendido en la iglesia de hoy
día. Este es su pan y su mantequilla, y lo mejor es que nadie se
meta con ello.
Si
Jesús hubiera limpiado el Templo de la venta de la mercadería
(nuestros souvenirs, productos-basura de Jesús, es decir su
equivalente hoy), los habría vuelto locos. Sin embargo, Su
ministerio amenazaba con quitarles el producto principal y más
rentable—que el pueblo tuviera que conseguir la justificación de
Dios mediante la asistencia al Templo.
Jesús
encapsuló este mensaje a la mujer del pozo. Juan 4:20-24. Él le
dijo que llegaba la hora cuando los hombres ya no irían más a
Jerusalén para adorar al Padre. Todos hemos visto la fea envidia de
las iglesias modernas, por mantener su comisión auto-proclamada como
el Templo Moderno al que asisten las personas para llegar a ser
“justas”. Cuando los judíos vieron y oyeron a Jesús, supieron
que su trama había llegado a su fin. De esta forma no les quedaba
otra salida que matarle.
Lo
mismo sucede con este mensaje. Si hablamos contra las implicaciones
materialistas y físicas menores de la moderna mercadería descarada
del evangelio, haremos algunos enemigos, y puede que incluso unos
pocos amigos. Pero si hablamos a la raíz espiritual, ¡cuidado!,
porque la mayoría de las iglesias están
dispensando
seguridad y enseñando que su organización es el
lugar
donde recibirla.
Jesús
prometió que seríamos odiados y despreciados por causa del
evangelio. Él sabía que el mundo no sería la principal amenaza más
de lo que fue para Él, sino que nuestros enemigos nos matarían
pensando que estarían rindiendo un servicio a Dios.
El
Cristianismo americano no es menos apóstata que la mezcla babilónica
(talmud) que Jesús encontró en Jerusalén. Esto es innegable. Las
iglesias están haciendo un negocio de ladrillos con las almas de los
hombres, dispensándoles la seguridad de la salvación y haciendo el
proceso tan fácil que nadie tiene la oportunidad de hacerse pobre de
espíritu o lamentar por sus pecados. Pablo dijo, “Es necesario que
a través de muchas tribulaciones,
entremos”.
(Hechos 14:22), e “indiscutiblemente, grande
es el misterio de la piedad.” 1ª Tim. 3:16.
Cuando
nos enfrentemos a sus rostros y les digamos que no pueden por más
tiempo seguir engañando al pueblo con esta falsa seguridad de la
salvación, todas las promesas de Jesús referentes a ser discípulos
perseguidos, se harán manifiestas.
De
todas las formas en que se practica la brujería en las
iglesias—auto-engrandecimiento, planes ocultos, reclamaciones de
dinero, ira, adulación, posesividad, hiper-aceleración,
espectáculo, y falsa seguridad de salvación—el legalismo es con
mucho, el más astuto enemigo del cuerpo de Cristo.
El sistema de la iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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