George Warnock
“En
el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el
Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad.”(Juan
1:1,14). Porque Él es Dios, debe darse a conocer, debe revelarse. Él
es Vida esencialmente, Vida inherente, y la Vida tiene que mostrarse
viva. Esa Vida es Luz. La Luz tiene que brillar, porque la Luz se
revela a sí misma. El Nombre de Dios habla de todo lo que Él es en
la naturaleza de Su ser; pero la Palabra habla de este mismo Dios
declarado y hablado. Así, leemos “Porque
has engrandecido tu palabra conforme a todo tu nombre.” (Salmos
138:2). ¿Por qué está la Palabra por encima de Su nombre? Porque
Dios es más glorioso en la expresión de Su ser que en recluirse a
Sí mismo de Su creación. ¿Qué es una palabra, sino la declaración
y la revelación de lo que hay en tu mente y corazón? Las palabras
nos fallan muchas veces, por causa de nuestra incapacidad para decir
claramente lo que queremos decir. Pero en Cristo el Logos, la
Palabra, la expresión del corazón y el ser de Dios fue tan completa
que el Verbo era Dios mismo, brillando en el rostro de Jesucristo:
“El
SEÑOR me poseyó al principio de su camino, Antes de sus obras de
tiempos pasados.
Desde
la eternidad fui establecida, Desde el principio, desde los orígenes
de la tierra.
Cuando
no había abismos fui engendrada, Cuando
no había manantiales abundantes en aguas.
Antes
que los montes fueran asentados, Antes
que las colinas, fui engendrada,
Cuando
El no había hecho aún la tierra y los campos, Ni
el polvo primero del mundo.
Cuando
estableció los cielos, allí estaba yo; Cuando
trazó un círculo sobre la faz del abismo,
Cuando
arriba afirmó los cielos, Cuando las fuentes del abismo se
afianzaron, Cuando
al mar puso sus límites
Para
que las aguas no transgredieran su mandato, Cuando señaló los
cimientos de la tierra,
Yo
estaba entonces junto a Él, como arquitecto; Y
era su delicia de día en día,
Regocijándome
en todo tiempo en su presencia, Regocijándome
en el mundo, en su tierra,
Y
teniendo mis delicias con los hijos de los hombres.”
(Proverbios
8:22-31)
Aquí
estaba el Logos, la Palabra del Dios eterno... anhelando expresarse,
manifestarse, para revelar el corazón del Padre. Estaba ahí en cada
fase de la obra creativa de Dios. “Todas las cosas fueron hechas
por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
(Juan 1:3). Era el artífice divino, aparentemente separado de Dios
porque Él procedía de Él para vivir con los hombres... pero Él
era la Palabra del Padre en carne. Y reveló al Padre tan absoluta y
completamente que no faltó nada del carácter y de la naturaleza de
Dios en nuestro Señor Jesús mientras anduvo aquí en la tierra.
El huerto de Dios - George Warnock
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